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miércoles, 23 de septiembre de 2015

SOBERANÍA E INDEPENDENCIA LATINOAMERICANAS

Por Leonardo Parrini

Latinoamérica ratifica la nueva era de soberanía e independencia que se vive en el territorio continental en el marco de la solución de conflictos regionales. El entente de los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, para dirimir problemas fronterizos, -con facilitación de los presidentes Rafael Correa y Tabaré Vázquez-, confirma que la actuación soberana e independiente del continente respecto de injerencias foráneas, es un hecho real y plausible. La otrora intervención de los EE.UU, y de una OEA dirigida desde Washington, en los asuntos centro y sudamericanos ha quedado en el pasado. Aciagos días en que la organización regional expulsó a Cuba de su seno en una actitud excluyente e insolidaria, ratificada en un bloqueo norteamericano de medio siglo a la isla caribeña, que obligó a obedecer los designios de aislamiento cubano al resto de naciones del continente. Esta vez la OEA no tuvo capacidad de reunir a sus países miembros para analizar el conflicto fronterizo colombo venezolano, en una demostración de falta de gestión y credibilidad del organismo subregional.   

En los actuales momentos las referencias de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC, y de la Unión de Naciones Sudamericanas UNASUR, otorga otra dinámica e imprime distinto tono a la geopolítica de la región. El rol facilitador de ambas organizaciones en el resultado de los diálogos llevados a cabo entre Colombia y Venezuela en Quito, hizo posible la superación de la crisis fronteriza provocada por una situación comercial irregular y medidas migratorias de deportación de miles de colombianos de territorio venezolano. El clima beligerante bajó en intensidad con el cese de las deportaciones, la normalización de los intercambios comerciales y el retorno de los respectivos embajadores de Colombia y Venezuela en las últimas horas. El siguiente paso es la reanudación total de las relaciones diplomáticas bilaterales, concordancia avalada por UNASUR y CELAC.

¿Qué demuestra el entendimiento bilateral entre Colombia y Venezuela, sin injerencia foránea en la región? Es, sin duda, el signo de un tiempo marcado por el nuevo diseño geopolítico continental de la última década, con mayor protagonismo de las naciones sudamericanas y caribeñas en el manejo de sus asuntos y la solución de sus conflictos. Un panorama auspiciado por la voluntad política de mandatarios conscientes de la necesidad de pensarnos a nosotros mismos, sin fórmulas estereotipadas de claro corte intervencionista que buscan el sometimiento incondicional de nuestros países a los intereses de los EE.UU y sus aliados europeos.

La pérdida de influencia norteamericana en Latinoamérica está en proporción inversa con los arrestos políticos regionales por establecer agenda propia, singulares mecanismos de diálogo y proyectar la acción de un bloque compacto unido en la diversidad. Hoy día los latinoamericanos estamos dispuestos a hacer prevalecer nuestros intereses regionales, sin chantajes exteriores, y sin la arrogancia que han demostrado siempre nuestros interlocutores mundiales frente a un continente otrora sumiso. ¿Dónde radica la diferencia de la nueva política internacional de Latinoamérica? En la claridad conceptual de una nueva visión política de prestancia regional y convicción en nuestras propias fuerzas y recursos; sentimiento y razón que nos mantiene de pie con decisión, dignidad y autoridad continentales. Prueba de ello es que los EE.UU, en búsqueda del tiempo perdido, intentan hoy ponerse a tono con esta tendencia independiente y soberana, y lima asperezas con Cuba en la perspectiva de proyectar un nuevo estilo de relación más equitativa con la isla caribeña y el resto de América.   

La soberanía y la independencia políticas tienen firme sustento en la potencialidad administrativa frente al manejo de nuestros recursos humanos, económicos y tecnológicos. Condición previa de ser internamente capaces de disponer nuestra riqueza natural y destinar sus réditos a la superación de contradicciones endémicas como la pobreza, la injustica social y la exclusión internacional. Solo un continente liberado de atávicas taras ideológicas será capaz de sacudirse de injerencias foráneas que nos acechan a destiempo, en un mundo que reclama armonía y entendimiento libre y soberano entre los pueblos.  

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