Fotos El Comercio
Por Leonardo Parrini
El coronel que gobernó el Ecuador
entre enero del 2003 y abril del 2005, si tiene quien le escriba, a diferencia
del personaje de la célebre novela de García Márquez El Coronel no tiene quien le escriba. De nuestro coronel criollo,
defenestrado Presidente, la prensa ha escrito profusamente, incluso en momentos
en que Lucio Gutiérrez, molesto, quemó ejemplares de diario El Comercio que denunció,
en noviembre del 2003, presuntos aportes económicos del narcotraficante César
Fernández a la campaña electoral del coronel.
El coronel, que había ganado
las elecciones un año antes de ese incidente, asumió el poder en enero del
2003 y permaneció como Presidente del Ecuador hasta el 20 de abril del 2005, fecha
en que una revuelta ciudadana calificada originalmente por el propio Gutiérrez
de rebelión de forajidos, lo obligó a
huir del Palacio presidencial en un helicóptero con destino a Brasil, luego de
que el Comando Conjunto de las FFAA le quitara su apoyo institucional y el Congreso
Nacional declarara la vacancia presidencial por abandono del cargo.
El giro político
Los múltiples escritos sobre
el coronel Gutiérrez lo caracterizan como un hombre variable, que traicionó los
principios de los sectores progresistas que lo llevaron al poder. Con un
discurso de cambio social, el coronel había cautivado a la izquierda y centro
izquierda al prometer en una fogosa arenga “cambiar al país o morir en el
intento”. En el fervor de la campaña, y previo a su ascenso al poder, Gutiérrez
se había reunido con Fidel Castro y Hugo Chávez, a quien identificaba como su
referente ideológico y al que ofreció formar parte de las Brigadas
Bolivarianas.
Pero el propósito de cambio del
coronel se esfumó, y terminó en un giro político, solo una semana después de asumir
la Presidencia, cuando en calidad de flamante mandatario acude a los EE.UU en
busca de apoyo para su gestión y declara ante el entonces Presidente George
Bush: “Hemos dicho que queremos convertirnos en el mejor amigo y aliado de los
EEUU”. Acto seguido, la prensa consideró que Gutiérrez se acercaba al imperio
norteamericano, pero “se alejaba de sus bases y del Ecuador”.
Gutiérrez, en su viaje a los EE.UU
el 9 de febrero del 2003, establece acuerdos y firma una Carta de Intención con
el Fondo Monetario Internacional FMI, en la que se compromete a seguir al pié
de la letra sus recomendaciones para el Ecuador. El coronel acordó con el FMI
el incremento del costo de los servicios públicos, privatización de empresas
estatales, congelamiento de salarios, eliminación del subsidio del gas, término
de los préstamos del IESS y de las pensiones jubilares, así como otorgar todas
las garantías para el pago de la deuda externa ecuatoriana con sus acreedores
internacionales.
La receta fondomonetarista fue
aplicada de inmediato con un paquetazo
económico que el propio Gutiérrez llamó pinchazo,
consistente en el alza de los combustibles y del IVA, reducción del gasto del
Estado y congelamiento de los salarios en el sector público; medidas que fueron
asumidas por el hombre fuerte del régimen del coronel en el manejo de las
finanzas, el banquero Mauricio Pozo.
Una nueva modalidad de
gobernar constató la prensa, por esos días, en el gobierno de Gutiérrez: el
nepotismo, con la entrega a sus familiares del control de varias instituciones
del sector público. Entre los cargos repartidos consta la Presidencia del Fondo
de Solidaridad, entregada a su cuñado Napoleón Villa, quien acuñó el término de
cholocracia para referirse al nuevo
estatus del círculo más próximo al Presidente. Su hermano Gilmar Gutiérrez llegó
a ser uno de los personajes más influyentes del gobierno. Un ejemplo de la
situación denunciada fueron los 87 cargos públicos entregados en la telefónica
Pacifictel, según la prensa, a los allegados del coronel. El ex canciller
ecuatoriano, Edgar Terán, dice que la presidencia de Gutiérrez se caracterizó
por el “nepotismo pocas veces visto en la historia ecuatoriana”. Bajo esa
figura el régimen puso en manos de ex compañeros de armas del coronel el manejo
de las compañías telefónicas, eléctricas y petroleras del país.
