Por Leonardo
Parrini
Ya lo dijo Bertold
Brecht, hay hombres que luchan un día y son buenos, hay los que luchan muchos
años y son mejores, hay los que luchan toda la vida…esos son los
imprescindibles. Ese es el caso de Juan Gelman, el poeta imprescindible, el luchador
y militante de la causa por la vida. Muerto a los 83 años deja una estela de
luz en los años más oscuros de las dictaduras latinoamericanas y, en particular,
la de su país, Argentina, que le robó la alegría y la esperanza al asesinar a
su hijo y a su nuera y secuestrar a su nieta que encontró al cabo de 23 duros
años de búsqueda.
Aun siendo un
niño, Juan Gelman, escuchó un cuento de su madre: Había una vez un día, como cualquier día, en que una araña se encontró
a un ciempiés en lo más profundo del bosque. “¿Cómo haces para caminar?”, le preguntó.
“¿Mueves primero las cincuenta patas de la izquierda y luego las cincuenta de
la derecha? ¿O veinte y veinte? ¿O diez y diez?”. El ciempiés se puso a pensar
la respuesta… y ya no caminó nunca más.
Este cuento lo acompañó toda la vida, como
una premonición de sus años de escritor, y aun cuando mantenía relación
afectiva con una psicoanalista, no era dado a los juegos de introspección y
sobre el acto de escribir, decía: El poema sale como sale.
Cuando se escribió, murió. Si lo retoco me siento traicionando el mejor momento
de la escritura.
Había nacido en el barrio bonaerense de Villa Crespo, el 3 de mayo de 1930. Hijo de inmigrantes ucranianos, tempranamente descubre su veta poética leyendo a Pushkin, vocación que plasma en un primer poema a Ana, una muchacha del barrio. Luego vendrá su prolífera obra: Violin y otras cuestiones (1956), El Juego en que andamos (1959). A estos poemarios le siguen Velorio del solo (1961), Los poemas de Sidney West (1969), Fábulas (1971), Comentarios (1978), Citas (1979), Carta abierta (1980), Bajo la lluvia ajena (1980), Hacia el sur (1982) Composiciones (1983) y Eso (1984).
La obra de Gelman, rica en resonancias estéticas e ideológicas, es fruto de su vivencia en una Argentina signada por el drama social latinoamericano primero, y por la trágica época de las dictaduras militares, luego. Su definicion política lo lleva a militar en las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y, posteriormente, en la organización guerrillera Montoneros. Gelman, amenazado por la Triple A argentina, se ve obligado a exiliarse en 1975 y a cambiar su trabajo de periodista, su ciudad y sus amigos en el exilio que vive en Italia, Francia y México.
Su historia personal de represión la vivió en
carne viva. Marcelo, su hijo de 20 años fue apresado junto a su mujer, Claudia,
de 19 años, embarazada. Ambos fueron asesinados en las mazmorras de tortura de
la dictadura de Videla y la hija de la pareja secuestrada por los militares al
nacer. Al cabo de 23 años, Gelman, reencontró a su nieta Macarena en
Montevideo, Uruguay.
El poeta del dolor, como calificó la crítica
a Juan Gelman, es de un “oficio ardiente”, de versos que cantan al amor, la muerte y
el dolor. Su obra testimonial y combativa, entreteje una trama insustituible en
la lucha por la defensa de los derechos humanos. Sin considerarla una literatura
“comprometida”, la suya, Gelman cree que hay oscuros canales que conectan la obra
a la ideología del escritor en “ese mejor momento de la creación que es la
escritura”.
No obstante, en
su etapa de madurez intelectual, lo había invadido el escepticismo: Sí, este momento me atemoriza mucho. No solo
por la crisis económica, sino la crisis espiritual, y no me refiero a la
religión. Pareciera que se ha instalado todo un sistema para recortarnos el
espíritu, para convertirnos en tierra fértil de autoritarismos. Y hay una
especie de acostumbramiento, que es lo peor que le puede pasar al ser humano:
al terrorismo, al genocidio por hambre, a la falta de educación para todo el
mundo.
Iba a dejar el mundo con una enorme
tristeza en la mirada, sin asomos de rencor ni odio, pese a los fantasmas del
pasado: No desdeño la vida, quiero ver casarse a mis
nietos, ver si me dan algún bisnieto… Pero también creo que Dios, si existe,
debe estar aburridísimo de su eternidad.
Al final de sus días, Juan Gelman, el imprescindible poeta del amor y de la lucha, se reconciliaba con la vida y con la muerte.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
Esta salud de saber que estamos muy enfermos
Esta dicha de andar tan infelices
Si me dieran a elegir, yo elegiría
Esta inocencia de no ser un inocente
Esta pureza en que ando por impuro
Si me dieran a elegir, yo elegiría
Este amor con que odio
Esta esperanza que come panes desesperados
Aquí pasa, señores
Que me juego la muerte
No hay comentarios:
Publicar un comentario