Por Leonardo Parrini
Escucha mis palabras
Oh señor
Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios
amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gánster.
Porque tú no te sientas en la mesa del tirano…
Así rezan uno de
los versos del poeta Ernesto Cardenal, religioso amonestado en forma humillante
por Juan Pablo II, durante su visita a Nicaragua en 1983. En un gesto carente de toda humildad no le permitó besar su mano y le dijo: !Usted tiene que regularizar su situación! Han transcurrido tres
décadas del incidente y la figura de Cardenal como sacerdote entregado a la causa
de los pobres y militante de la revolución sandinista, pervive en la memoria de
los pueblos latinoamericanos. Cardenal refiere en estos términos el incidente: De las primeras cosas del Papa cuando pisó
suelo nicaragüense fue la humillación pública que me hizo en el aeropuerto
enfrente de todas las cámaras de televisión. Aunque no me cogió de sorpresa
porque estaba preparado para ello.
Eran los tiempos del Papa peregrino, Juan Pablo
II que decidió la diplomacia vaticana directa para enfrentar una década
de conflictos irresolutos en el continente latinoamericano. Así también Juan Pablo II visitó Chile,
en plena dictadura militar de Pinochet, con quien impartió la bendición en un acto
de masas y se sentó a la mesa del tirano. La rigurosa diplomacia del Vaticano
por esos años hacía que el Papa se convirtiera en un embajador plenipotenciario,
con todos los poderes de negociación frente a los gobiernos con los que
entrababa relación directa durante sus giras. La vertiginosidad con que Juan Pablo II se convirtió en santo es otro de los temas polémicos en torno a la beatificación
de este prelado. Los circulos católicos del Vaticano habituados a esperar hasta
dos siglos para ver surgir un nuevo santo, se han sorprendido ante la premura imperante
en la canonización del Papa polaco. La carrera de hacer santos en la
Iglesia católica se vio notablemente fortalecida durante la gestión de Karol
Wojtyla que realizó 482 canonizaciones en los 27 años de su papado. Cifra superada
por Francisco que en dos años ha aumentado a 800, incluido tres casos donde no
se han realizado los dos milagros reglamentarios establecidos por el Vaticano para
la canonización de un aspirante a la santidad.
Un santo
cuestionado
La ceremonia de canonización
de Juan XXIII y de Juan Pablo II está rodeada de polémica por ser la primera
vez en 2000 años que se nombra a dos santos a la vez. Y la pregunta obvia cuestiona
cómo la iglesia católica rompe con sus propias tradiciones: ¿cómo
decide la Iglesia santificar a un hombre que también fue pecador? ¿Cuáles deben
ser sus méritos? Y ¿se lleva a conciencia la investigación sobre su vida
ejemplar, así como la de los dos milagros que hasta el momento el mismo
Vaticano pedía confirmar? El caso de Teresa de Calcuta es sintomático, ya
que se encuentra suspendido, porque aún no se certifica sino un solo milagro atribuido a su persona. El Italiano Angelo Giusepe Roncalli -Juan XXIII- fue
considerado como un Reformista, humilde y cercano a la gente; el polaco Karol
Wojtyla -Juan Pablo II- fue más bien destacado por su carisma y su capacidad de
seducir multitudes, generando un verdadero culto de la personalidad. ¿No
debería recaer la beatificación en vidas ejemplares más allá de su
trascendencia política?
La pregunta es pertinente puesto que en los
casos de Juan XXIII y Juan Pablo II, es obvio que su roles políticos jugados
en sus sendos contextos contribuyeron a que la jerarquía eclesiástica pusiera sus
ojos en su innegable influjo político para elevarlos a los altares. En el caso
de Juan XXIII se trata de un pontífice que jugó un papel decisivo en la consolidación
de la iglesia en los años posteriores a la Guerra Fría que dividía al mundo. Su
intervención directa en algunos conflictos lo hizo acreedor a la figura de
mediador político. El caso de Juan
Pablo II, es singular ya que aunque muchos han de hacer la vista gorda ante los
numerosos informes de abusos sexuales dentro de la Iglesia, “la presión para
canonizarlo fue tan grande que habría sido casi imposible para Francisco
evitarlo”.
