Por Leonardo
Parrini
Los vidrios de
los domos que cubren el patio interior del Centro de Arte Contemporáneo CAC,
en Quito vibran con las ondas sonoras de la sesión de música noise Cosmoaudición. La fluidez acústica del ruido
que semeja la turbina de una nave sideral o los sonidos ancestrales de la
selva, -según se quiera interpretar-, satura el lugar. Frecuencias agudas y
graves ascienden y descienden por las columnas del edificio restaurado y se
concentran en el escenario donde el sonido cuadrafónico se expande en el espacio rodeado
por muros de ladrillo visto. Abajo, en los patios, consolas, amplificadores, mezcladoras,
secuenciadores, sintetizadores y múltiples instrumentos creados por los mismos intérpretes,
tejen la maraña de circuitos instalados para la performance sonora Cosmoaudición.
La sesión noise es un encuentro entre artistas de diferentes formaciones y
estéticas sonoras que a partir de elementos instrumentales, electroacústicos
y/o electrónicos dialogan entre sí, bajo pautas de improvisación generadas
colectivamente, para registro en audio y video. Esta vez el concierto noise fue ejecutado a cuatro
interpretes alternados, la chilena Corazón de Robota (Constanza Peña) y los ecuatorianos Arcano 18 (Francisco Castellanos) Industria
Masoquista (Javier Riera) y Menso Noise (Carlos Jaramillo). El registro audiovisual
está a cargo de Diego Arteaga y Paula Parrini quienes darán cuenta en video y fotografía
de este encuentro sonoro alternativo.
Jam alternativo
Constanza Peña,
artista visual chilena de paso por Quito, me reclama más apertura en la lectura del evento para poder
relacionar libremente sus elementos, ante mi intento por describir, de algún modo, su
arte. Con gesto vanguardista trata de hacerme sentir que aquello que ejecuta es
inclasificable. Jam, improvisación pura y dura por asociación espontánea. O, en otros casos, interpretación donde sí hay
una estructura. En su estación de trabajo hay varias cajitas en forma de corazón
de metal, baquelita y plástico convertidos en los instrumentos musicales de un complejo
circuito. Mientras ella ejecuta secuencias melódicas armónicas e inarmónicas,
que evocan algunos efectos pinkfloydianos, desplaza su mano derecha sobre un
sensor que genera sonidos, mientras que con la mano izquierda controla diversos
y diminutos switchers de su arsenal instrumental.
No hay problema,
no está en discusión su capacidad de creación súbita, más bien, resulta
estimulante su propia definición: “es una performance sonora con sintetizadores
y diferentes frecuencias improvisadas en la que se van construyendo ciertas atmósferas
sonoras que se las puede vincular con otras frecuencias y generar una construcción
donde se chocan entre sí y hay un ambiente en el que está sucediendo todo a la vez.
Algunos podemos asociar o simplemente ser libres en escuchar”.
Sonoridad posmoderna
El arte ruidista como se le conoce al noise, es una expresión propia de la posmodernidad,
a veces radical y ácida, que tiende a cuestionar la distinción que existe en
las prácticas musicales convencionales entre sonoridad musical y no musical. También
puede incorporar “el sonido en directo de máquinas, técnicas vocales no
musicales, medios de audio físicamente manipulados, grabaciones de sonido, ruido
generado por computadora y otras señales electrónicas producidas al azar como
la saturación, acople, ruido estático,
silbidos y zumbidos”. La tendencia distingue entre noise rock y noise pop,
pertenecientes a la corriente del rock alternativo que incorpora “elementos de
disonancia, guitarras fuertemente distorsionadas y feedback a una estructura
basada en subgéneros del rock, el metal y el
punk”.
“Siempre me ha gustado
indagar experiencias sonoras diferentes, -dice Mauricio Proaño-, una tendencia subterránea,
underground, de utilizar el ruido como lenguaje, para expresar algo muy visceral
como sentimiento o muy conceptual que describe ideas, pero siempre tiene que
ser algo inquietante”, cuenta el promotor de esta serie de Instalaciones o
sesiones que se viene realizando en Quito. Fabiano Kueva, su partner, complementa la idea: “Se trata de
experimentación sonora, a través de un diálogo entre músicos en el que van
apareciendo cosas, uno hace cierta textura, otro hace un aporte y van revelándose
combinaciones que van emergiendo”. La diferencia radica en la sonoridad de usar
el ruido, a partir de una creación propia, como expresión “esencial de arte.”,
de atmósferas abstractas, que suelen no ser muy armónicas, pero vinculadas a
sonidos de la naturaleza, dice Mauricio Proaño. Cadencias provenientes de un sonido
“muy ancestral de rituales primigenios”, donde no había parámetros de repetición
rítmica y todo era muy improvisado. Cae la tarde quiteña y en los patios
del Centro de Arte Contemporáneo quedan flotando en el ambiente las resonancias
de la performance sonora de un sábado diferente. Una expresión musical que hace carne
entre una juventud que no le teme a la experimentación.
Escucha la interpretación de Mauricio Proaño en YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=ORB-z7Si4Kk
Escucha la interpretación de Mauricio Proaño en YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=ORB-z7Si4Kk
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