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sábado, 16 de mayo de 2015

FRANCISCO, EL PAPA MEDIADOR


Por Leonardo Parrini

La fe es indestructible e inexplicable por la vía de la razón; del mismo modo que la razón no requiere de la fe para legitimarse a sí misma. Este principio, acaso, permita comprender más a fondo los gestos y señales emitidas por Francisco, el Papa sudamericano que está cambiando la forma de hacer política desde la mirada cristiana.  El cambio es un giro, no solo de perspectiva y de ubicación, sino de sentido. De jueces supremos, hoy los monarcas del Vaticano se proyectan como mediadores frente a los conflictos que asolan a varias regiones del mundo. La intervención de la Iglesia católica va más allá de una opinión, una oración o un edicto papal, para convertirse en política de Estado de sistemática actuación internacional. La política pública del Estado Vaticano se posiciona como la diplomacia de la conciliación. En esa gestión el Papa Francisco ha puesto en práctica gestos de entendimiento con sus contrarios, dialécticamente ubicados en la otra orilla. No pocos son los Estados, instituciones y personas que han recibido una palabra, un petitorio y un espacio de diálogo nunca antes visto -desde hace muchas décadas- protagonizado por la Iglesia Católica con sus contrapartes, lo que convierte al Pontífice en un interlocutor válido.

El modelo de gestión del Vaticano ha estado impregnado por signos de realismo político, prestancia moral y lucidez intelectual a la hora de mirar los problemas y contradicciones casa a dentro y en el resto del mundo. A pocos meses de iniciado su pontificado en el 2013, Jorge Mario Bergoglio puso literalmente el dedo en la llaga al intervenir el Instituto para las Obras de Religión (IOR), que en principio debía servir de caja para administrar el gasto corriente de la ciudad Estado y algunos de sus organismos. Pero el IOR “se había convertido en una entidad no solo similar a cualquier banca privada de inversiones, sino que era utilizada por capitales de dudoso origen para borrar sus trazas en el circuito internacional y por miembros de la curia relacionados por la justicia italiana con escándalos de corrupción”.

En otro tema candente, Francisco llevó a la iglesia a posiciones inéditas en relación con la comunidad homosexual, así como la aceptación al sacramento de la Eucaristía de los divorciados que ahora conviven con otra persona. La postura eclesiástica en temas relacionados con la sexualidad, dio un “cambio dramático de tono". En un documento del Sínodo de Obispos del Vaticano se dice que los homosexuales tienen “dones y atributos para ofrecer” y se cuestiona “si el catolicismo podría aceptar a los gays y reconocer los aspectos positivos de las parejas del mismo sexo”. Esto implica que el discurso papal tiene una vertiente: la Iglesia no debe contraponerse a nadie, sino abrir sus brazos a todos, sea cual sea su sensibilidad y concepción de la sexualidad e incluir a "la pluralidad y la diversidad".

Mediación internacional

La diplomacia mediadora internacional del Papa Francisco abarca conflictos candentes en la última década, cuyos antecedentes se remontan a varios años atrás. Recién iniciado su papado, Francisco reunió en el Vaticano a israelíes y palestinos para “rezar juntos por la paz”. Lo hizo después de un viaje a Tierra Santa en el que se conmovió ante el muro de los sufrimientos mutuos. “Construir la paz es difícil”, dijo el Papa, “pero vivir sin ella es un tormento”. Luego, engrasando la vieja maquinaria diplomática del Vaticano, Francisco ha demostrado acierto en su labor mediadora entre EE.UU y Cuba, de la que se conoce una mínima parte. Esta gestión “supone solo la faceta más amable y exitosa de un empeño diplomático muy amplio y complicado”. Obama reconoció que la voz papal es “una voz que hay que escuchar” y Raúl Castro dijo que si el Papa “sigue así volveré a rezar y regreso a la Iglesia”, haciendo gala de un ateísmo, por lo demás, versátil. El apoyo del Vaticano al proceso de normalización de las relaciones cubano-norteamericanas constituye “un blindaje moral y político de primer nivel”, según han dicho los observadores. Mientras que la visita papal en septiembre a la isla, se espera sea “un apoyo radical a la distención” entre Cuba y los EE.UU.

Un esfuerzo importante del Papa tuvo sus frutos cuando logró que occidente no lanzara un ataque sobre Siria, lo que le valió el respeto de los líderes rusos. Recientemente ha ofrecido los servicios de su diplomacia para mediar en el conflicto colombiano. En otros puntos del planeta, han sido preocupación papal los cristianos perseguidos por el Estado Islámico o las guerras de África. En una intervención sobre la política de Turquía, el Papa expresó que la matanza de 1,5 millones de armenios a manos turcas en 1915, “es el primer genocidio del siglo XX”.

Diálogo con ateos

El pragmatismo de la política papal retoma la idea de una fe separada de la ideología, como un principio básico. Esto ha hecho posible entendimientos que Francisco ha mostrado con líderes como José Mujica de Uruguay y Raúl Castro de Cuba, contrarios a la doctrina católica. Dichos acercamientos se han dado en mejores términos que con los propios católicos tradicionales, que lo critican por su apertura y por remozar al Vaticano de “los viejos símbolos del poder papal”. La postura de Francisco está recordando a la Iglesia que existe “otro modo religioso de ver las cosas y la vida, y que no es indispensable la fe en Dios para sacrificarse por el prójimo”. El diálogo con los ateos parte de un supuesto: los verdaderos ateos no son los que niegan Dios, sino al próximo. El Papa parece privilegiar a quienes “hacen algo por los demás”, sin preguntar si creen o no en Dios. No en vano, Jorge Mario Bergoglio sigue más al cristianismo de los orígenes que el de las teologías medievales; aquel que recuerda que Jesús fue un laico, un seglar, no un miembro de la casta sacerdotal.

Francisco, el Pontífice que prepara sus propios alimentos, pollo frito, entre otros platos típicos de su país natal y que considera que “no hay necesidad de amenazar con el infierno, ni seducir con el paraíso para hacer el bien", vendrá próximamente al Ecuador. Este cura latinoamericano que cambió la política exterior del Vaticano, que se emociona con los triunfos de su club deportivo preferido y se toma un café cada mañana, haciendo “gala de una vida austera y sencilla”, nos visitará. ¿A qué viene Francisco a nuestro país? Sin duda, a ceñir vínculos con un pueblo hermano de Argentina. Viene a estrechar la mano a un Presidente Correa que ha demostrado sumisión a la política del Vaticano. Viene, esencialmente, a tender puentes entre un Estado “plurinacional e intercultural” y su pueblo. Un Gobierno llamado a representar a católicos y ateos, a negros y blancos, a indios y mestizos, sin distinción de credo, condición social o raza. El Papa Francisco viene a consolidar su ascendiente en un territorio latinoamericano en unidad, frente a los desafíos de vencer la pobreza, la inequidad y ganar la batalla por la inclusión económica y la justicia social, como principios políticos, más temprano que tarde, irrenunciables.  

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