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jueves, 26 de julio de 2012

BALTAZAR GARZÓN EN EL AJEDREZ POLÍTICO ECUATORIANO


Por Leonardo Parrini

Que Baltazar Garzón asume la defensa internacional de Julian Assange, amparado en la embajada de Ecuador en Londres bajo petición de asilo, como eventual acusado ante cortes suizas por supuestos delitos sexuales y por espía en los EEUU, causó revuelo pero no sorpresa. Ambos personajes son fichas de un tablero de ajedrez en el que el Estado ecuatoriano, con intereses en juego, celebró la decisión del juez español calificándola de "en buena hora", a través de su canciller. Garzón tiene la doble relación con Ecuador en calidad de veedor no vinculante de la actual reestructuración del sistema judicial ecuatoriano y como defensor del  potencial protegido, Julian Assange, del mismo Estado ecuatoriano.

En este escenario asistimos a una inmejorable oportunidad de ver cómo devienen las ya incestuosas  relaciones entre la política y la justicia. Los componentes de este ajedrez se hacen más complejos, puesto que Garzón no es un personaje químicamente puro, sino que tiene un denso curriculum como activista socialista y un palmarés donde destacan investigaciones judiciales emprendidas como juez contra el narco tráfico en Europa y las organizaciones separatistas Eta y Batasuna en España. Y el caso más notable, su cerco jurídico tendido al ex dictador Augusto Pinochet por violación a derechos humanos de ciudadanos españoles en Chile y crímenes contra la humanidad. Como fresa del pastel, Garzón pretende investigar a Henry Kissinger por su incidencia en las dictaduras militares latinoamericanas en la década de los años setenta.

En resumen, Garzón es una pieza clave en el tablero de una partida que comenzó con la publicación de los cables de Wiki Leaks de Assange que destaparon una controversial y oscura relación de políticos ecuatorianos con el Gobierno de los EEUU. La segunda jugada de Assange, con relación al Ecuador,  fue la entrevista de prensa al presidente Correa donde se advirtieron coincidencias del mandatario con Assange, en calidad de miembro “del club de los perseguidos”, como calificó en esa ocasión el entrevistado a su entrevistador. Tercer movimiento de Assange: elude su arresto domiciliario e ingresa en la embajada ecuatoriana en Londres donde solicita asilo político.

Así dispuestas las piezas en el tablero, el Estado ecuatoriano enfrenta con la presencia de Garzón como defensor de Assange, una nueva presión ante la petición de asilo, puesto que su protegido es defendido -al mismo tiempo- por quien observa como veedor los cambios en el sistema judicial ecuatoriano. En este sentido, el gobierno de Correa tiene la opción de voltear a su favor la veeduría en el tema judicial y asilar a Assange, situación que convierte a Garzón en factor decisivo en la concesión del asilo. Brillante oportunidad del juez español para dar un jaque mate y emerger, a la vez, como observador transparente actuando con probidad en su veeduría y defensor eficaz de su cliente. En ambos casos, gana la casa y su invitado Julian Assange.

En esa circunstancia la oposición política a Correa -que tiene puesta la mirada en Garzón para desbaratar la reestructuración judicial propiciada por el Gobierno ecuatoriano-, verá de reojo a Garzón por supuesta coincidencia con los intereses del régimen.

Como corolario, el tema de la vinculación entre política y justicia, muy en boga en nuestro país, se evidencia confirmando que dicha relación es indisoluble, al menos en sus aspectos ideológicos. Y es hasta factible, puesto que la fuente de la justicia debe estar en la dignidad humana, -cuestión de valor ideológico, en definitiva- y no en leguleyadas de protervo interés politiquero. En este sentido la defensa de Garzón a Assange envía una señal esclarecedora: la justicia es, o debe ser por sobre todo, la defensa y el imperio de las causas justas.

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