Foto El Comercio
Por Leonardo Parrini
Un grupo de mujeres
con el torso desnudo exhibe leyendas por la despenalización del aborto, en medio
del debate del proyecto del Código Orgánico Integral Penal de la sesión plenaria
de la Asamblea Nacional ecuatoriana. Ante la mirada expectante de los asambleístas,
la Presidenta del parlamento, Rosana Alvarado, pide “absoluto respeto” para la intervención
de este puñado de mujeres que protestan porque el aborto sigue siendo un delito
en un país que se jacta de ser revolucionario y en el que se producen, según la
OMS, 125 mil abortos por año, es decir un aborto cada cuatro
minutos.
Las mujeres con pancartas y
cuerpos pintados enarbolaron la consigna de rechazar el artículo 148 de la
nueva normativa que hace referencia al aborto consentido. Dicho artículo dice:
“La persona que haga abortar a una mujer que ha consentido en ello, será
sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años”. Además plantea
que “la mujer que permita esa práctica, será sancionada con pena privativa de
libertad de 6 meses a 2 años”.
El informe aprobado por la
Comisión de Justicia de la Asamblea sólo despenaliza el aborto cuando la vida
de la madre está en riesgo y cuando el embarazo es producto de la violación a
una mujer con discapacidad mental. Pero se sabe que solo el 0,80% se enmarca en
este caso, mientas el 99,2% de mujeres violadas queda en la indefección. Para Sarahí
Maldonado, líder del grupo Movimiento de Mujeres “la prohibición del aborto
sólo causará que estas prácticas se realicen de forma clandestina en sitios
inseguros con personal mal capacitado, lo cual contribuirá a que se disparen
los índices de muertes por abortos mal hechos”. Las estadísticas hablan por sí
mismas: en el Ecuador citadino y revolucionario, el 18% de las muertes maternas son causadas por abortos clandestinos y se producen 330 muertes por cada 100 mil abortos, cifra muy superior al 0.1 y 0.2% de tasa de
mortalidad en los países donde el aborto es legal.
Según investigadores, las
estadísticas demuestran que el aborto se reduce cuando se despenaliza de la
mano de una política integral de educación sexual. Para el analista Héctor Pérez
Martínez, “bajo
los parámetros contemporáneos del Derecho Constitucional y Penal, el Estado ecuatoriano
sólo puede imponer penas privativas de libertad cuando le es imposible combatir
una conducta con otros medios que no anulen la libertad personal”
El meollo de la discusión se
centra en torno a la idea de la vida como un hecho y como un derecho. Las
posturas opuestas al aborto legal parten de la premisa que el embrión es vida,
y esa idea concede de entrada una ventaja moral a los opositores del aborto. La
pregunta es: ¿dónde empieza y termina la frontera de la vida y si ésta es una
mera relación micro celular o, por el contrario, responde a un estado
desarrollado de células vivientes en capacidad de relacionarse con el entorno
en niveles de auto conciencia propia?
“El argumento estrella de quienes promueven la
penalización del aborto es que con ello se defiende la vida y, sin embargo,
nunca he visto a ninguno de ellos presentar una sola evidencia para corroborar
esa afirmación. No es verdad que la penalización salve la vida de cigotos o fetos
indefensos. Lo único que ha demostrado reducir el aborto —y, por tanto, salvar
esas vidas— es la educación sexual”, concluye Martínez.
Ecuador país abortista
Investigaciones realizadas por LAPALABRABIERTA establecen que de hecho casi no existen mujeres denunciadas en la Fiscalía por
cometer aborto. Esto revela que la postura moral de oponerse a
la despenalización del aborto se queda en el discurso y no pasa a la práctica: “nuestra
sociedad, incluyendo a su facción más conservadora, no cree seriamente que una
mujer deba pudrirse en la cárcel por haber abortado”. Los estudios realizados
en el país determinan que el 33% de las mujeres ecuatorianas han experimentado
algún tipo de aborto y se estima que “95.000 abortos se practican anualmente,
sin embargo sólo se registran 200 con curso legal”.
Una encuesta sobre hábitos sexuales
realizada en el Ecuador a 13.349 personas entre 18 y 55 años, por la empresa Tendencias
Digitales, para el Grupo de Diarios de América (GDA), establece que “el 32,6%
de las mujeres ecuatorianas ha experimentado algún aborto”. Este indicador
convierte al país en el primero con más abortos, entre 11 países de
Latinoamérica. Ecuador encabeza la lista de los países abortistas seguido por México,
Puerto Rico y Perú. Costa Rica que es el país con menos abortos. La
investigación reveló que “en América Latina, el 29% de las mujeres ha tenido
algún aborto”, mientras que en Ecuador, el grupo de mujeres “que más declara
que tuvo algún tipo de aborto se ubica entre los 30 y 55 años. Pero con un pico
alto del 75%, desde los 41 a 45 años. Desde los 18 a 21 años, en cambio, solo
se registra el 14,3% de mujeres que abortaron.”
No obstante esta realidad, el
Presidente Rafael Correa ha dicho en su cuenta de Twitter que va a vetar
cualquier forma legal que modifique la normativa vigente en la actualidad. Esto
contradice la tendencia revolucionaria del Ecuador como país, cuyos preceptos democráticos
de igualdad y justicia social deben legitimar los derechos de las mujeres a
decidir sobre su sexualidad y maternidad; sobre los métodos anticonceptivos que
utilizan y sobre si desean o no abortar. Para los colectivos de las mujeres que protestan
con dorsos desnudos, también se desnuda un hecho real: el discurso
gubernamental es sencillamente "inoperante", en palabras de las
ecuatorianas que buscan mejorar sus condiciones de vida y el de sus congéneres.
Los analistas coinciden en
declarar que en virtud del principio de intervención penal mínima, “el Estado
está obligado a despenalizar todas aquellas conductas que puede combatir, con
igual o mayor eficacia, utilizando mecanismos distintos al derecho penal, y si
está demostrado que la penalización no es una medida idónea para proteger la
vida del no nacido, entonces el Estado no sólo que bien puede despenalizar,
sino que tiene la obligación jurídica de hacerlo”. Visto así, en este punto, la despenalización
del aborto es una realidad inaplazable en el país. Mientras tanto, las mujeres de torsos desnudos claman porque, liderada
por un Estado incluyente, también la sociedad se desnude de prejuicios y
moralismos que contradicen una auténtica defensa de la vida de todas y cada una
de las mujeres ecuatorianas.
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