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sábado, 7 de diciembre de 2013

SIN ECOLOGISTAS NO HAY PARAÍSO



Por Leonardo Parrini

En la década de los años setenta tuvo lugar el surgimiento de los primeros grupos de activistas que emplearon la palabra y plataforma de lucha ecologista, -acuñada por Ernst Haeckel en 1869-, expresión de origen griego que significa «οίκος» oikos, "hogar" o "casa"; y «λóγος» logos, "estudio". La significancia del término ecología hacía referencia a una defensa a ultranza de elementos naturales, como ciertas especies de animales, plantas y lugares susceptibles de protección ambiental. Un nuevo pensamiento surgía, producto de una mirada innovadora de la realidad mundial, agobiada por desastres naturales y la urgente denuncia que ameritaba la situación planetaria.

El contexto en el que advinieron las teorías ambientalistas, fruto de las nuevas concepciones de los grupos ecologistas, no fue otro que el retroceso de las organizaciones de izquierda, duramente golpeadas a nivel latinoamericano y mundial por las fuerzas represivas desencadenadas por dictaduras y gobiernos de derecha en la década de los setenta. La crisis de la izquierda marxista de esos años caracterizada por la desestructuración ideológica y orgánica en sus filas, creaba un leiv motiv para repensar la militancia y reclutarse, sin mayores conflictos ideológicos, en las nuevas huestes verdes. Y es así como el Partido Verde albergó a notables militantes de la izquierda marxista a nivel internacional.  

La tendencia ecopolítica en los años 70 y 80 de los Verdes Europeos era generalmente escéptica a una integración económica y política, vistas como negativas para los intereses medioambientales y sociales. El Partido Verde Europeo se basó en las llamadas políticas verdes como la responsabilidad ambiental, la libertad individual, la democracia, la diversidad, la justicia social, la igualdad de género, el desarrollo sostenible y la no violencia. Muchas de estas tesis tienen inconfundible origen marxista y social demócrata; sin embargo, posteriormente devinieron en posturas alternativas en foros de discusión social y ambientalista y alcanzaron rápida expansión a nivel de otros continentes como América Latina.

En las décadas de los años setenta y ochenta se acentuó la tendencia a la institucionalización de organizaciones que recibieron el apoyo de financista internacionales, europeos y americanos, en la perspectiva de oponerse a gobiernos de manifiesto irrespeto de los derechos sociales y ambientales. Salta a la palestra Green Peace, fundada en 1971. Sus objetivos son identificar las actividades humanas que pueden afectar el equilibrio ecológico y llevar adelante campañas en defensa del ambiente. Defensora acérrima de la Antártida, propuso el establecimiento de un "parque internacional" en el continente. Opera en 40 países, donde se complementa con organizaciones autónomas locales. Amigos de la Tierra, originalmente es una organización holandesa, que forma una red internacional que coordina 68 organizaciones ecologistas en el mundo. Federación Internacional de Periodistas Ambientales, fundada en octubre de 1993 en Dresden, Alemania, cuyo objetivo es la difusión de informaciones sobre ecología, manejo ambiental, conservación de la naturaleza y desarrollo sustentable.

Paralelamente al surgimiento de organizaciones ecologistas, se establecen convenios internacionales y se generan políticas de defensa ambiental que plasman en foros como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, fundado en 1986 y el Fondo Mundial para la Naturaleza, fundado en 1961. El origen y posterior destino de estas instituciones ambientalistas tiene estrecha relación con el devenir de las ideologías del pensamiento social en el ámbito mundial. La crisis ideológica de los años ochenta que desemboca en el derrumbamiento histórico de los regímenes socialistas en Europa, con la consecuente orfandad ideológica de los partidos de izquierda latinoamericanos, dejaron el campo libre para que las tesis que proclamaban el fin de las ideologías y las utopías sociales, el fin de la historia y de la lucha de clases, encontraran un claro eco en la defensa ambientalista por sobre la reivindicación social.

Es así que grupos ecologistas, sin claros nortes políticos, esgrimieron posiciones muchas veces contradictorias con los propios fines para los que habían sido creados. Sin distingos filosóficos, enfocados en una defensa ultranza del ambiente y sin tomar en cuenta los contextos políticos de los países donde daban la batalla, han extraviado sus fundamentos ideológicos. Este avatar los llevó a enfrentarse, indiscriminadamente, con gobiernos de ultra derecha y de izquierda, a guisa de defender la naturaleza agredida. En esa gestión pudieron ser presa fácil e instrumento funcional de las posturas más reaccionarias, opuesta a las nuevas tendencias del socialismo latinoamericana del nuevo milenio.  

Ecuador país ecológico

En Ecuador esta tendencia no es una excepción. La Fundación Pachamama de reciente disolución en el país, ha venido sosteniendo tesis opuestas al gobierno de la revolución ciudadana en varios episodios de la lucha social y ambiental relacionada con la actividad extractivista en la región amazónica de bosque húmedo y selva virgen del país. Según sus estatutos, trabaja desde hace 16 años en el centro sur de la Amazonía ecuatoriana para “promover un modelo de desarrollo alternativo e innovador, basado en el buen vivir y con énfasis en el reconocimiento y respeto de los derechos humanos y los derechos de la Naturaleza”. Opuestos al proyecto ITT en el Yasuni, esta organización que ha reconocido financiamiento internacional, protagonizó, según el régimen, incidentes violentos en la apertura de ofertas de la XI Ronda petrolera, con agresión física a diplomáticos internacionales, lo que dio pábulo al Gobierno ecuatoriano para acusarlos de desviarse de sus propósitos e incurrir en la intromisión de la política pública y contravenir la seguridad interna del Estado.

Voces discordantes con la medida gubernamental se han hecho escuchar y, en este contexto, se quiere hacer creer que sin ecologistas no hay paraíso. En consecuencia que la Constitución ecuatoriana, vigente desde el 2008, es la más ambientalista del mundo, puesto que reconoce los derechos de la naturaleza a ser restaurada, protegida y conservada en sus especies endémicas, en áreas de intangibilidad territorial y con medias cautelares de defensa de derechos humanos ancestrales y derechos ambientales. Si bien las tesis de defensa ecológica cobran urgente importancia en el Ecuador y el mundo, dada la desastrosa situación planetaria por irrespeto a la naturaleza y sus recursos, no es menos cierto que esa agresión tiene claros responsables en países, empresas y organizaciones que persisten en sus proyectos industriales irresponsables de explotación de recursos naturales no renovables.   

En esta batalla por la vida no deberían perder de vista al enemigo principal, quienes proclaman defender la naturaleza. La polémica local se enmarca, a no dudarlo, en el contexto de lucha opositora al Gobierno de Rafael Correa, aupada desde diferentes sectores desplazados del poder. El Estado ecuatoriano, primer defensor de las tesis ambientalistas, mal hace en dejarse arrebatar el discurso ecologista porque tiene la responsabilidad constitucional de conducir a la ciudadanía a una auténtica defensa de los derechos humanos y naturales. El enemigo no está, ni estará nunca, en un Estado responsable y consciente del desarrollo sustentable y sostenible de sus actividades productivas en el uso amigable de sus recursos naturales, única fuente económica de progreso social y ambiental, precisamente en la perspectiva del cambio de matriz productiva que inaugure nuevas y diversas industrias en el país. Quien no lo quiera entender, se pone de espadas a la historia.

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