Por Leonardo
Parrini
La célebre expresión
de Eduardo Galeano que dio por título al libro Las venas abiertas de América Latina (1973), alude a un pasado de
miseria y dolor que caracterizó la situación del continente en sus primeros 500
años de vida dependiente y postergada y que condenó a sus habitantes a "la
pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra".
Historia de
venas desangrando que comienza en “el saqueo realizado por culturas que dejaron a nuestros
pueblos sin la mayoría de las riquezas de sus suelos, que arrasaron con la
plata y el oro, posteriormente con nuestros productos vegetales, y por último,
con nuestros hidrocarburos y demás productos de extracción mineral como el
cobre, hierro y estaño”.
Los ulteriores 200
años de vida republicana y dependiente de los monopolios internacionales, en complicidad con gobiernos que representaban grupos económicos surgidos de la concentración de poder político y económico, bien estaban representados
en el desangre de un territorio rico en recursos humanos y naturales, y pobre en
decisiones políticas económicamente justas y socialmente incluyentes.
Desangre de riquezas
históricamente extraídas y saqueadas por las transnacionales
petroleras, frutícolas, mineras, entre otros monoproductos con que Latinoamérica
“se insertó en el mercado mundial”, sin beneficio de inventario para sus
naciones. Desangre de los pueblos latinoamericanos -en sentido literal-, en su
intento de liberación nacional de la bota militar que durante los años setenta
bañó en sangre popular a nuestros territorios.
La vieja condición
de patio trasero, de tugurio tercermundista, de mercado de segundo orden queda atrás,
superando el vertedero de sangre de sus venas abiertas, como un continente
joven en proyección futura, pero envejecido por un pasado de miseria y oprobio.
Cerrar filas con puños cerrados
Así lo confirma
la Cumbre de la CELAC II (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)
que tuvo lugar recientemente en Cuba, cuya Declaración de La Habana del 29
de enero, “reviste una importancia histórica para América Latina”, conforme el diagnóstico
del Juan Paz y Miño.
¿Por qué? Por la concurrencia en pleno de todos los países
de Sudamérica y el Caribe, con excepción
de los EE.UU y Canadá. Exclusión que, en
los actuales momentos, no sólo es geográfica sino, además, política e ideológica. La no presencia de la
potencia capitalista norteamericana, representa la constitución de un espacio independiente de
“legitimación continental para Cuba y un bofetón a la política exterior de los
EE.UU.”
Esta nueva correlación
de fuerzas internacional agrupada en el encuentro continental, sin el guardián de
los intereses capitalistas transnacionales, constituye un paso importante en la
integración del continente. Ahora
esa voluntad política continental, expresada en la CELAC II, se ha puesto de contrapunto
con el integrasionismo a la sombra de los EEUU, que caracterizó a la política exterior
latinoamericana desde los años sesenta.
Es trascendental
este encuentro de la CELA II, además, porque se yergue como “espacio
de diálogo y concertación política que nos une”, bajo nuevos apropósitos continentales
a la luz de haber logrado una mayor conciencia regional y a una mayor disposición
política a ser independientes de los caprichos del capital internacional.
Nos hemos reconocido únicos, plurales y diversos como territorio joven,
y potencialmente fecundo, en decisiones y en acciones que nos permitan vencer
la miseria y el oprobio que nos desangraba antes como continente sojuzgado. Ahora
la unidad en la diversidad nos permite avizorar, con un solo puño en alto, la
unidad por el progreso y bienestar de nuestros pueblos. No en vano, la región
registra el mayor crecimiento económico de las últimas décadas, acompañado de la
superación de viejos esquemas de democracia indirecta y formal, lo que permite avanzar
hacia formas de inclusión política, participación ciudadana y justica social,
sin precedentes.
En lo concreto, CELAC II, ha reivindicado algunos hechos que
eran deuda pendiente del continente, como la soberanía argentina sobre Las
Malvinas, la condición latinoamericana de Puerto Rico y el respeto por las
formas que Cuba adopte en su decisión interna de gobierno. Los nuevos vientos que corren en la región descubren a una América
Latina que restañe heridas de venas abiertas y cierra el puño, como símbolo de decisión
de vencer la miseria y el oprobio de antaño.
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