Pero las objeciones no terminan allí. Juan Pablo II se caracterizó por su abultado peregrinaje por países del mundo que, luego de su visita, experimentaron cambios en sus políticas o giros de rumbos definitivos. El caso de Polonia es el más notable en aquellos días en que el sindicato Solidaridad, conducido por el dirigente disidente Lech Walesa, se enfrentaba al régimen comunista. El Papa, en abierta intervención llamó a dar por terminado el sistema socialista en su tierra natal. Eso marcaría el principio del fin del socialismo real en toda Europa oriental. Considerado como un viaje que cambio la historia, la presencia en junio 1979 de Juan Pablo fue decisiva en la ex nación comunista con cuyos dirigentes, en principio opuestos a su presencia en el país, negoció arduamente su visita. El cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia reconoce en estos términos la influyente visita de Juan Pablo II a Polonia: Hoy sin duda podemos decir que su primera peregrinación a Polonia fue el más importante de todos los viajes papales porque desencadenó un proceso de cambios increíbles a nivel mundial. Todo empezó en aquellos días.
La versión de Dziwisz
es nítida al momento de explicar la influencia del Papa viajero: Juan Pablo II siempre rechazó la doctrina
del "compromiso histórico" según el cual Occidente e incluso la
Iglesia habrían debido considerar al marxismo como un elemento decisivo del
desarrollo de la historia. Estaba convencido de que el futuro no pertenecía ni
al marxismo ni a la lucha de clases. Con la misma determinación, Juan Pablo II
se opuso a los intentos de incluir el análisis marxista en la doctrina social
de la Iglesia en el ámbito de la teología de la liberación. Para él, el
desarrollo de la humanidad pasaba por la posibilidad de elegir y por los
derechos humanos. Estaba a favor de los derechos de la persona y de la
intocable dignidad del hombre. El discurso de Gniezno marcó el inicio de la
caída del telón de acero que entonces dividía a Europa. ¡La caída del Muro
empezó allí, no en Berlín!
¿Por qué se
santifica a un Papa anticomunista?
En contraste, la
visita de Juan Pablo II a Chile estuvo marcada por la presencia en el poder del
dictador Augusto Pinochet a quien saludó con sonrisas y compartió el podio mientras
las fuerzas del orden reprimían brutalmente a los manifestantes en contra de la
dictadura. Los sectores opuestos a la canonización de Juan Pablo II argumentan que
"Las
razones tienen que ver con la realidad que se vive aquí en América Latina o
cómo se vivió en América Latina ese pontificado que significó para muchas
iglesias un proceso prácticamente de persecución, de censura, de combate de una
experiencia eclesial que nació en nuestro continente a partir de las
comunidades eclesiales de base y de la teología de la liberación". Además de razones de
índole ideológica, quienes se oponen a la santificación de Juan Pablo II señalan que hay hechos que
inciden en uno de los capítulos más polémicos de su mandato: los casos de
pederastia entre el clero católico. En América Latina, su relación con el fundador
de los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel, cobra para
los detractores de la canonización de Wojtyla un relieve especial. Maciel,
fallecido en 2008, acompañó a Juan Pablo II en sus visitas a México en 1979,
1990 y 1993 y está acusado de haber cometido abusos sexuales contra menores
desde la década de los 50.
La humanidad está
transitando de la fase de las religiones a la fase de las espiritualidades
libres. Nunca antes en la historia regiones sumisas y creyentes, como
América Latina, se habían insubordinado a los designios de los imperios
cristianos. Sectores opuestos a la decisión de Francisco han manifestado su
rechazo a la canonización de Juan Pablo II, puesto que “no sólo respaldó y se fotografió con el asesino y dictador Augusto
Pinochet (1987), sino que fustigó duramente a las y los católicos activos en
las luchas revolucionarias centroamericanas. Humilló y dejó que asesinaran al
Arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, un activista de la liberación
popular. Censuró y silenció cerca de 20 teólogos de la liberación. No sólo fue
abiertamente homofóbico, sino que protegió abiertamente a curas y obispos
pederastas. Premió a los banqueros “criminales” articulados en el Opus Dei con
el estatus de Prelatura Personal a cambio de la inyección de cuantiosas sumas
de dinero en el oscuro Instituto para las Obras Religiosas”. Según sus
detractores el sistema occidental-cristiano
necesita de íconos sagrados para
desmovilizar y castrar la insubordinación sociopolítico religioso creciente, y
así alargar su hegemonía. Asi el nuevo santo asciende al cielo en medio de la más candente polémica terrenal.
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