Por Leonardo
Parrini
El affaire
destapado por la justicia estadounidense que denunció el entramado de
corrupción en el seno de la FIFA relacionado con sobornos, lavado de dinero y
estafas para viabilizar derechos de televisión, tiene resonancia política de
alcance mundial. La polémica desatada entre las potencias internacionales cobra
sentido ideológico mientras las investigaciones se encaminan a determinar la
conexión existente entre la FIFA y los bancos de Wall Street. Según investigaciones, las entidades bancarias de
EE.UU fueron utilizadas para la transferencia ilícita y el blanqueo del dinero
de sobornos en el corazón del sistema financiero norteamericano. El documento
de la indagación iniciada por la justicia de ese país afirma que “los imputados y sus conspiradores
dependían enormemente del sistema financiero de EE.UU para que la trama pudiera
funcionar”. Precisamente, ese detalle dio pábulo al sistema legal estadounidense
para intervenir en el asunto.
En tanto, en Rusia el presidente Putin afirma que EE.UU “abuso de su poder”. Una intervención
que puede afectar la realización del mundial de futbol agendado para el
año 2018 en Rusia. La designación de ese país como sede del próximo torneo de futbol está
cuestionada a partir del escándalo en el interior de la FIFA. Legisladores norteamericanos
mencionaron que “todos los miembros del organismo (parlamentario), están
sometiendo a Rusia a sanciones por el conflicto en Ucrania” y que el próximo
lugar de la Copa del Mundo 2018 debe ser “seguro y exitoso”. Sobre el caso de la FIFA, Putin consideró que las detenciones de altos
responsables por corrupción buscaban impedir la reelección como presidente del
organismo de Joseph Blatter, que habría sido presionado para impedir la
celebración del Mundial de Fútbol en Rusia en 2018. Esto es “otro claro intento de EE.UU de
extender su jurisdicción a otros Estados”, añadió
Putin
¿Qué intereses tiene EE.UU en este affaire?
En primera
instancia, existe interés de la justicia estadounidense en aclarar las implicaciones
de un hecho consumado: “los empresarios acusados hicieron un uso fraudulento
del sistema financiero con transferencias de dinero fruto del chantaje”. En la
danza de los millones ilícitos están involucradas instituciones “que sirvieron
durante todos estos años de canal para facilitar los pagos ilícitos, entre
ellas los colosos estadounidenses JPMorgan Chase, Citigroup y Bank of America,
la británica HSBC y la suiza UBS”. Las investigaciones apuntan a establecer si
“estas firmas eran conscientes de que esas transferencias eran fruto de una
actividad ilegal”.
No obstante, poco o nada se dice de las empresas
informativas que sobornaron a la FIFA para obtener los derechos de transmisión
de televisión, lo que convierte al hecho en un fraude mediático. El cálculo del
total de los pagos ilícitos hechos a directivos de la FIFA asciende a 150 millones
de dólares durante el periodo de 24 años que duró el affaire. De esa cantidad
se conoce que 110 millones están relacionados con Copa America Centenario que
se disputara por primera vez en los EE.UU en junio del 2016. El fiscal neoyorquino Kelly
Currie dejó en claro que “los directivos de la FIFA celebraron varios
encuentros en Nueva York con los empresarios que buscaban su posición de
influencia para hacerse con la negociación de los derechos de los torneos y
otras actividades promocionales". En el complejo entramado de futbol, dinero y
política, el affaire de la FIFA pone al descubierto un hecho innegable: los
prosaicos intereses económicos y las presiones políticas entre las potencias son
un componente consustancial al deporte. Prácticas que en este affaire hacen un
patético foul al juego limpio. Sin duda el futbol, pasión de multitudes y negocio
jugoso de unos cuantos tocados por la fortuna, debe remarcar, más temprano que
tarde, la cancha de la ética.
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