Por
Leonardo Parrini
Las consultas están de moda. Si, se han
convertido en el signo de los tiempos incluyentes y democráticos que vive Ecuador. Todo mundo
consulta a todo mundo buscando decisiones que emanen de la voluntad popular. La
decisión presidencial de explotar los recursos petroleros que subyacen en el
Yasuni, y la posterior declaración de interés nacional por parte de la
Asamblea a esos territorios amazónicos, debieron ser suficiente para
emprender la industria hidrocarburifera del ITT, en tres puntos: Ishpingo,
Tambococha y Tiputini que se convierten en la llave que abrirá los flujos de
riqueza natural y económica que, se dice, sacará del retraso a la región más
empobrecida del país y, al mismo, tiempo la más rica en recursos naturales no renovables.
Dos consultas están en marcha. La Consulta
Previa, Libre e Informada para el bloque 43 ITT que lleva a efecto el Estado
ecuatoriano a través de la Secretaría de Hidrocarburos y la Consulta Popular,
impulsada por el colectivo Yasunidos, prerrogativa constitucional pertinente en
casos de polémicas decisiones que emanen del poder. La primera, Consulta
Previa, es aplicada por derecho propio se dice, o sea basándose en el
privilegio que tienen los pueblos amazónicos por el simple y determinante hecho
de haber nacido en ese territorio. La Consulta Popular, es supuestamente vox
populi, es decir, relativa a la razón que otorgan las mayorías electorales, -de
suyo, cuantitativamente minoritarias- respecto al conjunto de la población.
Pero así es la democracia representativa: indirecta y eufemística, funcional a
los propósitos políticos originados desde el poder o desde el acervo popular.
Manualita la democracia, permite que se estire, se moldee, se encaje como
anillo al dedo para todo intento de legitimación política. Y ahí surge el
primer escollo de la Consulta Popular. ¿Quién concede certificado de garantía y legitimidad a un hecho político? En el supuesto -no consentido- de que ésta se
la ejerza entre un conglomerado mayoritario de la población, es decir la mitad
más uno, y ese conglomerado alcance el consenso ¿cómo se podría asegurar que la
decisión fue la más justa y la más decorosa? Lo que pretendemos decir, es que
la Consulta Popular no necesariamente valida y legitima procesos políticos,
sino más bien a los actores que los ejercen ante los ojos del pueblo.
Nos obstante que la Consulta Popular es una
disposición constitucional para dirimir la polémica entre
la explotación del Yasuní o la renuncia a esos recursos, nos parece impertinente,
puesto que la declaratoria de interés nacional es una figura política, tan
política como lo es la consulta popular en sí misma, aun con todo el aroma de
democracia renovada que se le quiera dar. El grupo Yasunidos, promotor de la Consulta Popular, ya hizo la cuenta, dice la
información de prensa. Diariamente, tienen que recoger 3.334 firmas para
alcanzar las 600.120 que requieren, según la Ley de Participación Ciudadana y
el Reglamento del Consejo Nacional Electoral (CNE). Esto representa el 5% del
padrón electoral, porcentaje mínimo de rúbricas para una convocatoria a nivel
nacional. ¿Puede ese ínfimo porcentaje representar la opinión de los 14
millones de ecuatorianos?
En este caso, la Consulta Popular asoma como
un derecho ajeno de una minoría, es decir, opino sobre algo que no me incumbe
de manera directa y natural, o inherente a mis intereses inmediatos. En tanto
que la Consulta Previa es un ejercicio practicado por derecho propio de las
comunidades que habitan territorios donde, inminentemente, tendrá lugar la
explotación de recursos naturales no renovables. ¿Por qué? Por directo sentido
de pertenencia territorial, por heredad cultural y por derecho colectivo a
usufrutuar del beneficio de lo propio. La Consulta Previa no tiene una sola
pregunta, como la Consulta Popular. No es un cara o cruz categórico y excluyente.
