Foto El Comercio
Por Leonardo Parrini
"Se metieron con el peor
país: pequeño, pero lleno de dignidad y soberanía", dijo Rafael Correa a
la petrolera norteamericana Chevron en rueda de prensa desde la provincia de Sucumbíos,
en el corazón de la Amazonía ecuatoriana. Luego introdujo la mano en el suelo
selvático, saturado de petróleo derramado en el campo Aguarico, abandonado
desde hace 20 años.
La mano sucia del presidente
Correa, embetunada de petróleo y alzada en signo de denuncia, se convierte en
icono de la campaña La Mano Sucia de Chevron que convoca a líderes de opinión
mundial a sumarse a la denuncia contra lo que considera la mentira de la petrolera. Chevrón afirma que limpió, satisfactoriamente, los territorios de la Amazonía
ecuatoriana, y luego acusa a la empresa estatal Petroecuador por la contaminación de las piscinas de petróleo derramado desde
hace dos décadas en la selva de la provincia de Sucumbíos.
La mano del Presidente
ecuatoriano es un alto, un basta contra la transnacional norteamericana Texaco,
ahora propiedad de la Chevron, que la representa. Un estigma que debe
galvanizar en la conciencia mundial la devastación ambiental más grave del
planeta, que ha tenido lugar en territorio ecuatoriano.
La mano presidencial impregnada
de petróleo, es el crudo testimonio de una agresión al ecosistema amazónico ecuatoriano.
Constituye una alerta para que nunca más se repita esta tragedia ecológica, provocada
por la voracidad de una empresa transnacional que por ahorrarse dinero dejó los
residuos tóxicos diseminados en la selva. Un emblema del peor país, -pequeño,
digno y soberano-, con el que se pudo meter la petrolera, en su afán de propinarle
ahora un daño económico y social, luego del desastre ambiental provocado en su
territorio.
La mano del Presidente, ennegrecida de crudo, simboliza la denuncia contra la complicidad del Estado en manos de
políticos entreguistas que no exigieron a la Chevron el cumplimiento de sus
responsabilidades con el país. Representa la historia de la tragedia petrolera
de un sector –el nororiente- de la Amazonía explotada, castigada, pero jamás
recompensada por la voracidad capitalista de las petroleras norteamericanas.
Esa diestra contaminada del Presidente quiere significar que el festín del
petróleo favoreció, escandalosamente, a los depredadores y perjudicó, trágicamente,
a las comunidades amazónicas que vieron devastados sus territorios por el peor
derrame de petróleo del mundo.
La mano sucia de Chevron que dejó
intoxicada la Pachamama, la madre tierra, no contaminará esta vez la conciencia
nacional. La mano embadurnada de crudo del Presidente pretende imponer justicia, y clama
la solidaridad mundial con un pequeño país, Ecuador, que se yergue y levanta su mano y su voz para
decir basta, contra el más grande crimen perpetrado contra la naturaleza.
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