Por Leonardo
Parrini
La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno, coreaba una canción argentina de los años sesenta con esa ingenuidad propia
de la época. Si bien los gordos pueden ser buenos, no es bueno ser gordo. Esta
es una verdad aceptada hoy masivamente, porque la obesidad se ha convertido en
un problema de salud pública en el mundo. En el planeta habitan mil millones de
obesos y obesas que, buenos o no, viven el diario estigma de ser personas
especiales, porque la grasa les mantiene atrapados, convirtiéndolos en cautivos
de su propio cuerpo, en la cárcel de su piel.
Y esta tiranía de
la gordura no es una metáfora, es una realidad cotidiana tangible puesto que de
la obesidad no se escapa tan fácil, sea porque tiene origen genético, orgánico
o por hábitos adquiridos. Una persona gorda tiene opción de liberarse, siempre y
cuando su obesidad no sea el producto de un problema de salud como hipotiroidismo,
tendencia hereditaria y bajo duras condiciones de mantener dietas y régimen de ejercicio
toda la vida.
Cecilia tiene 30
años y desde pequeña mostró tendencia a la gordura, pero al cumplir 20 años su
tendencia se convirtió en realidad. El día menos pensado Cecilia comenzó a
sentir un apetito voraz, al punto que no podía pasar más de tres horas sin injerir
alguna golosina de dulce o de sal. El efecto de ese hábito fue fulminante: en
menos de un año, Cecilia aumentó casi un tercio su peso original de 70 libras y su cuerpo se
convirtió en una masa informe donde no era posible distinguir cintura y pecho. Cecilia
se miraba cada día al espejo con una sensación de horrible angustia e
impotencia. Fue al médico y éste diagnosticó problemas de tiroides y graves desbarajustes
hormonales. Aunque inició un tratamiento con medicamentos y estricto régimen alimenticio,
la mujer no consiguió recuperar el peso normal acorde con una estatura y edad y
entró en el voluminoso universo de los obesos.
El caso de
Cecilia es el de millones de personas en el mundo, con algunas variantes. La mayoría
de los obesos deben su gordura a inadecuados hábitos alimenticios. Falta de
ejercicio diario. El drama comienza frente al espejo y continua en las tiendas
de ropa, puesto que es muy difícil encontrar prendas de vestir para gordas y gordos
y donde la angustia aumenta de solo ver un maniquí regordete, con ropa que ni
siquiera alcanza en los cuerpos obesos de carne y hueso.
Las causas de
este drama que afecta a millones de personas, saltan a la vista: ahora comemos
peor que antes, con mala calidad y en mayor cantidad de alimentos. Los cereales
y jugos de antaño se han reemplazado por grasas, azúcares, aceite y productos animales;
sin embargo, la desnutrición es un mal que azota al mundo. Comemos cuatro veces
más que antes, en tamaño de las comidas, lo que hace que un adulto pese 26 libras
más de promedio que un adulto de la década de los 50. Mientras que las otras causas
directas de gordura de origen hereditario u orgánico, vienen a hacer más
complejo el panorama de un problema de salud prioritario hoy en día.
Carlos tiene 40
años de edad y es el típico gordo social. Se engordó a partir de la infancia
con la ingesta de comida chatarra, saturadas en grasas que son su alimento de
cada día y cada noche. Carlos no practica ninguna actividad fisca y trabaja
sentado la mayor parte de la jornada laboral. Consciente de su problema, ha
intentado todo por adelgazar, sin conseguirlo. Las ditas ricas en verduras, frutas
y fibras no las puede mantener más allá de quince días, porque no comer carnes rojas,
pastas y dulces le produce una ansiedad superior a su gordura. Ni los ataques cotidianos
a su autoestima, propinados por las burlas de la gente que se suman, cruelmente,
al desprecio de su novia que lo dejó porque ya no fue atractivo a sus ojos. Ni el
calvario, en el día a día, que vive Carlos, ha logrado que su fuerza de voluntad
doblegue al compulsivo hábito de ingerir grasas y carbohidratos en cantidades
alarmantes. Carlos considera que perdió la batalla contra la obesidad y se
resigna a convivir con el enemigo en su propio cuerpo: la gordura social.
La obesidad alarma mundial
Si bien los
expertos señalan que la obesidad no es una enfermedad, sino una condición, ésta
es causa de enfermedades como hipertensión, cáncer, derrames cerebrales,
diabetes de tipo 2 y del síndrome metabólico que supone un cuadro de complejas patologías.
La obesidad dejo de ser un problema de países desarrollados para convertirse en
una epidemia de alcance mundial, cuya estadística en América Latina creció de
60 millones de obesos que había en el 2005, para proyectarse a 191 millones en
el 2030. A nivel mundial los sectores poblacionales pudientes registran 66.4% de
obesidad y los más empobrecidos un 54.1%. Una publicación de prensa dice literalmente: En
los países en vías de desarrollo son ya un total de 904 millones, cuando en
1980 eran 250 millones.
En los países con rentas altas el número de
individuos con sobrepeso es de 557 millones. A nivel global, el porcentaje de
adultos con sobrepeso u obesos (aquellos clasificados con Índice de Masa
Corporal mayor de 25) crecieron del 23% al 34% entre 1980 y 2008. En Europa, el 58% de la población padece sobrepeso.
Norteamérica tiene el record, con el porcentaje más alto de un 70% de adultos
con sobrepeso.
En el Ecuador el
problema de la obesidad es grosso. Un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INEC), realizado en 20 mil hogares a 92.500 personas, confirma que el 13.1% de
los hogares tienen doble carga nutricional y que el 2.8% de los niños entre 5 y
11 años con obesidad o sobrepeso, presentan desnutrición. La investigación
estableció que seis de cada diez ecuatorianos entre 19 y 60 años, sufre
sobrepeso u obesidad. En el país se registra una población de 1.3% delgados, mientras
que los obesos alcanzan el 62.6%. En las mujeres en cuadro es más alarmante, puesto
que la cifra engorda a un porcentaje de 65.5%.
Cuando la obesidad
depende de factores orgánicos, cuyo tratamiento pasa por el manejo de
medicamentos, terapias hormonales o intervenciones quirúrgicas, los obesos saben
que deben convivir con un problema que ya no depende de ellos. Pero si adelgazar
está en nuestras manos, siempre hay una segunda oportunidad. Una publicación de
El Comercio da una esperanza: Aumentar el consumo de frutas y verduras, así
como de legumbres, cereales integrales y frutos secos; en lugar de harinas.
Realizar una actividad física periódica, y lograr un equilibrio energético y un
peso normal. Para eso, la persona debe correr, trotar. El sobrepeso y la
obesidad son en gran parte prevenibles.
Liberarse de la cárcel
de su piel es un desafío cotidiano difícil para los obesos, pero no imposible.
Requiere de una fuerza de voluntad más considerable que la propia gordura. La constancia motivada por razones de peso
debe fortalecer nuestra voluntad de vencer a los malos hábitos de vida, comer
en exceso sin hacer ejercicio, o creer que ser gordo es bueno. Aunque la mayoría
de los gordos son seres humanos buenos por su espíritu, mas no por su cuerpo cautivo,
en la cárcel de su piel.
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