Por Leonardo Parrini
El
matrimonio acaba muchas locuras cortas, con una larga estupidez, dejó escrito
en su texto Crepúsculo de los ídolos, el pensador alemán Federico Nietzsche. Y
este aforismo del escritor nihilista parece hacer carne en las actuales
generaciones, como lo confirma un reciente estudio basado en datos del INEC, en
donde se demuestra la creciente tendencia de las parejas a la unión libre en el
Ecuador.
El
estudio geo referenciado en Guayaquil y Quito por la empresa Location World, señala que en el Puerto
Principal un 42% de parejas comprendidas entre los 20 y 29 años han optado por
vivir unidos libremente. En contraste, en Quito sólo el 20% de las parejas
convive de esa manera; en tanto, en la capital el 78% de personas con edades
entre 30 y 78 años se han casado al menos una vez. La investigación establece
que la unión libre tiene mayor incidencia en lugares periféricos de las urbes
analizadas. Como ejemplo vale señalar que en los exclusivos sectores capitalinos de Cumbayá y Valle de los Chillos, “la población está
conformada por un 64% de personas casadas, el 20% está en unión libre; mientras
que en San Miguel de los Bancos, -sector rural marginal- el 43% de la población está casada y el 41% en
unión libre”.
Conforme el Censo
de Población y Vivienda realizado en Noviembre de 2010 en Ecuador, un total de 2’214,067 personas
vivía en unión libre, es decir un 20,43% de la población total del país. En el
censo realizado en 2001, un total de 1’579,712 personas vivían “unidas”, lo que
representaba un 17,72%. Estas cifras demuestran un crecimiento de este índice
en el lapso de los últimos 10 años.
Los especialistas en temas conyugales manifiestan que la creciente
tendencia a la unión libre expresa la necesidad de los jóvenes a explorar la
vida en pareja, sin mayor compromiso en sus acciones. Una encuesta realizada a
estudiantes de comunicación de la FACSO de la U. Central, demuestra que el 75% de los consultados,
entre 18 y 29 años, vive en unión libre con su pareja; el dato no deja de ser
interesante, pues se trata de personas con conocimientos en las lides de la
comunicación humana.
Esta variación se explicaría en un cambio de prioridades en la sociedad
ecuatoriana: hoy es notorio que la búsqueda del autoplacer, de la propia
comodidad es lo primordial; por tanto, esta falta de compromiso con el otro
estaría dando al traste con los acuerdos formales que impliquen el sacrificio
de “obligaciones para toda la vida”, como suponen las leyes matrimoniales. La máxima que habla del amor como acto de fe que da lugar a una actitud de entrega que, a su vez, posibilita un pacto moral que puede cristalizarse en un proyecto de vida en pareja, sería una alternativa elegida por los jóvenes al margen del matrimonio legal.
Nietzsche: el amor mata al matrimonio.
En tiempos pasados el matrimonio estaba fundado en la propiedad privada,
a través de relaciones industriales o mercantiles legitimadas por la ley civil
y la religión. El matrimonio tenía como expresión un acto social que se materializaba
en un acuerdo por conveniencia esencialmente hereditaria. Los pactos
coercitivos, -no la atracción de parejas-, fue el motivo del matrimonio
primitivo, que incluía el sometimiento sexual de la mujer, que en retraimiento
y cautiverio se doblegaba a los designios del marido impuesto por interés
económico. Los antiguos no confiaban en las uniones afectivas, sino en los
contratos que asegurasen la herencia de la propiedad privada. La esposa del amor surge socialmente bajo la
influencia de la mezcla de las tribus evolutivas noditas y adanitas. A partir de esa evolución, el
matrimonio se volvió “lentamente mutuo, romántico, paternal, poético,
afectuoso, ético y aun idealista”.
Nietzsche no pasó por alto esta
constatación, y no dudó en señalar al amor como causa de destrucción del
contrato matrimonial. “Con la indulgencia
creciente hacia el matrimonio por amor se han destruido las bases mismas del
matrimonio, todo lo que le erigía en institución. Jamás se ha fundado una
institución sobre la idiosincrasia; por eso, lo repito, no se puede fundar el
matrimonio en el amor. Se funda sobre el instinto de la especie, sobre el
instinto de la propiedad”, concluía Nietzsche.
Por dichas razones, el matrimonio moderno ha
perdido su significación; por consiguiente, se le suprime, según Nietzsche. Es,
en definitiva, el amor romántico -producto del romanticismo mórbido- lo que
está minando la institución matrimonial a los ojos de Nietzsche. Sobre el amor
romántico, grotesca caricatura del amor auténtico y, en último extremo, sobre
el narcisismo y egotismo en que se funda ese espejismo de amor, no puede
sostenerse una institución que aspira a perdurar. “Los sentimientos, las pasiones
y los impulsos del momento” -para Nietzsche- son tan inconstantes que están
condenados a la más precoz o tardía extinción y alteración. El camino de
libertad desbrozado por esa pasión de “locuras cortas”, sin responsabilidad
ulterior a los sentimientos, -de las que hablaba Nietzsche-, parece ser el
signo de nuestros tiempos.
En nuestra sociedad la gente se pregunta cada vez con mayor frecuencia qué relación puede haber entre el amor de dos personas y la ley del matrimonio; qué necesidad tiene de vincularse el amor, que es todo impulso y espontaneidad. Así, son cada vez más numerosos quienes rechazan la institución del matrimonio y optan por el llamado amor libre o la simple convivencia de hecho. Sólo si se descubre la relación profunda y vital que hay entre ley y amor, entre decisión e institución, se puede responder correctamente a esas preguntas y dar a los jóvenes un motivo convincente para vincularse a amar para siempre y no tener miedo a hacer del amor un deber
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