Por Juan Paz y Miño C.
La guía El Ecuador en Chicago (Nueva York, 1894) contiene, entre sus
múltiples datos, los nombres de los más importantes hacendados, comerciantes,
banqueros y ‘capitalistas’ de la época, sobre todo costeños, pues la obra nació
bajo el interés de la prensa de Guayaquil.
Otra publicación guayaquileña: El Ecuador. Guía comercial, agrícola e
industrial de la República (1909), hace un recuento de las marcas registradas
desde 1900; da a conocer bancos e instituciones de crédito, compañías anónimas,
comercios e industrias existentes; pero también los nombres de muchos
propietarios, accionistas y capitalistas, junto a los valores de los capitales
en las empresas.
La guía América Libre (3 volúmenes y un suplemento), publicada en
conmemoración del centenario de la independencia de Guayaquil (1820-1920), está
llena de nombres de comerciantes, banqueros, industriales, hacendados, casas y
hasta capitalistas extranjeros, con sus diversos y distintos capitales.
Por la riqueza de los datos, esas obras han servido para distintas
investigaciones sobre el país y han permitido ubicar a quienes integraban la
poderosa oligarquía ecuatoriana de la época (especialmente de Guayaquil), que
no tenía escrúpulos para exhibir su riqueza, pues asumía que el dominio
económico, así como el control del Estado, les pertenecía.
De aquellos tiempos al presente las realidades son distintas. Un breve
libro de Guillermo Navarro titulado La concentración de capitales en el Ecuador
(1976) presentó, con nombres de personas y empresas, los capitales que manejaba
una élite de la sociedad ecuatoriana, cuya riqueza contrastaba con los ingresos
de toda la población. La obra escandalizó en ciertos círculos, procuró ser
“callada” y pronto desapareció de las librerías.
Fue más audaz el libro Los nombres de la deuda: sucretizadores,
canjeadores y tenedores (1994) de Alberto Acosta, porque se atrevió a presentar
un extenso listado de políticos, hombres de empresa y de negocios, beneficiados
con la “sucretización” de las deudas privadas realizada por los gobiernos de
Osvaldo Hurtado (1981-1984) y León Febres Cordero (1984-1988). Fue otro
“escándalo” e igualmente la obra procuró ser “acallada”.
De modo que si en el pasado parecía aristocrático lucir los nombres y
las riquezas, en la historia ecuatoriana contemporánea pasó a ser un signo
nuevo aquello de procurar esconder las fortunas (“bien” o mal habidas), que en
el capitalismo son protegidas por sigilos públicos o privados, leyes y
gobiernos. Se sabe que hay personas y empresas que han sacado su dinero del
país para esconderlo en paraísos fiscales. Los historiadores también han
comprobado que la explotación de la fuerza laboral, el contrabando, la
corrupción, los negociados con el Estado, o la evasión tributaria (sobre todo
del impuesto a las rentas), han sido fórmulas para hacer muchas fortunas.
En consecuencia, ese comportamiento oligárquico solo exige la decidida
acción estatal para perseguir evasores y emprender una radical redistribución
de la riqueza, que sigue concentrada en una élite.
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