Por Leonardo
Parrini
La política es
también el arte de sincerar la palabra. Sin embargo vivimos un mundo retórico
en el que las imposturas tamizan la realidad, encubriendo los hechos bajo el
disimulo de un supuesto halo de verdad. Un doble simulacro tiene lugar en el
discurso político. Lo dicho y lo no dicho, lo explícito y lo implícito de la
palabra oral. Muestra de ello fueron los discursos que por el 480 aniversario de
la Fundación de Guayaquil pronunciaron el Presidente Correa y el Alcalde
Nebot. La denotación de
la palabra fue un signo destacable de los discursos, es decir, el
significado literal de lo dicho como tónica de lo pronunciado. Diríamos que a
estas alturas de la vida pública del Ecuador, las metáforas sobran en política
y la necesidad de explicar y convencer hace necesario un tono explicativo y
directo, a ratos desembozado y con un cierto tufillo de descaro.
Nebot, agresivo
y altisonante, dejó claro cuál es su pensamiento actual y qué producto dirige al
populacho. Valiéndose de la coyuntura festiva del puerto en la que sus
habitantes se sienten más regionalistas que de costumbre, el Alcalde los
conminó a unirse porque “guayaquileños estaremos juntos porque somos uno solo
para que este Guayaquil de hoy solidario, eficaz, viva por siempre y para
siempre”.
Correa hizo de
su discurso una rendición de cuentas sobre la obra del Gobierno en Guayaquil y
destacó los recursos asignados a la ciudad en obras sociales. “Nuestro Gobierno
ha entregado obras con repercusión histórica que ha cambiado la vida de los
guayaquileños. Actualmente la pobreza por ingresos se ubica en 22%. En nuestro
Gobierno la pobreza sigue disminuyendo. Hemos tenido que enfrentar factores
externos negativos, a pesar de eso, ningún proyecto estratégico se detuvo. En
los 8 años de Revolución Ciudadana Guayaquil ha recibido $ 2 mil millones”,
señaló el Jefe de Estado.
En el fondo de
la trama política subyace una polémica que se relaciona con la ley de
Redistribución de la riqueza inspirada en un principio esencial: Toda excesiva acumulación de
riqueza es injusta, es inmoral, expresó el mandatario. Nebot sin ambages
hace una férrea defensa de la propiedad privada y la familia, dos valores traslapados en el sistema político que propugna la ideología neoliberal del Alcalde. Coludido con los empresarios que “crean valores y son pragmáticos”, según manifestó. Mientras que “un
pueblo empobrecido con necesidades insatisfechas no siente ningún respeto por
derechos fundamentales como la libertad…columna vertebral de cualquier
sociedad civilizada y democrática”, manjfesto Nebot. Un planteamiento que tiene por finalidad amalgamar, confundidos en un
mismo saco, a empresarios
ricos, pragmáticos, y empobrecidos incapaces de defender y respetar la libertad y la democracia. Un discurso que tiene los rasgos de la “mala fe burguesa” implícita
en las imposturas retóricas denunciadas por Mallac y
Eberbach en análisis semánticos.
Correa, directo
y didáctico manifestó: "Este impuesto
no es para ricos ni para pobres, es básicamente para especuladores que se enriquecieron en su calidad de
autoridades. Hablan en defensa de la familia pero que en realidad es para
defender intereses personales”. Nebot replica: "Guayaquileño y ecuatoriano: nunca te
des por vencido, ni aun vencido…Si la familia y la Patria requieren otro 9 de
octubre y otro 24 de mayo, pues venga…A luchar por ellas, guerreros de
libertad y progreso". Y la respuesta oficial no se hace esperar: “Si esto tiene costo, a resistir pueblo
ecuatoriano, pero cambiamos radicalmente el país ahora o no lo haremos nunca.
Saldremos adelante, con o sin ellos”.
Discursos
políticos que ya no requieren de metáforas. Sin embargo, en el trasfondo de las
arengas los mitos no serían otra cosa que la ideología concebida como falsa
conciencia. Retórica beligerante que habla
de una guerra verbal, a través de un diálogo de sordos que no escucha al otro y conduce en la práctica política al borde de enfrentamientos de insospechadas consecuencias.
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