Terminado el romance con los
sectores de la izquierda, el coronel se abocó a gobernar bajo los claros
designios neoliberales impuestos por las recetas de Fondo Monetario
Internacional y por lo que su instinto de dictócrata -como se autocalificó- le
dictaba, en la ejecución de medidas para cumplir con ese compromiso
internacional. El periódico norteamericano, The New York Times, escribió sobre
el coronel: velozmente reemplazó su uniforme color verde oliva por un traje de
corbata para visitar Miami, New York y Washington.
Tal es así, que a su regreso de
los EE.UU, establece una alianza con León Febres Cordero, considerado por sus
opositores como “el dueño del país” y el más conspicuo representante de la
oligarquía costeña ecuatoriana. El acuerdo dura poco, luego de que el lider guayaquileño
decide romper con su aliado serrano con intención de enjuiciarlo políticamente por supuestos aportes
recibidos del narcotráfico y del Partido de Trabajadores de México durante su
campaña.
El principio del fin
Otras acciones del régimen
llevaron a la prensa a denunciar sonados escándalos, como el presunto gastó de 14
millones de dólares en la organización del certamen de Miss Universo, evento
manejado por el magnate norteamericano Donald Trump. Los errores se sucedían
uno tras otro y en su afán de controlar el poder judicial, el régimen del
coronel desconoció la Corte de justicia existente e instauró la llamada
Pichicorte, con jueces que actuarían bajo influencia del Gobierno en acciones
tales como asegurar el retorno de Panamá del exiliado ex presidente Abdala Bucaram.
La crítica situación era consignada por la prensa en duros términos, a tal
punto que circuló una lista negra de periodistas y medios de información que integraban
la nómina de los organismos de seguridad con la identidad de conocidos periodistas
hostigados por el régimen, en la que figuraban Diego Oquendo y Orlando Pérez.
En la orfandad política el
coronel, sin el apoyo de la derecha ni de la izquierda criolla, profundiza el
aislamiento del régimen, camino hacia su caída inminente. En este clima la
protesta social se convirtió en masivo clamor popular de cambio. Las
movilizaciones de sectores laborales, indígenas y jubilados se hicieron
frecuentes. Una huelga de 35 días protagonizada por jubilados llevó a la muerte
a más de una docena de manifestantes de la tercera edad que mantuvieron una
huelga de hambre. La protesta estudiantil tuvo gran impacto en contra de la
situación económica y por la obtención de un carnet estudiantil que nunca se
concretó.
En medio de la grave crisis de
gobernabilidad los indígenas se movilizaban y tomaban las carreteras, había escases
de productos en los mercados y la canasta básica era ya inalcanzable por su
alto costo. A la deplorable situación económica, se sumaron el caos social y la
inestabilidad política del régimen. Los enfrentamientos eran cada día más
frecuentes, como el que tuvo lugar en las instalaciones del Ministerio de
Bienestar Social, cuando funcionarios de esa dependencia abrieron fuego contra una
multitud que protestaba por la situación del país.
Los forajidos se fueron sumando a los manifestantes en abril del 2005 y
llegaron a ser miles. La caída de Lucio Gutiérrez era inevitable. Ésta ocurrió
el 20 de abril de ese año cuando el coronel escapó a bordo de un helicóptero
desde el Palacio de Gobierno, y luego de una desesperaba carrera por la pista
del aeropuerto internacional de Quito, logró abordar un avión que lo llevó a Brasil.
La historia se escribe en presente o en pretérito perfecto. De cualquier modo,
el coronel siempre tendrá quien le escriba una reseña contra el olvido.
gracias por recordarnos lo vivido... Lástima que se te olvidó la represión brutal que además acabaría con la vida del Julio García... gota que derramó el vaso y condujo a la huida del dictócrata.
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