Por Leonardo Parrini
Hay un viejo dicho que
sentencia: yo te ofrezco busca quien te dé. Ese silogismo popular del que hablaban
los abuelos parece ser la fórmula electoral más ocurrente y recurrente en la
campaña electoral ecuatoriana, como expresión de la cultura de la demagogia tan
arraigada en nuestro país.
A pocas semanas de iniciada la
campaña el país presenció una suerte de disputa entre quienes se atribuían la
paternidad responsable del bono solidario, y más aun, de su incremento como
promesa electoral típicamente clientelar. El candidato banquero Guillermo Lasso,
el candidato coronel Lucio Gutiérrez y el candidato oficial Rafael Correa se
entreveraron en una carrera por demostrar quién era el autor de la idea de dar bonos de
la pobreza y de cómo y cuánto elevar el monto de dicho bono de forma inmediata.
Cándidos, el banquero y el coronel, cayeron en la ingenuidad de competir con el
candidato-presidente que, no sólo sabe cómo mejorar el monto del bono, sino que
además cuenta con los recursos petroleros para hacerlo.
El clientelismo electoral ha
sido practicado por casi todos los políticos latinoamericanos, y en particular
por los ecuatorianos, que encuentran en la oferta fácil del toma y daca, un
resorte que dispare la votación su favor. A las viejas fórmulas del populismo
clásico de Velasco Ibarra que pedía “un balcón para ser presidente”, seguro del
influjo de su verbo populachero y oferente, se suma la presencia del magnate
candidato bananero Álvaro Noboa que ha prometido convertir al Ecuador en “un país de clase media”, es
decir, terminar con los pobres. Como bien apunta Juan Cuvi: “Antes, las
promesas quedaban en el plano de las expectativas e ilusiones propias de
nuestro sistema político. Hoy corremos el riesgo de que cualquier candidato,
con una adecuada dosis de elocuencia y entusiasmo, fuerce al Presidente a tomar
medidas improvisadas para contrarrestar la puesta de mano”
La demagogia y el clientelismo
dominante en las contiendas electorales ecuatorianas es una constante que surge en cada proceso
electoral, como un componente de nuestra cultura política. En ese sentido, es
acertada la lectura que hace Cuvi: “El baratillo de ofertas ha sido un
ingrediente consustancial de nuestra sazón electoral. No de otro modo se
explica que Álvaro Noboa reincida en su estrategia de prometer imposibles. A
fin de cuentas, la maniobra le ha dado resultados entre exitosos y pasables”
La vieja nueva fórmula
A pocos días de los
comicios del 17 de febrero, a la demagogia electoral se suma un elemento
inusitado que, de no ser porque resulta trivial reconocerlo en los discursos
del candidato-pastor Nelson Zavala y del candidato-bananero Álvaro Noboa,
debería preocuparnos que a estas alturas de la vida el engaño y la exclusión
sean campantes fórmulas de promesa electoral en el Ecuador.
En reciente decisión el CNE, Consejo
Nacional Electoral, aplicó sendas advertencias a Zabala y a Noboa por sus prácticas
de campaña. En el primer caso, el organismo electoral fue categórico con el
pastor evangélico del Partido Roldocista Ecuatoriano, PRE, en advertirle que no
puede usar “un lenguaje discriminatorio contra la comunidad de Gays, Lesbianas,
Bisexuales, Transgéneros e Intersexos GLBTI)”. A lo que el candidato pastor
respondió “Parece ser que el CNE piensa que el Ecuador es corrupto, es inmoral
y es homosexual. Ustedes están equivocados. Los ecuatorianos somos gente
decente… ser homosexual no es digno…por eso este 17 de febrero vamos a
silenciar a todos estos inmorales, en el nombre de nuestro Señor”. No contento
con aquello, el pastor amenazó con impedir el ingreso al Ecuador de la cantante
pop Madona, en caso de ser elegido presidente.
La amenaza del
candidato pastor, al más puro estilo de los intolerantes regímenes totalitarios,
resulta un despropósito en un país donde la diversidad es el signo de nuestro
tiempo. Sin embargo, es pertinente recordar que el jefe de la campaña del
pastor, el defenestrado ex presidente Abdala Bucaram, cuando fue Gobernador del
Guayas, ya las emprendió contra el uso de las minifaldas en la ciudad y contra el
filme La Luna del italiano Bertolucci, que prohibió en las carteleras en
Guayaquil “por inmoral”.
El organismo electoral
ecuatoriano también observó la práctica electoral del magnate Álvaro Noboa
quien recurre con frecuencia a la dadiva por doquier. Diario El Comercio al
respecto reportó: “Como pruebas, se entregaron los videos de tres canales de
televisión, en los cuales se observa a Noboa entregar víveres, colchones,
implementos de aseo, entre otros obsequios. Por ello, el TCE determinó que el
candidato habría incurrido en la prohibición establecida en el artículo 204 de
la Ley Orgánica Electoral.”.
Estos viejos y nuevos procedimientos electorales, se explican en la falta de tolerancia y sentido
democrático, propio de los regímenes y movimientos populistas que oscilan y asientan
su existencia entre el autoritarismo y
el clientelismo. Prácticas que corresponden a los estilos políticos de una clase dirigente desplazada del poder en el Ecuador en la última decada. Por eso que no sorprende que a falta de tesis ideológicas y políticas en favor de
resolver las necesidades populares, en un desesperado intento de recuperación del poder perdido, se impongan en la campaña electoral ecuatoriana fórmulas marcadas por la
demagogia, el paternalismo y la discriminación, salpicados de una buena dosis de moralismo cuartelero que les caracteriza.
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