Por Leonardo
Parrini
Joaquín Sabina decía
que hay dos Españas, la monárquica y la republicana. Mater España que nos signó
con estigma de blasones, encomiendas y feudalismos tardíos. Y otra que ejerció
el influjo de la mejor poesía identitaria de una naciente República. Así mismo,
entre las colonias emancipadas de España hay dos Quitos, uno colonial y otro libertario.
Uno que se solaza en celebrar su parto feudal y otro, el de su alumbramiento emancipador
del yugo español.
Esta suerte de esquizofrenia
-doble personalidad ante la historia-, queda de manifiesto en una polémica que
se suponía superada: cantar la segunda estrofa del Himno Quito que reza loas a la
corona española; o cantar la cuarta estrofa en la que se reafirma la vocación insurgente,
rebelde de una ciudad que se jacta de ser luz
de américa, y donde tuvo lugar el primer grito de la Independencia del continente americano.
Y esa esquizofrenia
histórica es también una bipolaridad política entre quienes están a favor del
cambio social; y aquellos que, coincidentes con la decisión del nuevo Alcalde Mauricio Rodas de cantar la segunda estrofa,
prefieren seguir sintiéndose colonizados, regidos por los designios de un rey,
que aunque simbólico representa la rancia y obsoleta forma de relacionarnos con
la Mater España.
Y aunque algunos
dicen que otra cosa es con guitarra, los himnos son un tema de fondo, puesto que representan
el sentir colectivo de una comunidad, nación o país. Según la Real Academia de
la Lengua, himno significa:
Composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que
une entre sí a quienes la interpretan. Y es que por lo general, asociamos los
himnos, con aquellas canciones, que identifican, de manera patriota, a una
nación o país en particular.
Los himnos surgen
con las antiguas civilizaciones, canticos de alabanza a los dioses. Exaltación culmine de un sentimiento
patriótico, frente a la independencia conquistada, frente a un tipo de
colonialismo u opresión interna de una nación. Y Quito no es la excepción, en su
segunda estrofa original reza:
II
Oh,
ciudad española en el Ande,
Oh,
ciudad que el Incario soñó,
Porque te
hizo Atahualpa eres grande,
Y también
porque España te amó.
Y la estrofa que la reemplaza, según la ordenanza
nueva:
IV
Cuando
América toda dormía,
Oh muy
Noble Ciudad, fuiste Tú,
La que en
nueva y triunfal rebeldía,
Fue de
toda la América luz.
En ambos sentidos estas estrofas del Himno a
Quito reflejan un sentimiento colectivo de la correlación
de fuerzas políticas e ideológicas imperantes, producto de la cultura dominante.
Memoria colectiva y aspiracional plural de la comunidad, el himno es entonces resultado
de una realidad dinámica que surge a partir de las voces y miradas de una
ciudad cambiante. ¿Por qué, entonces, el himno Quito habría de ser estático si
las miradas, desde y hacia la ciudad, han cambiado con la historia?
La próxima vez que cantemos este panegírico a la ciudad luz de América, habrá que considerar su pasado histórico, pero por sobre todo su futuro aspiracional de una ciudad digna, liberada de yugos y dueña de su propio destino. A ver si así superamos definitivamente esta suerte de esquizofrenia histórica que nos extravía y nos hace aparecer ante el mundo como un colectivo incapaz de redimir nuestra propia historia.
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