Por Leonardo Parrini
Verbo extraño, vocablo criollo
o verdad política denunciada por la prensa estatal ecuatoriana: Chevron intentó
apercollar a Ecuador. El diccionario ofrece algunos significados que giran en
torno a la acción de causar daño: “exigir insistente y violentamente algo”, “coger
o asir por el cuello a alguien”, o “matar de un golpe en el cogote”.
¿Cómo así Chevron quiso coger
por el cuello a Ecuador?
Pues porque en el frío e
impersonal mundo de los juicios internacionales algo huele mal en el caso Chevron:
“Registros de Privilegio de Chevron, presentados ante el juez de Nueva York en
un juicio entablado contra los afectados indígenas y colonos que denunciaron la
contaminación petrolera en la Amazonía ecuatoriana, revelan nombres de abogados,
expertos, articulistas de medios de comunicación y ex funcionarios de gobiernos
como el de Jamil Mahuad” que colaboraron con la petrolera, según denuncia el diario estatal El Telégrafo.
La apercollada de la
transnacional contaba con la participación de “personas naturales y jurídicas
que colaboraban desde Ecuador”, para salvar a Chevron de pagar
la indemnización de 19 mil millones de dólares por daños y perjuicios a las comunidades
amazónicas ecuatorianas afectadas por contaminación ambiental, conforme la
sentencia de una corte ecuatoriana. Según la prensa estatal de Ecuador, entre
los nombres destaca el de Vladimiro Álvarez Grau, ex Ministro de Gobierno de
Mahuad, cuyo informe califica a la justicia ecuatoriana que sentenció a la
Chevron, mencionando que “todos los jueces de Ecuador emiten criterios
políticos, que son jueces corruptos, no son jueces probos, que el sistema no
garantiza un trámite judicial correspondiente y adecuado”.
Vista gorda
Texaco (propiedad de Chevron) “perforó
un total de 342 pozos, 549 piscinas y registró 9 derrames de crudo. Del total
de piscinas, debía proceder a la remediación ambiental de 225, pero solo lo hizo
en 158”. Sin embargo, según la denuncia, “funcionarios
del régimen de Mahuad, el 30 de septiembre de 1998 suscribieron el acta final
con la que se avalaba que, supuestamente, Texaco había
cumplido con todo lo estipulado en el contrato para la “ejecución de trabajos
de reparación medioambiental y liberación de obligaciones, responsabilidades y
demandas”, suscrito el 4 de mayo de 1995, en el régimen de Sixto Durán Ballén.
En esa labor se habrían
coludido múltiples intereses bajo los gobiernos de Mahuad, Gutiérrez, Noboa y Palacio
que hicieron la vista gorda y no exigieron a Chevron remediar el daño
ambiental al Ecuador. No obstante que “se derramaron 16,8 millones de galones
de petróleo en el ecosistema; además 18,5 mil millones de galones de aguas
tóxicas fueron arrojados a los suelos y ríos y 235 mil millones de pies cúbicos
de gas fueron quemados al aire”.
El presidente Rafael Correa
calificó el acta final, que se firmó con el gobierno de Mahuad de “dolosa, era
mentira, era el entreguismo de los gobiernos ecuatorianos a la transnacional”.
No obstante que Chevron “solo hizo ciertas remediaciones de manera antitécnica”,
burócratas del régimen de Mahuad procedieron con su rúbrica a dejar libre de
polvo y paja a la petrolera norteamericana en su intento de apercollar al país.
Hoy día el verbo apercollar se
usa poco, porque pocos son aquellos que quieren conjugarlo contra el país, quizás
porque el instinto les dicta que se trata de un sorprendente acto de traición a
la patria.
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