Por Leonardo Parrini
La anunciada
reedición del libro Mi Lucha (Mein
Kampf) escrito en 1924 por Adolfo Hitler, cuando se encontraba en prisión por
su fallido Golpe de Múnich, revive un viejo dilema: ¿hasta dónde ser respetuoso
de la diversidad del pensamiento como gesto de tolerancia intelectual? La publicación
próxima del libro base del nazismo, anunciada oficialmente por el Estado alemán
de Baviera como titular de los derechos de autor, ha desatado la polémica en
torno a la libertad de pensamiento y acción. Libertades que se complementan a
la hora de interpretar el mundo, asumiendo que la palabra puede resignificar la
realidad, mentir o manipular las acciones de los hombres.
Mi Lucha, ese panfleto delirante
-como lo califica Esther Bendahan- “es símbolo de un pensamiento criminal,
origen de una ideología asesina de ideas
fuerza que han sobrevivido a la razón durante siglos”. Libelo que debió
fenecer de muerte natural, de no ser porque no ha sido condenado a muerte por
la razón. Un texto que, según la autora, es un símbolo del horror que se antepone
a la idea de que la humanidad es única, no obstante Mi Lucha está en contra de la humanidad porque declara, lisa y llanamente,
que unos merecen morir. El crítico Fernando
Aramburu considera que ante la publicación del libro de
Hitler “se trata, por consiguiente, de conocer y aprender, no de reabrir
antiguas heridas. Hecha con voluntad didáctica y el debido tacto, juzgo
admisible la publicación del Mein Kampf. Espero que contribuya a desactivar el
mito, mostrando la verdad desnuda de un libro trivial, saturado de propaganda
histérica y superstición”.
En las páginas
de Mi Lucha subyace el perfil del
proyecto de gobierno de Hitler, con sus tesis aun por llevar a la práctica; es
decir, lo que ahora conocemos por referencia histórica de lo que fue el
nazismo. El texto es una exaltación al nacionalismo alemán con fuerte sesgo
antisemita, que identifica al complot judío
como causa de los males del mundo y origen de todos los problemas de Alemania
de entonces. Con un precedente en el texto Los
protocolos de los sabios de Sion, el libro hitleriano advierte sobre el
peligro judío que pretende ganar el liderazgo mundial, y narra cómo su autor
postuló el anti judaísmo y el militarismo que impuso posteriormente en el
poder. Mi Lucha posiciona la idea de
que los males gemelos del mundo son el comunismo y el judaísmo y anticipa su propósito
de erradicarlos de la tierra. Concomitantemente anuncia “el nuevo destino histórico” del pueblo alemán,
que incluye el expansionismo hacia el este y el ataque militar a la Unión Soviética.
Hitler parodia la idea nietzscheana del súper
hombre (así se define a sí mismo) como el individuo en capacidad de autogenerar
sus propios valores exacerbando su voluntad de poder. Hitler se basa en un
escrito del norteamericano Henry Ford El judío
internacional: El problema del mundo, fundamentado sus ideas en quien fuera
su financiero y admirador de sus principios ideológicos.
La eventual publicación
de Mi Lucha permite reflexionar
acerca de un tema actual: qué es mejor prohibir o sugerir. Un viejo dilema de
todo sistema educativo, de toda política pública y de todo afán de influir en las
nuevas generaciones. Tratar de impedir la publicación de Mi Lucha a estas alturas de la vida, cuando todos tenemos acceso a
todo, en teoría, es como intentar tapar el sol con un dedo. La vida en su rica
complejidad enseña que es mejor sugerir que prohibir, y que aun el peor de los males
de este mundo merece ser conocido, bajo el resplandor de la luz cenital de la verdad.
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