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miércoles, 19 de agosto de 2015

REVOLUCIÓN CON NUEVAS UTOPÍAS

Por Leonardo Parrini

En la coyuntura actual el descrédito es la forma imperante del discurso político. En un estado permanente de propaganda, la retórica pública recurre a la mistificación ampulosa de la realidad. Un embustero enunciado de los hechos hace que el discurso pierda credibilidad debido a la baja referencialidad de sus contenidos, cuestión inherente -según Roland Barthes-, a todo discurso de consumo masivo. 

He ahí el caldo de cultivo donde cuecen las habas de la política, luego del paro organizado por sectores opuestos al régimen de Rafael Correa. Una flagrante disonancia entre lo que se dice y lo que finalmente se hace, caracteriza el quehacer de los actores. La mentira bien presentada es la táctica cotidiana de un discurso embadurnado de altisonantes declaraciones de barricada. Entonces la política se convierte en el arte de negar los hechos contra las evidencias. La habilidad de ejercer el embuste con desparpajo, es consustancial al desprecio de la política como gesto de sinceridad.

Los entretelones del paro están infestados de histrionismo ante las cámaras de los medios ávidos del escándalo. Autoridades provinciales que asoman con rostro tiznado para simular magullones de una presunta paliza policial. Activistas extranjeras que desafían las leyes de migración del país de “la ciudadanía universal” y protagonizan una empalagosa telenovela política. Caciques locales que buscan construir una plataforma electoral anticipada. Un gobierno que promete profundizar la revolución ciudadana, pero que no señala con claridad los nortes futuros. Sin tomar la iniciativa política, el Gobierno asume posturas defensivas ante el embate furibundo de una oposición que le perdió el miedo.

El debate ausente

El discurso político de la coyuntura se caracteriza por ausencia de tesis en un debate de ideas concretas. Nada permite avizorar una plataforma que responda a un modelo programático o coherente con un ideal de país. El asesor presidencial Carlos Vaca Mancheno, quien enunciara la hipótesis del “golpe blando”, señala que la oposición busca “ablandar el apoyo duro al régimen”, deslegitimando a sus dirigentes y funcionarios, como táctica de poner en entredicho la política pública del gobierno. Esta conducta pretende impedir que Rafael Correa se presente a las elecciones del 2017, porque se presume su triunfo inevitable. En esa estrategia se hace necesario calentar las calles con “manifestaciones puntuales simbólicas que den apariencia de inseguridad”, que no son masivas ni espontaneas, pero que en un grado más intenso buscan hacer escalar el conflicto hasta provocar la desestabilización del régimen. Esta práctica, según Vaca Mancheno, continuará hasta el mes de noviembre con el fin de bloquear en la Asamblea Nacional las enmiendas constitucionales que sugieren que la ciudadanía “cada cuatro años vote por el candidato que desee” y, de ese modo, hacer posible la relección presidencial.

En el avatar político propuesto por la oposición, según el ex banquero Guillermo Lasso, está en juego la opción de una consulta popular que dirima si el país quiere o no la reelección indefinida del Presidente de la República. El potencial candidato presidencial de la oposición, reivindica el derecho a una alternancia del poder que ponga fin al continuismo, porque “esta es la hora del cambio”, según señaló en un canal de televisión.

La parte no dicha en el discurso de la oposición oculta un hecho fundamental: No existe un proyecto político nacional de consenso unitario y viable, ni un liderazgo claro  que permita un eventual triunfo de la derecha en el 2017. Un aspecto camuflado es el intento de regresar al pasado de proyectos políticos de anteriores gobiernos ya superados por el país: el feriado bancario de Yamil Mahuad, la corrupción de Abdala Bucaram, la represión de León Febres Cordero y la traición popular de Lucio Gutiérrez. ¿Cuál de todos esos pretéritos se pretende reeditar?

La derecha ecuatoriana debe sincerar su discurso reconociendo, sin ambages, que las verdaderas intenciones son imponer el proyecto político neoliberal, privatización de los servicios públicos, protagonismo de la empresa privada, inversión transnacional y monopolización en rubros claves de la economía local y restauración política, mediante una asamblea constituyente que derribe todo vestigio de la actual revolución ciudadana.

El régimen busca socializar las enmiendas y, en ese intento, conseguir adeptos para la propuesta de reelección presidencial, mientras denuncia la violencia callejera de los agentes opositores durante el paro. En ese intento el Gobierno deberá sugerir un proyecto político con nuevas utopías, dedicado esencialmente a la juventud. Se ha dicho que la subjetividad de la política mueve a los jóvenes en contra del régimen. Hace falta un programa político que reivindique el derecho de la juventud a la rebeldía, a la libre creación de nuevas opciones de vida y la construcción de un futuro más cierto y propio.

Los trabajadores del campo requieren de una reforma agraria, mientras que los sectores laborales de la ciudad bien pueden ser protagonistas de una reforma industrial que cambie el modo productivo del país. El régimen debe poner énfasis en la necesidad de continuar con el proyecto político del Buen Vivir, promover la obra estatal en educación, salud, vivienda, vialidad, etc. destacar la inclusión política y económica, la justicia social, la inversión pública y la estabilidad económica de los últimos años, así como la proyección del país en los foros internacionales. La profundización de la revolución -como anunció el régimen hace algunos meses-, pasa por una auténtica revolución cultural que cambie el cuerpo social y el alma nacional.

¿Cómo se volverá irreversible el proceso de cambios en marcha? Gobernando para las mayorías, aun cuando no todo el mundo esté de acuerdo. Es tiempo de la sinceración de la política para que deje de ser la simulación de la realidad, ocultamiento deliberado de las verdaderas intenciones de sus actores. Si esto se entiende a nivel ciudadano, es posible que más temprano que tarde, se consolide el apoyo al proyecto político de Rafael Correa para un nuevo periodo presidencial.

1 comentario:

  1. ¡Una columna de opinión fuera de la realidad! El movimiento neo socialcristiano alianza país (con minúsculas), nos impone los transgénicos, la megaminería, los TLCs, el patriarcado, el conservadurismo, la represión, las privatizaciones, el vaciamiento cultural, el machismo y todas las formas de violencia, y encima se presenta con la máscara de socialista, izquierda y buen vivir. Señor Parrini ¿Qué opinión tiene usted acerca del seudo proyecto del metro de Quito por ejemplo? La derecha no tiene que regresar, porque nunca salió de Carondelet.

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