Por Leonardo Parrini
Desde los barcos
estadounidenses emplazados en aguas internacionales, en el horizonte se avizoran
las costas de Siria, un país perteneciente al mundo árabe ubicado en la orilla oriental
del mar Mediterráneo. Barcos y aviones aliados de Francia e Inglaterra también
secundan esta aventura bélica estadounidense
fuera de sus fronteras.
No deja de ser paradójico que,
precisamente, cuando se cumplen 50 años del mítico discurso de Martin Luther
King I have a dream, que hablaba del
sueño de la paz y la justicia, el país del
norte se embarque en otra escaramuza bélica erguido en cancerbero del mundo.
Siria enfrenta una cruenta
guerra civil que ha cobrado más de cien mil víctimas entre los 20 millones de
habitantes, agobiados por el enfrentamiento entre el régimen socialista de
Bashar al Asad y los rebeldes que intentan su derrocamiento. Siria forma parte
del mundo islámico árabe donde conviven drusos alawitas y chiitas junto a minorías
étnicas asirias, armenias, turcas y kurdas y miles de refugiados palestinos.
En medio del fragor de la
guerra civil se habría producido un ataque químico de gas venenoso en la periferia
de Damasco en contra de la oposición que lucha con el régimen que dejó un saldo de más
de mil muertos, según fuentes de la Coalición Nacional Siria. El presidente
Asad ha dicho que “en realidad en esa
zona no hay una línea exacta de frente entre el ejército y la insurgencia
armada. ¿Acaso el Estado puede utilizar armas químicas o cualquier otro de tipo
de armamento de destrucción masiva en un lugar donde están concentradas sus
tropas? Por eso ese tipo de acusaciones son exclusivamente políticas”. La posición
estadounidense es categórica: el ataque fue químico, mientras que el régimen
sirio se muestra abierto a una comprobación de la ONU sobre la existencia de armas
químicas en su territorio. Los norteamericanos no quieren esperar el
informe de la ONU y han decidido desatar un ataque que no pueden garantizar que sea
limitado, intenso y breve como se ha manifestado.
¿Cuál es el propósito de EE.UU
en Siria?
Cualquier ataque de EE.UU y sus aliados contra Siria,
probablemente tendría como objetivo dar al presidente Bashar el Asad y a
Irán una lección sobre los riesgos que implica desafiar a Occidente, pero no
intentar cambiar el curso de la guerra civil, señalan observadores
internacionales. No obstante, fuentes
del Pentágono afirman que “el Gobierno tiene que decidir cuál es su objetivo,
un castigo para demostrar que existe un precio y restablecer un elemento
disuasorio, o cambiar el equilibrio del poder en Siria”. La suspicacia no
olvida que en 2011 EE.UU atacó a Libia, permitiendo a los rebeldes derrocar a
Muamar el Gadafi; luego de lo cual nunca se confirmó la existencia de armas químicas
en territorio libio.
La diplomacia cubana ha
manifestado que "una agresión contra Siria provocaría gravísimas
consecuencias para la convulsa región del Medio Oriente, constituiría una
flagrante violación de los principios de la Carta de las Naciones Unidas y del
Derecho Internacional y aumentaría los peligros para la paz y la seguridad, bajo
la mentira deliberada de la existencia de armas de exterminio en masa o con el
pretexto de la protección a civiles, que ocasionaron cuantiosas muertes de
personas inocentes, incluidos niños, a las que califican como daños
colaterales".
Los misiles norteamericanos
enfilan a las costas sirias fuera del alcance de su defensa antiaérea. En EE.UU
sólo un 9% apoya el ataque militar al país islámico. El Congreso estadounidense
reclama datos más precisos sobre la operación y recomienda la aprobación de
ambas cámaras para iniciar el fuego. Obama, con el dedo en el botón, está a
punto de activar un dispositivo bélico que deberá justificar legalmente si se
producen víctimas civiles, que es lo más probable que ocurra. El mundo asiste a
una nueva aventura bélica norteamericana que nos mostrarán las pantallas del televisor
y que, seguramente, subirá el rating de la CNN.