Por Leonardo Parrini
Encender la tele
es un ejercicio rutinario que abre una caja de sorpresas repetidas que
encandilan y atrapan en la vorágine de imágenes vertiginosas que no alcanzamos
a digerir debidamente. Desde sus inicios en los años
sesenta, la televisión ecuatoriana ha sido vista como el medio que refleja lo
real. Sin embargo, opiniones críticas la señalan como la “caja estúpida”, que
establece una falsa ilusión de la realidad.
Los canales
ofrecen una programación compuesta de noticieros, series, películas, farándula,
concursos, etc., y salvo excepciones que aportan información a la audiencia -Mitos y Verdades, Minicons, Ecuatorianos en
el mundo, Ecos, Día a Día, La Televisión, PluriTV, Visión 360, Arcandina-, la
televisión ha sido el medio de manipulación de empresas vinculadas que creen
ser intocables y únicos dueños de la verdad.
La oferta en pantalla
es llamada, no sin razón, "televisión basura", espacios de dudosa
calidad que se los protege afirmando que sólo “reflejan” la realidad. El
Presidente Rafael Correa ha mantenido constante
enfrentamiento con medios acusados de "corruptos, mentirosos y mediocres",
bajo una mirada que desnuda la imposibilidad de una comunicación mediática
desprovista de intereses políticos y económicos. La audiencia ve televisión por
distraerse y en busca de noticias, pero crítica sus contenidos de baja calidad.
Mirada
de la autoridad
Desde la
vigencia de la Ley de Comunicación en junio de 2013, el Consejo de Regulación y
Desarrollo de la Información y Comunicación, CORDICOM, realiza estudios de
temas que vulneran el derecho ciudadano a la comunicación. Los ítems revisados
se refieren a contenidos discriminatorios, violentos y sexualmente explícitos. Hernán
Reyes, ex consejero de CORDICOM, reconoce que la aplicación de la norma “ha
tenido un impacto medianamente significativo, pero aún existe una serie de programas
televisivos que estigmatizan y abiertamente ofenden a grupos sociales por su
orientación sexual, género, etc.” No obstante, esta situación ha mejorado, ya
que “han desaparecido espacios de humor ofensivo como Vivos, Mi recinto, La pareja feliz que fueron demandados y sancionados.
Reyes plantea que “no existen parámetros para distinguir qué son contenidos
violentos”; y así la violencia “perdura sin mayor cambio”, porque genera buen
rating. Los contenidos sexualmente explícitos están permitidos en franja
horaria a partir de las 22h00.
Los canales nacionales exhiben contenidos “alienantes,
faltos de identidad propia, mercantilistas e ideologías” emitidos en condición
de actores políticos, con mensajes sesgados
y parcializados, “sin mucha voluntad de los involucrados para responsabilizarse”,
según la autoridad. La audiencia continúa expuesta a programas catalogados como
telebasura: formatos que apelan a un
periodismo amarillista, crónica roja y enfoques banales que trivializan y
distorsionan los hechos. Una diversidad temática consumista se inclina por “la
farandulización de la realidad, escandalización de la política, sin indagar si es
o no cierto lo que se dice”, señala Reyes.
La televisión tiene una asignatura pendiente,
“hemos avanzado muy poco en contenidos de calidad, inclusive en medios públicos”,
plantea el consejero de CORDICOM. Existen canales incautados “sometidos al imperio
del rating que compiten en iguales términos de baja calidad con canales
privados”. Bajo esta situación subyace una estructura mercantil que domina el
escenario de la televisión, rigiéndose por la lógica de la dictadura del rating que representa auspiciantes e
ingresos económicos. Estos condicionantes determinan que las televisoras
ofrezcan contenidos que complacen el gusto masivo sin importar la calidad.
El cambio hacia una televisión distinta, no es fácil. Falta diversificar la programación para que la audiencia, en paulatina educación, adquiera con nuevos referentes un sentido crítico frente a lo que consume. La ley de comunicación debe superar la visión punitiva que solo busca aplicar sanciones y la norma debe propiciar diálogos con sectores involucrados y fortalecer los derechos de grupos y minorías frente a contenidos atentatorios a su dignidad. En definitiva, mejorar la calidad de la sanción, sesgar menos y explicar por qué se sanciona. En reenfoque de su rol, el Estado debe entender la comunicación más allá de la propaganda, ya que ese discurso se muestra agotado. Escuchar a la audiencia para conocer sus preferencias como un intermediario entre la sociedad y los productores de televisión. En esa nueva cultura televisiva encenderemos el receptor, sin temor a sentirnos agredidos por los chicos de la tele.
El cambio hacia una televisión distinta, no es fácil. Falta diversificar la programación para que la audiencia, en paulatina educación, adquiera con nuevos referentes un sentido crítico frente a lo que consume. La ley de comunicación debe superar la visión punitiva que solo busca aplicar sanciones y la norma debe propiciar diálogos con sectores involucrados y fortalecer los derechos de grupos y minorías frente a contenidos atentatorios a su dignidad. En definitiva, mejorar la calidad de la sanción, sesgar menos y explicar por qué se sanciona. En reenfoque de su rol, el Estado debe entender la comunicación más allá de la propaganda, ya que ese discurso se muestra agotado. Escuchar a la audiencia para conocer sus preferencias como un intermediario entre la sociedad y los productores de televisión. En esa nueva cultura televisiva encenderemos el receptor, sin temor a sentirnos agredidos por los chicos de la tele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario