Por Leonardo Parrini
Como el título
de una vieja telenovela, la realidad política de Chile enfrenta a dos mujeres
en el camino de la Presidencia de la República. Dos mujeres que tienen algo en común:
ser representantes de un género que irrumpió potente en la arena política del país
sureño y ser herederas de un pasado complejo y dramático.
Una historia en
que sus respectivos progenitores, militares ambos, se encontraron en un recodo
del destino, para luego separarse con roles tremendamente diferentes: el uno,
el general de Aviación Alberto Bachelet, detenido, torturado y asesinado por la
dictadura de Pinochet por mantener su lealtad con el Presidente Salvador Allende. El
otro, Fernando Matthei, militar que al momento del golpe de Estado de septiembre
de 1973, se encontraba en Londres y que
regresó a Chile para dirigir la Academia de Guerra Aérea, el mismo sitio donde fue
torturado Bachelet, en subterráneos destinados para el funesto efecto.
Las dos mujeres,
Michelle y Evelyn, fueron incluso amigas desde la infancia, pero la vida se encargó
de trazarles sendas muy distintas. Michelle Bachelet, nacida en septiembre de
1951, se hizo médica pediatra y alternó la carrera de medicina, la política y
su maternidad de tres hijos, con decisión y temple. A sus 62 años Michelle va
por su segunda oportunidad como primera Mandataria chilena apoyada por una nueva mayoría
integrada por comunistas, socialistas y demócrata-cristianos, una fórmula que ostenta
el 47% de las preferencias en las encuestas.
Bachelet ha propuesto reformas que buscan
corregir el modelo económico y político heredado de la dictadura de Augusto
Pinochet, cuyos cambios sugieren ajustes tributarios que intenta recaudar 8 mil
millones por medio de impuestos empresariales que serían destinados a la
gratuidad de la educación, sentida aspiración de la juventud chilena. Además
Bachelet propone romper los cerrojos antidemocráticos de la Constitución
impuesta por el pinochetismo, vieja deuda de la izquierda con el país.
Evelyn Matthei, heredera de una tradición
derechista familiar, se dedicó a los estudios de piano e ingeniería comercial, y
se integra a la política en los años ochenta en el partido Renovación Nacional,
llegando a ser ministra del gobierno de Sebastián
Piñera.
El fracaso político de la derecha en Chile, en los últimos
cuatro años, constituye su mayor debilidad electoral, con apenas un 14% de
preferencia en las encuestas. Matthei plantea una reforma al sistema judicial
con un observatorio ciudadano, pero sin proponer cambios de fondo, porque considera
que las consecuencias sociales y económicas podrían ser rechazadas por los
chilenos. Matthei ha llamado a mantener la continuidad del Gobierno de Piñera.
A pocas horas de conocerse el desenlace de esta
historia, Chile enfrenta por primera vez el voto voluntario que deberá señalar
el camino propuesto por las dos mujeres líderes. Trece millones de chilenos
habilitados para emitir su voto podrían poner su marca en la nueva democracia
que se deberá inaugurar, una vez que una de ellas asuma la Presidencia del país
más desigual del mundo.
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