La alegría del
pobre dura poco y cuesta mucho, suele decir el adagio popular. Y esta sentencia veterana es aplicable hoy a
América Latina. La región con poco más de una década de crecimiento sostenido,
ha entrado en una etapa de ralentización,
-vaya palabreja para referirnos a la mala racha latina-, que afecta el nivel de
la calidad de vida de millones de habitantes. En la actualidad en Latinoamérica
existen 130 millones de pobres endémicos, crónicos e inamovibles “que se vieron poco
beneficiados por la expansión económica”. Un informe de la
CEPAL señala que “casi uno de cada tres latinoamericanos es pobre". La pobreza
afecta al 28 por ciento de la población de América Latina, el proceso de
reducción de la pobreza quedó estancado al nivel de 2012, se lee en el
reciente Informe Social de la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe. Según sus estimaciones la pobreza extrema aumentó del 11,3% en 2012 al
11,7% en 2013.
La época de las
vacas gordas, producto de buenas condiciones de exportación de las materias primas
locales como petróleo y cobre, permitió acumular ingentes recursos que fueron invertidos
en proyectos sociales. No obstante, los economistas sostienen que el crecimiento
no fue suficiente y que es necesario una acción estatal redistributiva llevada
a delante con mayor decisión política. Si bien el crecimiento
es un indicador de progreso, la disminución de la pobreza es un reflejo
evidente de avances sociales. La región latinoamericana en la última década registra
una disminución de un 16% entre 2003 y 2012, es decir, del 41,6% al 25,3%. En
otras palabras, se trata de 70 millones de personas que dejaron de ser pobres en
ese periodo de tiempo en la región, mientras que la pobreza extrema se redujo
del 24% al 12% en el continente latinoamericano.
Las cifras históricas son
elocuentes. Entre los años 2003 y 2014 la región latinoamericana registró un crecimiento
promedio del 4.6% anual, un dato que oculta las disparidades existente entre un
país y otro. Por ejemplo Panamá creció un 8,4%, Perú un 6%, mientras que El Salvador
solo lo hizo un 1.8% y México un 2,6%. Si bien la estabilidad de la región, a nivel
macroeconómico, benefició a todos los países, no es menos cierto que la situación
empeorará si la población de América Latina crece a un ritmo superior al de la economía,
según afirman los expertos.
Una evidencia
salta a la vista en el análisis de los economistas: los países con mayor pobreza
crecieron menos, es el caso de Guatemala,
lo que demuestra a su vez que es “difícil que un país logre una caída sustancial
en su nivel de pobreza cuando crece a un ritmo tan endémico”. Otra evidencia
del estudio es que los ingresos de las familias pobres son menores a las de aquellas
familias que salieron de la pobreza. Según los expertos, aquello comprueba que
debe ser alto y sostenido el crecimiento en la región para vencer a la pobreza.
El crecimiento o
expansión económica se muestra como el mejor programa antipobreza, según estudios
del Banco Mundial, realizado en 118 países. En las naciones analizadas, tres cuartas partes de sus mejoras salariales se explica por el
crecimiento económico. Los economistas apuestan por una fórmula: entre más
rápido se expanda la economía de un país, más crecerán los ingresos de los que
menos tienen y más expedita será la reducción de la pobreza. La moraleja está dada. Si queremos avances
contundentes en la lucha contra la pobreza, -objetivo de la región como
prioridad-, necesitamos mucho más que una década de crecimiento económico sostenido. Caso contrario, la alegría del pobre dura poco.
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