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lunes, 24 de noviembre de 2014

PETROCORRUPCIÓN A RITMO DE SAMBA

Por Leonardo Parrini

Con más vigor que el propio petróleo, industria que mueve miles de millones de dólares en el mundo, la petrocorrupción en Brasil amenaza con incendiar el país de la samba ante el escándalo desatado en la industria estatal más grande de América Latina: Petrobras. Como por un tubo de oleoducto fluía el dinero producto de contratos amañados, sobornos, sobrefacturación, testaferrismo bancario, negocios privados y compra de puestos políticos, hasta que los primeros implicados decidieron delatar a sus compinches en una cadena de soplonaje y delación sin precedentes en el país carioca.  

La policía llamó al operativo Juicio Final, como premonición de lo que se avecina en Brasil luego de que un expediente judicial encabezado por el juez Sergio Moro, aplica la delación como mecanismo de judicialización de autores cómplices y encubridores del caso de corrupción pública más sonado de la historia del país. El caso involucra a personeros y directivos de la estatal Petrobras, empresarios privados, funcionarios de segundo orden y políticos del Partido de los Trabajadores, en una danza de los millones al ritmo de las revelaciones del mayor delator del caso, el cambista Alberto Youssef.

La “delación premiada”, o rebaja de pena a cambio de delatar al resto, ha puesto en la cárcel a 16 implicados, 13 empresarios, directivos, altos ejecutivos, un exdirector de Petrobras y el cuarto delator, Alberto Youssef guardan prisión en el penal de Curitiba. Los cargos: alimentar un sistema muy sabido que permitía a los altos directivos de Petrobras recibir comisiones chuecas, o coimas, por contratos tramitados y aprobados en favor de contratistas privados y realizar sobornos a destajo. Al final del día el hombre del maletín jugaba un rol clave en un sistema de corrupción que llegó a mover más de 10.000 millones de reales, unos cuatro mil millones de dólares, aunque nadie puede afirmar con certeza la cifra real. Los contratos grandes bordeaban los 25 mil millones de dólares. En la ruta de la corrupción quedaban porcentajes de comisiones entre el 10% y el 50%, pero el delator Youssef asegura que los partidos políticos, entre ellos el PSDB y el PT de Lula y Dilma Rousseff, se llevaban su parte, que ascendía al 3%.

La gigantesca Petrobras, con 86 mil trabajadores, “refina el 98% de la gasolina que se consume en Brasil, comercia con cerca de 20.000 empresas que le surten de todo tipo de productos y ella misma es responsable de un décimo de todas las inversiones que se acometen en Brasil”, según datos de prensa. El caso tiene repercusiones graves: solo dos de las diez mayores empresas de ingeniería y construcción del Brasil no estarían implicadas en el escándalo. Existe un riesgo cierto de que se paralicen las principales obras públicas en marcha; “en una palabra: que el país se pare”, según afirman observadores y líderes de opinión brasileros.

La prensa carioca recoge el testimonio de los implicados, a confesión de partes relevo de pruebas: “el soborno era inevitable, si no, no salía la obra. Si alguien desconoce esto, desconoce la historia de este país”. El empresario Ricardo Semler, de 55 años, en una reciente columna en Folha de São Paulo titulada Nunca se roubou tão pouco (Nunca se robó tan poco) escribe: Era imposible vender directamente sin soborno. Lo intentamos de nuevo en los años ochenta, noventa e incluso recientemente. En 40 años de persistentes tentativas, no hicimos nada”.

De las cifras de una economía corrupta se pasó a la revelación política con “ramificaciones imprevisibles”. Los implicados acusan a los directicos del Partido de los Trabajadores, al tesorero del  João Vaccari, de llevarse sobornos para sufragar las campañas políticas de su partido. La Presidenta Rousseff, con el parche puesto antes de la herida ha dicho que bajo su mandato “se investiga y se persigue la corrupción”. ¿Será suficiente esta declaración de principios, cuando al final del día su partido está acusado de actos de corrupción evidentes? Sin embargo, cierto es que en su gobierno por primera vez en la turbia historia de Brasil no habían sido encarcelados empresarios intocables. En una elocuente conclusión el Fiscal General dijo que antes existía la justicia de las tres pes: putas, prestos y pobres y que desde hace algunos años ya no es así. En tiempos en los que el Estado es el referente de la ética pública, la apología de lo estatal no debe obnubilarnos y más bién tomar, con espíritu crítico, el ejemplo brasilero para no bailar la misma samba.

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