Por Leonardo
Parrini
Nuestros
políticos viven tan amargados, que mientras más conservadores son, más
quejumbrosos lucen. Esto recuerda la afirmación de Lenin que dice que el humor es
revolucionario. Porque cambia la vida por contraste. Percepción que coincide con la visión del humorista
chileno Coco Legrand, quien afirma que desde el humor se pueden construir cosas,
a través de mirarlas de diferente forma. No obstante, los políticos criollos insisten en
mirar la vida unilateralmente con el ceño fruncido, en una clamorosa vetustez
de espíritu.
El humor es una
perspectiva de la vida. Aquella que desde el latín oris, presenta la realidad
resaltando el lado absurdo de las cosas. Pero nuestros políticos son muy circunspectos
y se toman la vida con una gravedad pasmosa. Como si la ausencia de sonrisa en
la cara proporcionara réditos de imagen. Coco Legrand dice que construimos una “memoria
ontogénica” donde guardamos la historia de nuestro cuerpo y de nuestra propia vida.
¡Qué guardarán en su memoria nuestros políticos que destilan tanta mala leche! El país en el que viven es el territorio de la
amargura. Auguran desastres por doquier, con intención apocalíptica, como si tuvieran una bola de vidrio para predecir futuros catastróficos.
El humor no es
moralista, carece de sentencias. El sarcasmo es una ironía agresiva, es el
reverso mismo de la sátira. Freud afirma que al leer cualquier ironía, leemos
la vida misma. La ironía enuncia lo que debiera ser fingiendo creer que es. El
humor se ciñe a lo real afectando creer que así debe ser. Pero nuestros políticos
practican una moral sin ética, es decir moralina sentenciosa. Su sentido del
humor –acaso lo tienen- no tiene sentido. Jankelevitch dice que el humorismo es
una ironía que termina en seriedad. Esto explicaría el humor de los políticos criollos:
una extensión de sus propias amarguras y frustraciones. Es decir, mal humor.
Los políticos que
se oponen a todo se vuelven vocingleros del desastre y van a la televisión con cara
de asesinos agresivos. Proyectan una imagen de seriedad como una malgastada
estrategia de marketing político, como si la amargura les ayudara a vender una retahíla de ideas trasnochadas. Herencias
perdidas, impuestos no tributados, libertades conculcadas, democracias
fallidas, todo sirve de repertorio a la amargura opositora como sinónimo de pesimismo.
Oponerse al cambio social es predecir lo malo. Practican la desmoralización, una falta
de moral que da a entender lo contrario de lo que se dice con palabras contrapuestas
al pensamiento.
Acaso por eso los políticos opositores a todo lo que huele a revolución, no
tienen proyecto viable. No logran unidad en torno a nada, no motivan más que
odio. Lo suyo es escarbar en la carroña del pesimismo. Organizan caravanas de
mal humor, convocan a marchas fúnebres y se convencen a sí mismos que viven el
apocalipsis. Los políticos opuestos a todo, desde mezquinos feudos regionales o
empresariales, ensayan la estratagema de dar la vuelta al reloj de la historia.
Se ponen y oponen serios, muy serios, y añoran la vuelta al pasado. Su deporte nacional es boicotear la plenitud
de un país que ya cambió para bien. Un esperpento de mal humor reaccionario.
1 like. Pero hay algo más allá. Algo que sabe a buen humor, a cooperación, a comunidad, a puro amor por la naturaleza y sus aciertos, libre de las pretensiones humanas de tener el control sobre ella, algo, sobre todas las cosas. Siempre. Y esto que no es ni gobierno, ni oposición, llámese como quiera llamarse: anarquismo, nueva escuela, pazyamorsismo, como sea lo realiza en medio de la bronca que tanto frustra a unos e inspira la pluma de otros. Es un nuevo movimiento de gente que se da al 100% por lo que hace, cada día a cada minuto, no para publicar creyendo que hay una esperanza de que acabe lo uno, rechazando lo otro o solo para mover unos hilos de algunas marionetas. Es una realidad que ha comprendido que esas fuerzas en oposición que en todas partes meten sus manos enlutadas y enlutantes, se alimentan por la misma existencia de su contrario. Es un nuevo aire fresco que pasa por encima de todo eso.
ResponderEliminarMe entendi? Jajaja... corazón mata cerebro!
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