Por Leonardo Parrini
Una cosa es el humor otra es el escarnio, sinónimo
de innobleza. El sentido del humor es esa otra capacidad que empieza con la valentía
de reírse de sí mismo y que no tiene parangón con la mofa rastrera disfrazada
de chiste. La caricatura del dibujante ecuatoriano Xavier Bonilla, Bonil, abrió
una polémica entre el derecho a la libertad de expresión y la actitud
discriminatoria de quien hace uso de un medio impreso -y que se vale de un
texto montado a una fotografía- para aludir, socarronamente, a la condición socioeconómica
del ex seleccionado nacional de fútbol Agustín Delgado, hoy asambleísta del bloque
oficialista.
El dibujante Bonilla fue denunciado al Consejo
de Regulación de la Comunicación (Cordicom) por organizaciones de afroecuatorianos
por discriminación racial, figura sancionada en la Ley de Comunicación vigente
en el país. El Consejo, acogiendo la denuncia, se pronunció en un informe técnico,
en el que concluye “que hay discriminación por condición socioeconómica, debido
a la referencia peyorativa que, en general, se hace de los pobres y, en
específico, sobre el origen del asambleísta Agustín Delgado. El humor
transfigurado en distinción inferiorizante puede perpetuar las diferencias
sociales y menoscabar el derecho de las personas”.
La mencionada publicación de Bonil señalaba textualmente
junto a una foto del futbolista Delgado, mientras éste daba lectura a un
discurso en la Asamblea Nacional: “Com…con…m…mi…diii…scurso
todos diccen pobretin, pobretin. ¡Pero con mi sueldo de asambleísta nadie dice pobretón,
pobretón!” El juego fonético de la frase que alude al diminutivo de Tin,
con el que es conocido el futbolista, es considerado discriminatorio por cuanto
se burla de la lectura entrecortada que hiciera el asambleísta Tin Delgado en
una reunión plenaria al tartamudear mientras leía el texto. El doble escarnio, por
el origen humilde del futbolista que ahora accede a un sueldo que le permite
vivir sin los apremios de su infancia, y por la deficiente lectura que Delgado hizo
de un discurso, se convierte para el Cordicom en leiv motiv, en condumio de una
burla de corte segregacionista.
¿Qué hace que un talentoso dibujante se mofe
de un profesional del fútbol ecuatoriano, cuyo origen en las barriadas del
Chota, en el norte del país, conoció la marginalidad y postergación socioeconómicas?
Seguramente la frase tiene una hilarante carga de humor al burlarse de la
condición paupérrima de un ser humano al que se le negó el derecho a la educación
en su infancia. El Cordicom aclara al respecto: “La desigualdad estructural
impidió que ciertos grupos sociales no accedieran a satisfacer ni siquiera las
necesidades básicas y tampoco pudieran ejercer sus derechos fundamentales a la
salud o la educación. Este escenario no es de burla, sino de vergüenza para un
Estado que negó esas oportunidades”.
Cierto es que el prejuicioso sentido de rechazo
a todo lo que huela a oficialista, la intolerancia ideológica de no aceptar la
realidad política vigente en el Ecuador, da pábulo al caricaturista Bonil para esbozar
una caricatura de sí mismo, declarándose enemigo y perseguido de un régimen que
ha demostrado, por lo demás, un permanente conflicto con los medios informativos
opositores. Esa forma de practicar la política, amparado en el derecho a la
libre expresión aún vigente en Ecuador, se convierte en una provocación para generar
un hecho mediático de trascendencia incluso internacional. En este mismo
contexto, la organización Reporteros
Sin Fronteras (RSF) publicó este 12 de febrero su Clasificación Mundial
de la Libertad de Prensa 2015. En el informe Ecuador, ubicado en el puesto 108,
retrocedió 13 puestos. Este retroceso –señala la información- se debería a
"Ley Orgánica de Comunicación (LOC) que mostró rápidamente sus
limitaciones. “La rectificación forzada de información se ha convertido en un
modo de censura institucionalizada", según la organización internacional.
Lenin decía que el humor es revolucionario cuando
transforma la realidad develando aspectos que, de otro modo, pasarían desapercibidos
u ocultos, para suscitar la reacción de los públicos hacia el cambio social. En
el caso de Bonil, su humor es reaccionario porque se opone en el fondo a un
proceso político –que, gústele o no- refleja la voluntad mayoritaria del país y
que se sustenta sobre una Constitución que ampara, incluso, el derecho del
señor Bonilla a burlarse de sus semejantes, bajo una libertad de expresión
plenamente vigente. Es hora de hablar en serio y rechazar los malos humores que
alientan posiciones de discriminación entre los habitantes de este país.
Como, seguramente, a la mayoría de los ecuatorianos, ni de chiste me causa risa
esta situación.
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