Por Leonardo
Parrini
Si no sale en el
diario, no existe. Esta era una de las afirmaciones preferidas de mi abuelo.
Pero los tiempos cambian: ahora, aunque no exista si está en la prensa, existe.
¿Es eso credibilidad? Acaso sea simplemente mitología mediática,
posicionamiento empresarial convertido en poder. En cuarto poder, se dice,
después de los tres poderes estatales. Y eso es dudoso. La prensa es un poder omnímodo
en la sociedad capitalista por su vinculación con ingentes negocios unidos en
oligopolio, influencia en la percepción de la opinión pública y justificación
del poder establecido. Según Harold Laswell, se entienden “los medios de
comunicación como agentes omnipresentes que poseen una incidencia en las
conductas de las personas individuales, las cuales son simples recipientes de
los contenidos transmitidos”.
Esta afirmación
de carácter histórico es reiterada por Maurice Lemoine, ex jefe de redacción de
Le Monde de Paris, en su conferencia ofrecida en el Centro Internacional de
Estudios Superiores de Comunicación para América Latina CIESPAL, en Quito. Lemoine
pone énfasis en un fenómeno propio de nuestro tiempo. La prensa es protagonista
en los golpes de Estado blandos o light, en los cuales “los medios de comunicación han tomado el
papel de los partidos políticos debilitados tras el neoliberalismo”.
Sin duda, se
trata de acciones ejecutadas en un contexto continental diferente al de
los años setenta. En aquellos días las dictaduras militares fueron el producto
de golpes de Estado fraguados en cruentos procesos. La vida democrática fue
interrumpida, violentamente, en países del cono sur como Chile, Argentina, Brasil,
Bolivia, Uruguay, Paraguay o Perú con nefastos resultados sociales
La historia ha
cambiado. América Latina dejó de ser el escenario de derramamientos de sangre
en dramáticos episodios de represión. La persecución, encarcelamientos
y muerte de miles y miles de personas a manos de los organismos represivos del
Estado, son cosa del pasado. No obstante, el surgimiento y consolidación de
gobiernos, fruto de una correlación de fuerzas progresistas, amerita una renovada
estrategia golpista. El retorno a la democracia latinoamericana en los años noventa generó una didáctica distinta, que enseñó a los pueblos el valor de la convivencia
social y el repudio a la violencia política. Hoy es concebible, en cambio, un
golpe incruento en el cual los medios juegan un rol preponderante, con
“una estrategia más elaborada”, según Lemoine.
En esta
estrategia, el periodista francés denuncia el rol de la prensa “como el
principal instrumento para orientar a la opinión pública”. Convertidos en actores
políticos, los medios informativos reemplazan a los partidos tradicionales desplazados
del poder. Los ejemplos latinoamericanos darán la razón a Lemoine. El golpe de Estado
en Venezuela, en abril del 200, que derrocó a Chávez comenzó con “un show mediático”
que aupó a un empresario para que lo reemplace en el poder. En el año 2008, la prensa
boliviana creó condiciones para la renuncia de Evo Morales al mostrar un país caotizado. Durante el “golpe institucional” paraguayo
del 2012, la prensa jugó un rol determinante para someter a Fernando Lugo a un juicio
político. El resultado fue que en 24 horas, el Presidente fue destituido por el
Legislativo.
Convencidos de que la prensa era el reflejo de
la sociedad nos hicimos periodistas, pensando en los medios como el espejo donde
reconocernos diversos y pluralistas. La vida se encargó de despabilarnos. Una
evidencia cobra cuerpo hoy en el Ecuador: la acción desafiante de la oposición, envalentonada,
encuentra eco en la prensa que desnuda su verdadero rol político. Se vive un
proceso que el propio Jefe de Estado ecuatoriano ha denunciado como "un golpe blando
en marcha". Para muchos ecuatorianos puede parecer el cuento del lobo. Pero como
decía mi abuelo, aunque parezca mentira, si está en los medios, existe.
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