Por Leonardo Parrini
El terremoto del sabado 16 de abril en Ecuador deja enseñanzas que, por terribles, se aprenden enseguida. Una hora vespertina aciaga vivió el país ayer ante un terremoto de intensidad grado 7.8 con epicentro en la costa central ecuatoriana, que devastó seis provincias con un saldo que bordea centenares de muertos y el millar de heridos. El terremoto en sus entretelones, provocó un colapso en la información del país. Había transcurrido más de una hora del temblor y los ecuatorianos permanecían absolutamente desinformados de la tragedia, sea porque un sistema de restricción oficial debía dar la versión inicial de los hechos, sea porque los medios de comunicación no son capaces de abastecer las necesidades informativas con sus equipos de turno durante un fin de semana. La falta de información, pública y privada, provocó una avalancha de versiones improvisadas en redes sociales con el consecuente pánico popular, por falta de conocimiento sobre el terremoto y su impacto en el territorio ecuatoriano.
¿Qué sentido tiene demorar la información si las redes sociales se convierten, en forma espontánea, en medios de difusión de lo que está ocurriendo en el país? El terremoto deja al descubierto los cimientos de un sistema de información nacional restringido que decide informar la versión oficial, debido a la conocida y tradicional pérdida de confianza en los medios informativos que especulan, alarman y finalmente contribuyen al pánico colectivo en circunstancias de desastres nacionales. Los medios fueron sacudidos por su incapacidad de informar ampliamente o al menos contribuir a mantener conectado al país ante el colapso de los sistemas telefónicos y otros canales de circulación de noticias. No obstante, al fragor de la confusión popular provocada por los efectos dramáticos del terremoto, periodistas locales o independientes hacían esfuerzos denodados para mantener una línea de comunicación con el resto del país. Un ejemplo destacable es el portal periodístico Amazonia Viva y la gestión del periodista Marco Cabezas que desde la ciudad amazónica del Puyo, provincia de Pastaza, localizada a varios cientos de kilómetros del epicentro, mantenía una línea de información con imágenes y detalles de la magnitud de la tragedia al instante de ocurrir el sismo. En otro ángulo del tema, la información acerca del terremoto ecuatoriano circuló con mayor efectividad a nivel internacional, al punto que las agencias informativas extranjeras entregaban datos de lo que estaba sucediendo en Ecuador, mientras que familiares en el exterior se comunicaron a pocos minutos del sismo con sus pariente en el país.
El
sismo llama a reflexionar seriamente si es garantía de calidad y
oportunidad informativa restringir la información a la versión oficial. Y
consecuentemente, amerita pensar si los medios están en capacidad de
jugar un rol informativo adecuado y responsable en casos de desastre
nacional. A la ciudadanía no le interesa medir quién es más creíble ante
la tragedia, si el gobierno o la oposición mediática. Los ciudadanos,
víctimas, damnificados y familiares, tienen el derecho irrenunciable a
una información oportuna, clara y responsable durante un desastre
natural por elemental sentido humanitario. Debemos estar muy claros si
frente una catástrofe nacional es preferible el silencio agobiante,
antes que una orientadora información distribuida con la mayor agilidad
posible. El sismo derrumbó la credibilidad de nuestros sistemas
informativos, porque confirma la falta de confianza mutua que prima
entre el régimen oficial de información y las empresas mediáticas. Es
hora urgente de reconstruir la fe informativa del país. La duda es una
réplica que derrumba la seguridad del Ecuador en sí mismo.
Es
hora de posponer la baja política de hacer zancadillas al oponente para
sacar réditos electorales y hacerlo caer en el descredito popular. Que
no se diga en los siguientes días que la ayuda a los damnificados no
llega oportunamente, que no hay libre circulación de la información o
que cada cual lleva el agua a su molino electoral ante el desastre. Que
no se diga que la empresa de construcción nacional está en entredicho
por el colapso de edificaciones modernas que no tienen un solo ladrillo
antisísmico. Que no se piense que los sistemas de construcción criollos
son un fraude nacional. Cuidado con sacar mezquinas cuentas de campaña
tratando de provocar desazón nacional para acorralar aún más a un
régimen de por sí disminuido ante el país.
Ante
esta nueva tragedia que atormenta al Ecuador es hora de la serenidad y
unidad nacional. Es la hora de la solidaridad incondicional con los
cientos de compatriotas que perdieron la vida y sus familiares y con los
miles de damnificados que deja el terremoto. La activación del sistema
nacional de emergencia implica un mecanismo ágil y completo de
información que oriente a la ciudadanía. Es hora de revisar los
sistemas de telefonía celular que colapsaron más rápido de lo imaginado
y exigir un óptimo servicio en casos de emergencia. Lo más terrible se
aprende en seguida. Somos un pueblo que sabe sobrevivir a sus desgracias
nacionales. Es hora de demostrarnos que somos ese país que permanece
unido, solidario y bien informado, como cimientos inamovibles ante los
desastres naturales.
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