Por Leonardo Parrini
Cuando evoco a África viene a mi
memoria la imagen de Meryl Streep durante un ardiente atardecer en la sabana
africana junto a Robert Redford, su amante cazador, en un descanso del rodaje
del film África Mía, la mirada romántica
del cine gringo a un continente violento y diverso. Pero cuando profundizo un
poco en mis saberes de esas tierras lejanas e ignotas, me dejo llevar por la
exquisita cadencia de la música de Peter Gabriel, artífice del superlativo rock
británico de fuerte influencia de danzas, polirritmias y ostinatos africanos.
En mis evocaciones me resisto a aceptar que África sea la vasta locación de filmes románticos
o sólo el génesis de danzas y ritmos de dumdum, de estirpe e influjo ancestral en la
musica europea, sino esencialmente el continente heterogéneo de 52 naciones independientes,
con una gran diversidad étnica y cultural, unas mil lenguas y al menos cinco
grupos culturales mayoritarios.
Los franceses invaden Malí
Al leer la noticia de que
Francia ha invadido militarmente a Malí, una nación norafricana de poco más de
1.240.000 km2, con una población de 14,5 millones, la mayoría concentrada en Bamako
su capital, mis evocaciones vuelven a la realidad de un continente milenario.
Allí, en la extensa llanura africana desde tiempos inmemoriales, el
colonialismo francés se afincó en busca de riquezas naturales, estableciendo
gobiernos que rompieron las formas de gobernanza local y cuyas consecuencias
sociales, políticas y económicas fueron intensas.
En 1830,
Francia ocupó Argelia y durante ciento treinta y dos años el territorio argelino fue colonia
francesa. Argelia representaba un lugar ideal y estratégico para el imperio francés, decidido a fundar colonias en África septentrional. En menos de
dos años llegaron a Argelia alrededor de veinte mil franceses, iniciándose el
sistemático despojo de las tierras fértiles, una de las notas
dominantes de la colonización de ese país.
La historia se repite
Malí, asentada en el centro del
desértico continente africano, hoy día se encuentra ocupada por los franceses con
similares motivaciones coloniales que pretenden imponer formas de
gobernanzas según el interés galo. Francia, esta vez, actúa aupada por sus
aliados británicos, norteamericanos y canadienses que han prestado apoyo político
y logístico a la nueva invasión al continente africano.
En el fondo del conflicto
subyace una historia que se remonta a 1916, cuando los Tuaregs intentaron crear
su propio estado en Malí. Posteriormente, al cabo de un siglo, las revueltas étnicas
han tenido diversa intensidad; en los años noventa los enfrentamientos fueron más violentos, pero terminaron aplastados por fuerzas militares asentadas en
Bamako, la capital de Mali.
En la actualidad, Al Qaeda Magreb
Islámico (AQMI), es la organización de origen argelino que se impone en Mali,
con derivaciones del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) que
a su vez se había escindido del Grupo Islámico Armado (GIA). Ambos han librado
una larga guerra civil en Argelia, que según cifras estimadas habría cobrado
cerca de un millón de muertos en los últimos veinte años. Es el propio Osama Bin Laden quien
bendijo la integración del GSPC en Al Qaeda (La Red), que a partir de 2007 se
convierte en AQMI.
Un golpe de estado perpetrado, en marzo de 2012, por el capitán Amadou Sanogo es la ocasión que el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) consideró propicia para la consecución del objetivo que lleva persiguiendo desde hace un siglo. El propósito es la implantación de un emirato islámico en todo el Sahel, desde Mauritania a Somalia, con Nabil Abu Alqama al frente del mismo.
Los franceses lo tienen nada fácil.
Su propósito, con la intervención militar de 2.000 efectivos aliados al ejército
regular de Mali, es “parar la agresión de los islamistas, asegurar la capital,
Bamako, y preservar la integridad territorial del país". Esta misión la
lleva a cabo en este país africano pese al riesgo que corren los ocho rehenes
franceses cautivos de las milicias salafistas. Pero la suspicacia internacional
pone a Francia en la mira de la ambición por la nada despreciable riqueza de
Malí consistente en oro y algodón.
No obstante, la verdadera riqueza de Malí radica
en sus tradiciones musicales, literatura, danza y escultura. Estilos como el
hip hop y el reggae son también una realidad y no sólo entre los más jóvenes:
la proliferación de grupos que incorporan la crítica social facilita la
circulación de mensajes y la concienciación. Tiken Jah Fakkoli, el cantante
de reggae más popular de Malí, no se cansa de denunciar todo tipo de situación
ilegal, como por ejemplo en su tema titulado explícitamente
"Françafrique". Este término se utiliza para designar la
relación criminal de Francia con sus antiguas colonias, apoyando a las dictaduras.
En una de sus canciones, Tiken Jah es concluyente y habla de la intervención
militar francesa en toda la región de esta forma: "Primero son los
pirómanos y después quieren ser los bomberos”.
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