Por Leonardo Parrini
La realidad no es
lo que vemos, acaso la transfiguración de lo existente nos permita asumir su verdadera
naturaleza. En esta simple, y a la vez compleja propuesta, subyace el leiv
motiv de la muestra Transfiguras de Carlos Rosero. La transfiguración implica la
revelación del ser auténtico como antípoda de la simulación. Del mismo modo, el vértigo
cromático y la sinuosidad en el trazo que Rosero imprime sobre el lienzo, suministra una
dramática plasticidad a la línea, al color, a los espacios y a la figura en una
constante resignificación de la realidad. En ese avatar, Rosero se vale de dos
temas recurrentes: el desnudo femenino como reivindicación de lo humano y la
serie Clips que recrea atmósferas urbanas.
Acá hay varias propuestas acerca de un solo tema, -señala Rosero- atrevámonos a
hacer varios enfoques de lenguaje sobre un mismo tema: el desnudo. En ese atrevimiento
el pintor interviene en la propuesta estética de su hijo Pablo que son obras orgánicas.
El cuerpo humano nos recuerda algo que siempre
debemos estar refrescando los artistas: qué es lo que somos realmente
sin reparos, mostrar más que el retrato físico,
el retrato mental de lo que somos. Para la crítica el resultado de esta fusión es visible en un tríptico de gran formato
en el que Rosero intervino las formas geométricas que su hijo diseñó con un
programa de software y que luego plasmó en el lienzo a través de la serigrafía.
A estas formas bañadas de color negro, Rosero las llenó del movimiento de cuerpos
femeninos de trazos largos, sutiles y delicados.
Un artista transfigurado

La muestra que
se exhibe hasta el 31 de marzo en la Galería Sara Palacios en Nayón, responde a
un compromiso de Rosero con una revalorización contemporánea del arte en su
capacidad de comunicar al ser humano. La reivindicación de la pintura surge de
la visión que Rosero identifica en el arte contemporáneo que no comunica, porque
son expresiones autistas: Estamos viviendo
una fase de autismo cultural en donde eso sirve y es explicado de manera
complicada, las obras no se soportan por sí mismas. Y esta realidad tiene
fundamento, según el artista, en la esencia misma del desarrollo capitalista
aislador, individualizador, consumista. Dentro del arte contemporáneo en que
todo va de moda y es desechable, Rosero permanece al margen de la simulación y del
show mediático que convierte al artista en estrella. Ajeno a juegos estéticos relativistas,
se declara crítico ante el mundo y ante sí mismo, poniendo bajo sospecha todo
lo aparente para alcanzar la transfiguración esencial de la realidad.
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