Fotografias Leonardo Parrini
Por Leonardo
Parrini
El deslizador
surca las aguas del rio Napo a gran velocidad. La proa de la embarcación apunta
en dirección nororiente; al frente, un sol abrazador que no da tregua, orienta
como un faro la ruta que conduce al Yasuni. Es un día claro, ardiente, con una
temperatura que puede fácilmente superar los 45 grados. Al paso veloz del bote,
entre el follaje de los árboles que bordean el rio, asoman chozas de madera de
chonta y paja. Son las moradas de las comunidades Kichwas y Waoranis que
habitan las riberas del Napo. La ruta por el rio es tránsito obligado de los
habitantes del mítico Yasuni y toca a su fin en el último bastión de la patria:
Nuevo Rocafuerte.
Nuevo Rocafuerte,
fundado el 23 de enero de 1942, es hoy cabecera cantonal del cantón Aguarico. Originariamente
tuvo asentamiento en un lugar llamado Cabo Pantoja, frontera con Perú, situado
a pocos kilómetros al nororiente de su actual ubicación. Luego de la Guerra del
año 1941 que enfrentó a Ecuador con su vecino del sur, el pueblo quedó en manos
peruanas, pero fue reconstruido con el empuje de sus hombres y mujeres, luego
de que el invasor extranjero los expulsara de sus tierras ancestrales. La conflictiva
relación con el Perú y los posteriores enfrentamientos bélicos marcaron la vida
de Nuevo Rocafuerte. En la Guerra del Cenepa, en 1995, el pueblo fue evacuado y,
al fragor de la apresurada salida, dos canoas chocaron en el rio y perdió la
vida uno de los moradores: era la primera víctima de la guerra.
La vida cotidiana
Fernando Alomia, oriundo del sector, desciende de la canoa y se encamina a uno de los
almorzaderos del lugar atendido por doña María. Pide un seco de gallina y mientras
la mujer saca una presa del ollón, el hombre se dispone a beber, copiosamente,
de una botella de plástico un sorbo de agua bien helada para amainar el
sofocante calor. Mi abuelo vivía al otro
lado del rio –dice-, con la vista perdida en las aguas apacibles del Napo,
que en esta época del año bajan peligrosamente de nivel. Éramos una familia dedicada a la agricultura, plantábamos arroz, yuca y
también pescábamos bagre y penchi en el río. Las precarias condiciones de
vida lo hicieron salir del terruño natal. Femando abandonó el lugar en 1981 y se fue a estudiar al Coca y, desde entonces, nunca más volvió a residir en la finca al otro lado del río.
Atrás quedó el
tiempo en que los caucheros brasileros provenientes del Amazonas, hacían su
agosto comprando caucho peruano o chilquilla, una especie de barniz natural que
se daba al otro lado de la frontera. Hoy, algunos habitantes de Nuevo
Rocafuerte se dedican a la extracción de maderas finas como Laurel, Caoba, Canelo,
Cedro y Guayacán y una muy dura llamada Wambula, usada en la construcción de
pilares para las casas. Otros se dedican a la agricultura de auto subsistencia
o trabajan para la empresa estatal petrolera Petroamazonas como obreros en el
campo Pañacocha, o canoeros en el río Napo. El primer plato que recomiendan
probar los residentes es el llamado maito, un pescado envuelto en hojas de
plátano, preparado al vapor, con sal y sin aliños. Este platillo se lo acompaña
con yuca y cebolla, pero otros prefieren consumirlo con plátanos. Otra delicia
típica son unos gusanos fritos con choclo y queso.
Las actividades
comienzan muy temprano esta calcinante mañana en este pequeño pueblo de menos
de un millar de habitantes. Sofía barre la vereda del local de comidas que
atiende en el malecón. Pedrito, mochila a la espalda, sale de su casa en un
biciclo en dirección a la única escuela del sector. Una canoa con motor fuera
de borda cruza el embarcadero conducida por una mujer que lleva a su pequeño
hijo a la escuela. A escasos metros de distancia, frente a la Capitanía, un
grupo de militares de la Armada hace flexiones de pecho en plena calle. Un perro
cruza el malecón ladrando, una lancha surca el río pegada a la ribera de
enfrente. José, recostado sobre una hamaca que cuelga en el corredor de una
casa de madera, habla por celular con su hijo y promete, a su regreso, llevarle
tortugas, monos y otros animales de la selva. Una mujer que lleva un niño en
sus brazos entra en el hospital del pueblo construido por aportes de la comunidad
católica. En la única escuela del pueblo, ha comenzado la algarabía antes de
iniciar las clases esta mañana.
El futuro petrolero
Observo
detenidamente el lugar, como paneo de una cámara cinematográfica, e imagino el
esfuerzo que esta gente realiza, históricamente abandonada por el Estado. Tuvieron
que vencer el aislamiento, las distancias y las invasiones extranjeras, antes
de intentar sobrevivir con decisión, a punto de iniciar una historia distinta
que todos esperan, gracias al nuevo destino petrolero del Yasuni con la
apertura del bloque 43 ITT.
El Estado
decidió explotar el petróleo que subyace en el Yasuni y Nuevo Rocafuerte vive
hoy en sus comunidades el llamado proceso de consulta previa, cuyas respuestas
influirán en la inserción del pueblo a las actividades hidrocarburíferas que
deben darse en esta zona del cantón Aguarico. La historia está a punto de
cambiar para este emblemático bastión amazónico, cuando los recursos de la
extracción petrolera beneficien a esta comunidad olvidada en el punto más
oriental del territorio ecuatoriano. Por el momento, a través de los 300
kilómetros de cauce del rio Napo es común ver los transbordadores llevar la
maquinaria y camiones pesados a los
campos petroleros del bloque 31.
Así lo ha
prometido el Presidente Rafael Correa: no saldrá un dólar petrolero de la
Amazonía, sin que antes esta región sea la primera en vencer, definitivamente,
la pobreza con los recursos del 12% de los excedentes petroleros que les
corresponde por ley. El deslizador fluye veloz, como mis pensamientos, mientras
me lleva de regreso a la ciudad del Coca. Ahora el sol es una esfera anaranjada,
estampada sobre un cielo carmesí, que entibia el ambiente sobre la inmensidad
del corazón palpitante del Yasuni.
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