Por Leonardo
Parrini
Un film erótico
irrumpe en el escenario cinematográfico europeo y provoca la censura que luego
fue revocada. Nymphomaniac del
director danés Lars Von Trier, en un primer momento fue prohibida por ser
considerada “no apta para menores de 18 años, ni para proyecciones en sala
comerciales comunes”. ¿Puede un filme, a estas alturas de la vida, ser
censurado por su contenido sexual? La respuesta es sí, y la repregunta es por
qué.
Nymphomaniac tiene como
protagonista a la actriz francesa Charlotte Gainsbourg, habitual en las
películas de Von Trier; y con la
presencia de Shia LaBeouf, Uma Thurman y Willem Dafoe. Su trama es simple,
pero la realización compleja, con escenas de sexo de grueso calibre. En el
fondo, este filme resulta ser un ensayo sobre la sexualidad femenina: En una fría noche de invierno, el viejo y
encantador soltero Seligman encuentra a Joe, golpeada en un callejón. La lleva
a su departamento, donde le cura sus heridas y le pregunta por su vida. La mujer retrocederá al pasado para hacer un
recorrido de cincuenta años a través de los inverosímiles hechos de su singular
vida, en los que predominan la lujuria y el sexo, pero también, varios
indeseables sucesos…
Un extenso
collage conductual, entretejido con tipologías de mujeres célebres por su
exacerbado sentido de la sexualidad, constituye la base de la personalidad de
Joe, protagonista de este film que resulta ser una fábula moral que lleva el “subgénero
del melodrama femenino hacia su epicentro más brutal y verdadero: el sexo”.
Según la
crítica, imitar el método mayéutico, que busca la verdad en el ser, y el acto sacramental de la
confesión con el objetivo de fusionar mística y carnalidad, son las dos grandes
obsesiones de Von Trier. En el segundo volumen de Nymphomaniac, el director danés ensaya un ejercicio de
transgénero autorreferencial. El film forma parte de la trilogía de la angustia,
en la que Von Trier “pone el punto de mira en la tragedia humana en viaje hacia
el abismo”. En ese tríptico, Anticristo
es el dolor del alma, Melancholia es
el estado de permanente tristeza y Nymphomaniac
es la desesperanza.
Joe es una mujer de cincuenta años que, al cabo
de una vida sexualmente azarosa, sucumbe a la “frustración sexual a causa de la
imposibilidad de ser saciada por Jerome”, por quien siente un amor que, al
mismo tiempo, la enajena del placer. La protagonista, en su hedonismo, se lanza
al encuentro sexual con hombres peligrosos que la someten a desventuras
sadomasoquistas, registradas con total frialdad por la cámara dirigida por Von
Trier.
No obstante Joe, hace gala de su poder sexual
que utiliza como arma de doble filo en contra de “miserables y tramposos”, a
quienes “aterroriza”, con ayuda de un inmoral William Dafoe que desde el rol de
estratega conductista, la convierte en intimidante gánster femenina. El
personaje evoluciona desde sus orígenes, mientras que en su infancia presenta
rasgos de “perversidad polimórfica” que tiende a desaparecer; en su fase adulta
busca “gratificación sexual donde quiera que se
atisbe, al margen de lo socialmente aceptado”. Prueba de ello son las escenas del bosque, en que el ritmo interno del fresno, o los robles, despiertan un ardor incontrolable en la ninfómana.
Como la
hechicera Llilith de origen sumerio, Joe, representa un paradigma femenino ligado
con “fuerzas oscuras”, que encarna el poder de la seducción, la furia y la
destrucción sin el menor atisbo de culpa y sentido de lo convencional. En el
fondo del estereotipo femenino, Joe, a través de su desenfrenada sexualidad,
sostiene una batalla contra el hombre como mujer emancipada que se niega a
someterse a los designios masculinos. Una especie de mujer fatal, que puede
otorgar placer extremo a su compañero o ahogarlo en la angustia.
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