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domingo, 3 de abril de 2016

LUIS EDUARDO AUTE: UNA TRILOGÍA VITAL


Fotografia de Leonardo Parrini
Por Leonardo Parrini

Vino desgarbado, mayor poeta tal vez, sintiéndose más libre en aquella condición que no nos reclama nada de la vida. Luis Eduardo Aute, invitado por el festival de poesía Paralelo Cero,  realizado en marzo, publicó una antología de poemas y canciones, cantó guitarra en mano y confirmó su arraigo a esta tierra que de alguna manera es también la suya. Con aire de ausencia y andar bamboleante se acerca, saludamos y nos instalamos a conversar como dos amigos que se encuentran, luego de algunos años de haberle entrevistado con motivo de una muestra de su pintura en la Fundación Guayasamín. La trayectoria de su vida me enfrenta a la trilogía vital del cantautor, poeta y pintor que perviven en su sensibilidad de artista multifacético y completo.     

En esta trilogía vital, ¿te sientes más tú mismo como pintor, cantautor o poeta?
Desarrollar la imaginación a través de un medio requiere de una cierta incomodidad. En donde menos incómodo me siento es cuando me encierro en el taller pintando, fabricando imágenes, manchándome con los colores e intentando construir formas en un espacio en blanco. Me siento muy descargado, me descarga mucho, eso de no tener que responder a ninguna regla de juego. Pintar es hacer lo que te dé la gana. Trabajar con palabras, que son muy capciosas, requiere de mucha entrega y mucho rigor y la música también. Pintar es un acto de plena libertad y ahí me siento más yo mismo porque es una expresión directa. No hay ningún intermediario. En la música hace falta un instrumento, respetar unas reglas de juego armónicas, de ritmo, que no son para respetarlas, pero hay que respetar.

¿Qué tienen en común estos tres oficios?
El denominador común de estos lenguajes es evitar la visita al psicoanalista, resulta mucho más positivo, mucho más barato que pagar un psicoanalista, comprarte unas pinturas y ponerte a inventar imágenes o hacer música. En mi caso, creo que estaría en un manicomio si no tuviera la posibilidad de fabricar imágenes, sonidos y cualquier cosa que pueda comunicar emoción o transgresión. Yo creo que el llamado artista es un inadaptado, en términos generales se comunica mal con los demás y la mejor forma que ha encontrado para comunicarse es escribiendo, haciendo música o pintando, a través de su capacidad de expresarse.  

Este tiempo de crisis, es un tiempo propicio para la poesía…
Yo creo que nunca fue tiempo para la poesía, eso es un bluf. Es un concepto, pero puede haber un poema que no sea nada poético. La poesía está en toda las relaciones humanas, es intentar tener una mirada un poco más allá de lo obvio y crear otra visión de la realidad, arrojar una luz en aquello que no se ve demasiado claro. Es pura necesidad de supervivencia, incluso para aquellas personas que consideran que la poesía nunca tuvo función, ni razón de ser. Estoy seguro de que no entenderían su vida si no tuvieran en algún momento una necesidad de trascender la realidad que están viviendo a través del sexo, del alcohol o de las drogas. La necesidad de trascender del plano de la realidad es una dinámica poética.

Se cree que la poesía no da réditos contantes y sonantes, ¿cuál sería su sentido profundo,  aquella trascendencia…?
Si, esa trascendencia. La poesía es el salto al vacío, es imaginar lo que se te venga en gana e intentar encontrar luz donde hay nada más que oscuridad, para luego volver a encontrar más oscuridad. Es una capacidad de introducir magia. Poesía y magia es lo mismo. A todos nos hace falta un poco de magia. Hay muchas situaciones en la vida en las que uno se entrega para que lo engañen un poco, que perviva otra realidad de la que se vive todos los días. La poesía escrita nunca se vendió, siempre fue perseguida, los trovadores eran perseguidos. Nunca fue mayoritaria la poesía.  

Neruda dice que la poesía tiene una capacidad demoledora y Gabriel Celaya confirma que es un arma, ¿lo crees así?
La poesía tiene la capacidad inmediata de reinventar el mundo como uno cree que debe ser, y puede ser dinamita pura para derrumbar cualquier tipo de imposición del poder. Es la libertad absoluta y absolutamente imprescindible para la supervivencia. En el amor, o hay esa música que es poesía en la pareja que está haciendo el amor o es puro aérobico de genitales. Quien más y quien menos, necesita en algún momento de su vida salir un poco de la realidad y vivir con otra sensibilidad. La abducción poética es la magia que te lleva a cualquier lugar.

Se te otorgó en Ecuador el Premio Poeta de Dos Hemisferios y publicaste, además, el libro De un tiempo a esta parte…
Bueno es mejor que haya premio a que no, son homenajes. Estoy en esta etapa que corresponde a los premios y a los homenajes. Yo lo agradezco mucho y prefiero que me los hagan en vida y no en la tumba. Produce cierto alivio que lo que se hizo aquí no fue en vano. El libro es una antología seleccionada por Xavier Oquendo, a su manera, de poemas, canciones o poemigas. Es una edición muy cuidada, está muy bien, muy bonita.

Alguna vez dijiste: Creo que a lo largo de la vida vamos matando, poco a poco, el niño que fuimos…somos verdugos de nosotros mismos ¿Sigues siendo ese niño, cómo te gustaría que te recordemos?
Ese es un problema suyo, no mío, (ríe). Me da igual cómo me recuerden, no voy a estar aquí... Sí me importa que mis hijos tengan un buen recuerdo de su padre, eso cada vez me importa más. Quisiera que no estuvieran demasiado desengañados del padre, pero creo que todos estamos obligados a matar al niño que fuimos. Recuperamos un poco ese niño cuando tenemos hijos. El hecho de intentar crecer con él es un poco recuperar a ese niño que todos lo tuvimos muy arrinconado, y de eso hay una cierta mala conciencia. Entonces, cuando se tiene un hijo uno intenta compensar ese mal trato al niño arrinconado con el niño que es fruto de su vida, e intenta en el juego, revivir la infancia.

El poeta elige una ventana que da a la calle para concederme una toma fotográfica. Observo a este creador en su trilogía vital, a través del lente de la cámara, y veo revivir el eterno niño que habita en Luis Eduardo Aute.

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