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viernes, 26 de junio de 2015

LA DISPUTA CALLEJERA


Foto El Universo
Por Leonardo Parrini

En el argot popular hay un dicho que versa: quien pega primero, pega dos veces. Esta verdad sacada del lenguaje camorrero de la calle, sirve para describir lo que está sucediendo hoy en el Ecuador. Una oposición envalentonada que habla de que “el Ecuador despertó, al grito de Fuera Correa Fuera” se empieza a tomar las calles de las principales ciudades del país como escenario de protesta social. El país vive la escalada de movilización de masas opositora más decidida de los ocho años de gobierno del Presidente Rafael Correa.

En tiempos de comunicación virtual, de campañas mediáticas y efectos audiovisuales, salir a las calles a la usanza de los mítines de otros tiempos, es una virtud. Confrontar, metro a metro, las avenidas de las urbes en demostración de fuerzas, es una audacia que la puede llevar adelante quien pierde el miedo y se decide a arriesgar todo. Ecuador tiene tradición en escalamientos de sonadas de esa naturaleza. En las década de los años ochenta y noventa, marchas que comenzaron con manifestaciones de sectores aislados se convirtieron en clamores masivos capaces de desestabilizar gobiernos y hacer caer Presidentes. Este es el caso de Lucio Gutiérrez y de Abdala Bucaram, derrocados con anuencia legal bajo la figura del recambio, es decir, reemplazo del Presidente por el segundo a bordo, el Vicepresidente. Enseguida hubo el llamado a nuevas elecciones presidenciales, consumándose un golpe de revestimiento legítimo. La fórmula ha funcionado con relativo éxito en un país que no necesita llevar los procesos hasta las últimas consecuencias, puesto que a mitad de camino ya se ven los resultados.

Por lo general, las movilizaciones de masas otorgan ventaja a quien toma la iniciativa política. Salir a la calle, blandir banderas negras y desplegar pancartas amenazantes y opositoras al poder, son signos de fuerza. Esta decisión popular es difícilmente reversible, si se la deja escalar a otras formas de protesta violenta. La historia ecuatoriana ha demostrado que una sonada callejera termina, tarde o temprano, en el derrocamiento del mandatario cuestionado.

Ante esta historia repetida, cabe preguntarnos cuál es la respuesta política del Gobierno. El primer mandatario convertido en e único vocero potente del proyecto político de la revolución ciudadana, ha denunciado un golpe de Estado blando en marcha. Es decir, un proceso desestabilizador que busca la caída del régimen, mediante la sumatoria de voluntades en las calles, protestando hasta que los otros poderes decidan tumbar al poder Ejecutivo. Se busca aumentar la tensión social para que las Fuerzas Armadas, Asamblea Nacional o la Función judicial se pronuncien a favor de un cambio del poder central. Cosa poco probable a corto plazo, pero no imposible de concebir en el Ecuador de hoy. La marcha convocada ayer en Guayaquil por el Alcalde Jaime Nebot, aun cuando invocaba a la familia, la propiedad y la tradición de un país conservador, tiene un innegable propósito desestabilizador. Fuera Correa Fuera es una consigna de acción inmediata, no para que surta efecto en las elecciones presidenciales del 2017.

El presidente Correa respondió a la incitación a rebelarse contra régimen con un llamado a “un pacto contra políticos mentirosos y empresarios evasores”. El llamado presidencial se inserta en una anterior invocatoria al “diálogo social” con aquellos sectores disconformes. El retiro de la Asamblea Nacional de los proyectos de leyes de la Herencia y Patrimonio, que se argumenta como motivo de malestar contra el régimen, apuntan a dejar sin piso a la protesta. Ambos gestos gubernamentales han sido leídos de manera intencionalmente incorrecta por la oposición al Gobierno. Es notorio que se advierte un síntoma de debilidad oficial y pérdida de la otrora iniciativa política que no dejaba lugar a los movimientos opuestos. Peligrosa lectura que enciende las alarmas. 

¿Quiénes han sido convocados a dialogar, en qué espacios de consenso y cuántos han respondido afirmativamente al llamado presidencial? Sin duda, harán oídos sordos los promotores de las marchas de protesta que no quieren diálogo, sino la renuncia presidencial. En un gesto de sinceración de la política, amerita reconocer que estamos en presencia de una tentativa de diálogo sin interlocutores válidos. ¿Se debe dialogar con quien crea en esa solución de entendimiento para zanjar las diferencias de opinión frente a la realidad nacional? Evidentemente, sí. ¿Se debe dialogar con quienes defienden sólo a la familia privilegiada, la propiedad privada y la tradición conservadora para regresar al Ecuador injusto y excluyente? Sinceramente, no. Si el andamiaje que hay detrás de la logística de las marchas opositoras tiene un claro perfil golpista, se deberá aplicar todo el peso de la ley a los mentalizadores. Si por el contrario, es una protesta legitima, existe la opción democrática de terciar en las próximas elecciones del 2017 y dar paso a un nuevo proyecto político, si esa es la voluntad popular.

Junto a la iniciativa gubernamental de diálogo, es preciso hacer presencia masiva en las calles como un derecho ciudadano de legítima defensa de las conquistas logradas en el proceso revolucionario. Entregar la calle a los enemigos de las transformaciones, es el error flagrante que han cometido, históricamente, los líderes de las revoluciones sociales. Esta realidad queda confirmada en Chile con dramáticas consecuencias en septiembre de 1973. La historia enseña a los pueblos que quieren aprender de ella. Los demas repiten la lección, dolorosamente, a un alto costo social.

1 comentario:

  1. Que forma sutil de manifestarse a favor de una dictadura. Está claro que para quedar libres de pendejadas primero desaparecerán los dinosaurios.

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