Por Leonardo
Parrini
A propósito de
la memoria, ese ejercicio de revivencias esenciales, evoco las palabras de Milán
Kundera que habla de la memoria poética, aquella que nos permite recordar sólo lo
que amamos. Esa memoria que registra amorosamente seres y circunstancias que
nos incitaron a conjugar el verbo amar como una llama a fuego lento. Así mismo,
como existe esa memoria poética imprescindible para sobrevivir sin morir de apoco
en las amnesias del alma; de ese mismo modo, qué falta que nos hace afinar esa
otra memoria rebelde que se resista a olvidar lo que en un momento nos hizo
daño, que nos amenazó con destruirnos, con hacer que la vida pierda sentido.
Esa memoria
alternativa que nos permita almacenar sin odios, con nitidez, sin resentimiento,
con pasión, las circunstancias en que la adversidad nos hizo crecer y la
debilidad se volvió fortaleza. Esa memoria rebelde que acusa en la vigencia, siempre
viva, aquello que amenazó con trastocar la armonía de la vida. Esa memoria que
grita en la conciencia y calla para oír el rumor de nuestros recuerdos de un pretérito
instante en que la injusticia dio un golpe de timón a nuestra travesía vital.
A propósito de
cumplirse, el 8 de enero pasado, 26 años de la desaparición de los hermanos Carlos
y Andrés Restrepo, el gesto cinematográfico de María Fernanda Restrepo, Con mi corazón en Yambo, tiene en sus imágenes
el ejercicio de esas dos memorias. Ambas remembranzas, la poética y la rebelde,
que deben servir para restaurar en la memoria las valiosas vidas de Carlos y
Andrés, exterminadas en los vericuetos policiales de una circunstancia absurda
y profundamente injusta.
Evocando, reconstruyendo,
armando en un febril rompecabezas aquel trozo de vida doloroso de la desaparición
de sus hermanos, María Fernanda en su filme Con
mi corazón en Yambo revive en la memoria aquello que ama y se resiste al
olvido de aquello que duele. En ese sentido, al cabo de 26 años de silenciosa
complicidad con los criminales, de persistente olvido de esos dos nombres emblemáticos
para la lucha por los derechos humanos, Carlos y Andrés, al final del tiempo transcurrido,
el filme de María Fernanda es un grito que se resiste al silencio del olvido.
Han transcurrido 26 años de la desaparición de los hermanos
Restrepo, sin que hasta el momento autoridad alguna pueda decir qué sucedió con
su vida y dónde están los restos de los dos jóvenes. La rebeldía al evocar la pérdida de esos
seres amados por su familia y reclamados por todo un país, debe servirnos para galvanizar
en la memoria aquello que no debemos olvidar. Que no podemos soslayar, sin omitir
un tramo importante de justicia en este país que hoy se reivindica a si mismo.
Pero, que al mismo tiempo, tiene pendiente de saldar una cara deuda en su memoria
colectiva.
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