Por Leonardo
Parrini
La interrogante
en la canción de J.M. Serrat: qué va a ser
de ti lejos de casa, nena, qué va ser de ti…alude al temor evidente de
padres por nuestras hijas e hijos cada vez que se ausentan del hogar, más allá
del tiempo y del espacio diario. Los riesgos en esta época de evidente
inseguridad social amenazan cotidianamente la vida de las personas más
vulnerables. Hasta julio del año anterior, se registran 37 casos de mujeres víctimas de
feminicidio en nuestro país. Sin embargo, resulta difícil concebir que dos
muchachas salen de vacaciones, mochila al hombro, y terminen asesinadas en una
playa ecuatoriana.
El crimen de las
argentinas Marina Menegazzo y María José Coni, de 21 y 22 años de edad, acaecido
en la localidad de Montañita, -llamada por algunos Sodoma y Gomorra por su deliberada
inclinación al divertimento en todas sus expresiones carnales extremas-, pone
de relieve varios ribetes de nuestra sociedad criolla. Luego del hallazgo de
los cadáveres una ola de prejuicios, suposiciones y hasta audaces conclusiones,
estigmatizan a las víctimas por supuesta provocación del hecho. Se lo buscaron
por andar solas, por ligar con desconocidos, por salir de noche, por ser tan
apetecibles -se dice- en definitiva, por su condición de mujeres. El femicidio
calificado, cometido en la persona de Marina y Maria José, avergüenza la
conciencia nacional por el grado de incomprensión en la lectura de los hechos.
Un juzgamiento social a dos mujeres que viajan solas, por el simple hecho de disfrutar
sus vacaciones en un mundo que ellas creyeron más racional y justo.
Una diligencia
policial vertiginosa dio lugar al informe ministerial en rueda de prensa, cuya versión
oficial anunciaba la detención de dos sospechosos, Segundo P., y
Eduardo de la A., según se dijo-
autores del crimen. El perfil de los implicados, aparentemente, no encaja con
el perfil de las víctimas. La familia de las chicas asesinadas sugiere la
hipótesis de que dos muchachas universitarias, nacidas en el seno de una
tradicional familia mendocina de clase media, es poco probable que entablaran relación
alguna con dos ecuatorianos que las doblan en edad, uno de raza negra, ambos de origen
humilde y condición social marginal. Para los más suspicaces la primera versión
policial cae bajo sospecha de encubrimiento de los hechos reales, bajo el
argumento de haberse omitido etapas en el protocolo de la investigación forense.
Sara Sarmiento,
amiga de las víctimas que compartió momentos con Marina y Maria José días antes
del crimen, afirma que las causas del asesinato se relacionan con una red de
tratantes de blanca. ¿Qué indicios concretos dispone Sarmiento para hacer esa
insinuación, o es que en los entretelones del crimen las muchachas fueron
abordadas durante su viaje por miembros de una organización de esa naturaleza?
Si ese es el caso, Sara debe aportar datos específicos que apunten a esclarecer
los hechos en una investigación formal.
Una fácil y
prejuiciosa lectura del crimen sugiere que las jóvenes victimadas dieron
motivos para un asesinato de móvil sexual, al pernoctar en
casa de dos desconocidos en un lugar propicio para el cometimiento del hecho.
La condena social a las dos mujeres víctimas de femicidio, coincide con la
desventurada afirmación de Michel Sanguinetti, policía canadiense, quien en
abril de 2011 sentenció durante una charla universitaria: “las mujeres deberían
evitar vestirse como putas para no ser violadas”, afirmación que recibió el
repudio mundial. La malhadada frase del policía canadiense simboliza el nivel de
degradación social que vivimos y contradice los más elementales derechos de la
mujer a ser libre, autónoma de elegir amigos y entablar relaciones igualitarias,
derecho a la decisión responsable sobre su cuerpo y de los accesorios que lo
cubren o descubren.
Vivimos en
ausencia de una revolución cultural que nos sitúe, espiritualmente, en un lugar
más digno frente a las dinámicas de género, y de la propia condición humana. Un
sacudón que nos redima de la descomposición ideológica imperante, asumida como
una forma de ser normal. Un remezón de la conciencia viene bien para no juzgar con
tanta facilidad las apariencias de la mujer convertida en presa de caza cuando
transita sola. ¿Sola, y quién se supone que falta a su lado, cual es el supermacho
llamado a protegerla y de qué? ¿No estar en el lugar preciso y en el momento
oportuno para saberte segura, implica que debes pagar con el cuerpo y la vida
el apetito voraz de dos sujetos que matan alevosamente bajo efecto de alcohol o
drogas? En un mundo machista y discriminatorio de violencia feminicida que
desemboca en crímenes repudiables ¿qué va a ser de ti lejos de casa, nena, que
va a ser de ti?
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