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martes, 28 de julio de 2015

CINE CHILENO, MEMORIA DEL SILENCIO

Por Leonado Parrini

El cine es memoria. En el resplandor de la pantalla grande en la oscuridad de la sala de proyección, suele ser memoria cruel. Ese mismo contraste provoca el cine cuando en afán hurgador devela el silencio vertido sobre ciertos hechos. Silenciar es el verbo inherente a la impunidad del poder. Chile es un país que guarda silencio sobre acontecimientos esenciales de su historia; entre otros, los actos terroristas cometidos por el Estado contra ciudadanos armados de la utopía de cambiar el mundo por un territorio de justicia. El consuetudinario silencio de los chilenos frente a la represión y atentados contra los derechos humanos cometidos por las dictaduras militares, muestra cómo en el país sureño subyacen crímenes sin que hasta el dia de hoy sean debidamente aclarados por la justicia. Este es el caso del fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri y las graves lesiones provocadas a Carmen Gloria Quintana, quienes fueron quemados vivos por una patrulla militar en 1986.  

Frente a casos de represión no resueltos aun por la justicia, la presidenta Michelle Bachelet, ha exhortado a los chilenos a romper el silencio. El propio padre de la Presidenta,  general de brigada de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, fue torturado y asesinado en marzo de 1974 por militares en la dictadura de Pinochet. “Basta ya de silencio”, exhortó Bachelet a la ciudadanía para que entregue información que permita sancionar a los responsables de las masivas violaciones de los derechos humanos cometidas por la dictadura de Augusto Pinochet. El crimen de Rojas y tortura de Quintana se mantuvo impune hasta que la justicia logró resultados con ayuda de un testimonio del conscripto Fernando Guzmán, partícipe de los hechos. “Hay personas que saben la verdad de muchos casos que permanecen sin resolver y Chile les pide que sigan el ejemplo del conscripto Fernando Guzmán y que ayuden a reparar tanto dolor”, dijo la presidenta Bachelet.

Memoria viva

La dictadura de Pinochet, desde 1973 a 1990, dejó 3.200 víctimas entre muertos y desaparecidos durante los 17 años que duró el terror gubernamental. Estos hechos fueron narrados en un documental realizado por el cineasta Miguel Litin a su regreso clandestino a Chile. Basado en el testimonio directo de los torturados, presos y familiares de las víctimas, el filme revela cómo chilenos comunes y corrientes junto a gente de movimientos de la resistencia operan en la clandestinidad. Litin sostiene una entrevista con un líder de la insurgencia mientras es conducido con los ojos vendados hacia un hospital donde se encuentra “recluido después de haber sido rescatado de un hospital público por un escuadrón subversivo”. El documental tenía el propósito de “mostrar al mundo la brutal represión durante la dictadura y avergonzar al régimen de Pinochet al revelar las redes de gente joven trabajando para derrocar a la dictadura”.

Hoy un nuevo filme rompe el silencio en Chile, esta vez sobre un episodio de represión política ocurrido en los años cuarenta. El director chileno Pablo Larraín, ve cómo Pablo Neruda protagoniza una reveladora historia bajo el gobierno de Gabriel González Videla. El poeta se ve obligado a salir de Chile cruzando la cordillera a lomo de caballo para esquivar la represión anticomunista del gobierno. “Neruda entiende que, si logra escapar, conseguirá que su voz sea más fuerte, más grande, más escuchada. En esta vuelta, se transforma en un gigante, en una leyenda”, dice Larraín. Neruda en 1948, con 44 años, siendo senador critica al Gobierno desde el Congreso y es desaforado. El policía Peluchonneau persigue a Neruda y su esposa, que intentan infructuosamente salir del país. En la clandestinidad el poeta escribe Canto General, su leyenda se agiganta y provoca que Pablo Picasso clame por su libertad.

El filme de Larraín que está en rodaje en las locaciones de Santiago, Valparaíso y Buenos Aires, tendrá su estreno en el 2016. Los actores protagónicos de la película son latinoamericanos: Neruda es interpretado por el chileno Luis Gnecco; su esposa, Delia del Carril, está representada por la actriz argentina Mercedes Morán. El policía Óscar Peluchonneau que persigue al poeta, es encarnado por el mexicano Gael García Bernal. Un esfuerzo de producción que, más allá de la ruptura del silencio frente a la impunidad del poder, constituye un grito de esperanza de los chilenos, todavía en sordina.  

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