Tiene tantas inquietudes y respuestas como el diálogo franco, sincero entre los
socios de las comunidades y los representantes del Estado lo permita. En ese
sentido, ya en la práctica la Consulta Previa se convirtió en el escenario de
reivindicación social directa, sin intermediarios, de las comunidades
consultada en el Yasuni que manifestaron una retahíla de necesidades
insatisfechas, aspiraciones colectivas y derechos conculcados, históricamente,
por los regímenes anteriores inconsultos.
Más allá de que la consulta realizada en el
ITT sea previa, antes de la actividad petrolera, libre, es decir, sin presiones
e informada, o sea, un intercambio de información entre la comunidad y el
Estado; más allá de que sea un diálogo de buena fe, generador de confianza
entre las partes, este ejercicio democrático directo se proyecta como un
auténtico mecanismo de legitimación política y social válido para la buena
gobernanza con políticas públicas enriquecidas por las demandas populares.
Las
consultas contrapuestas
En definitiva, ambas consulta se contraponen.
La Consulta Previa defiende derechos colectivos ancestrales y ambientales de
los pueblos consultados. La Consulta Popular impulsada por ONGs defiende la
posición teórica de que hay que proteger la naturaleza a ultranza, sin importar
si quienes viven en esa naturaleza se estén muriendo de hambre sobre su riqueza
intangible.
Las ONGs que impulsan la Consulta Popular,
denunciadas por el Presidente Rafael Correa, no han ocultado sus propósitos.
Por el contrario, se han manifestado en diversas ocasiones relacionadas con la
XI Ronda Suroriente Ecuador. La ONG Pachamama fue notificada de su impedimento
de funcionar porque, según fuentes oficiales, sus activistas agredieron a diplomáticos extranjeros el día de apertura
de sobres de la XI Ronda. Otros argumentos de las ONGs en contra de la
industria petrolera se manifiestan con vocerías identificadas, según
publicación de El Comercio: Natalie Greene de la coordinadora ecuatoriana para
la defensa de la naturaleza y del medioambiente, afirma: "El Yasuní ya está afectado. Decir que se va a
perjudicar solo el 1% es mentira, porque ya hay mucho daño en el parque".
Un km de carretera destruye 120 hectáreas de bosques y esa tierra va a la
agricultura. En un mapa con datos de los ministerios del Ambiente, y de Energía
y Minas, se demuestra que hay cinco bloques petroleros con operadoras
diferentes, y en un área de 120 478 hectáreas de la zona intangible. Esperanza Martínez, de Acción Ecológica,
ubica los efectos colaterales: "Las empresas impulsan la colonización por
la necesidad de mano de obra, incentivan a los Waorani a que construyan casas
al lado de la carretera y esto genera la tala de bosques".
Las ONGs también han hecho conocer sus
intenciones en las propias audiencias y asambleas populares que la Consulta
Previa implementó en el Cantón Aguarico, Provincia de Orellana. Según denuncias
de moradores de la comunidad de Llanchama, ONGs como Acción Ecológica promueven
proyectos turísticos comunitarios bajo los cuales amparar acciones
proselitistas de supuestos turistas españoles, argentinos o gringos que visitan
la región. Los moradores reclaman que estos advenedizos no les dejan discutir
libremente sus asuntos comunitarios y, por el contrario, han dividido a los
comuneros entre quienes se benefician de su financiamiento externo y quienes
ven como única posibilidad de desarrollo económico y social a la actividad
petrolera que impulse la profesionalización de la mano de obra local y la industrialización del
campo. La denuncia planteada por moradores de Llanchama estaría dando razón al
Presidente Correa acerca de que algunas ONGs están usando permisos de
funcionamiento otorgados para fines distintos de los solicitados originalmente
y entrometiéndose en asuntos de política pública interna.
De consulta en consulta, el Yasuni representa
una riqueza biodiversa de interés mundial y nacional, que debe ser protegida
sin siquiera preguntar a nadie. Consulta Previa y Consulta Popular en marcha
mostrarán sus resultados el próximo año. Para cuando eso ocurra ya habrá pasado
agua bajo el puente y la opinión de una y de otra, expresada por los
consultados, no debería contraponerse al devenir histórico del país, ni menos a
los derechos colectivos e individuales de los habitantes del Aguarico, allá en
el principio y fin de la patria, en el último bastión del Yasuní.
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