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domingo, 29 de marzo de 2015

SESIÓN COSMOAUDICIÓN, EXPERIMENTACIÓN PURA Y DURA


 
Por Leonardo Parrini

Los vidrios de los domos que cubren el patio interior del Centro de Arte Contemporáneo CAC, en Quito vibran con las ondas sonoras de la sesión de música noise Cosmoaudición. La fluidez acústica del ruido que semeja la turbina de una nave sideral o los sonidos ancestrales de la selva, -según se quiera interpretar-, satura el lugar. Frecuencias agudas y graves ascienden y descienden por las columnas del edificio restaurado y se concentran en el escenario donde el sonido cuadrafónico se expande en el espacio rodeado por muros de ladrillo visto. Abajo, en los patios, consolas, amplificadores, mezcladoras, secuenciadores, sintetizadores y múltiples instrumentos creados por los mismos intérpretes, tejen la maraña de circuitos instalados para la performance sonora Cosmoaudición. La sesión noise es un encuentro entre artistas de diferentes formaciones y estéticas sonoras que a partir de elementos instrumentales, electroacústicos y/o electrónicos dialogan entre sí, bajo pautas de improvisación generadas colectivamente, para registro en audio y video. Esta vez el concierto noise fue ejecutado a cuatro interpretes alternados, la chilena Corazón de Robota (Constanza Peña) y los ecuatorianos Arcano 18 (Francisco Castellanos) Industria Masoquista (Javier Riera) y Menso Noise (Carlos Jaramillo). El registro audiovisual está a cargo de Diego Arteaga y Paula Parrini quienes darán cuenta en video y fotografía de este encuentro sonoro alternativo.

Jam alternativo
               
Constanza Peña, artista visual chilena de paso por Quito, me reclama más apertura en la lectura del evento para poder relacionar libremente sus elementos, ante mi intento por describir, de algún modo, su arte. Con gesto vanguardista trata de hacerme sentir que aquello que ejecuta es inclasificable. Jam, improvisación pura y dura por asociación espontánea.  O, en otros casos, interpretación donde sí hay una estructura. En su estación de trabajo hay varias cajitas en forma de corazón de metal, baquelita y plástico convertidos en los instrumentos musicales de un complejo circuito. Mientras ella ejecuta secuencias melódicas armónicas e inarmónicas, que evocan algunos efectos pinkfloydianos, desplaza su mano derecha sobre un sensor que genera sonidos, mientras que con la mano izquierda controla diversos y diminutos switchers de su arsenal instrumental.  

No hay problema, no está en discusión su capacidad de creación súbita, más bien, resulta estimulante su propia definición: “es una performance sonora con sintetizadores y diferentes frecuencias improvisadas en la que se van construyendo ciertas atmósferas sonoras que se las puede vincular con otras frecuencias y generar una construcción donde se chocan entre sí y hay un ambiente en el que está sucediendo todo a la vez. Algunos podemos asociar o simplemente ser libres en escuchar”.  

Sonoridad posmoderna

El arte ruidista como se le conoce al noise, es una expresión propia de la posmodernidad, a veces radical y ácida, que tiende a cuestionar la distinción que existe en las prácticas musicales convencionales entre sonoridad musical y no musical. También puede incorporar “el sonido en directo de máquinas, técnicas vocales no musicales, medios de audio físicamente manipulados, grabaciones de sonido, ruido generado por computadora y otras señales electrónicas producidas al azar como la saturación, acople, ruido estático, silbidos y zumbidos”. La tendencia distingue entre noise rock y noise pop, pertenecientes a la corriente del rock alternativo que incorpora “elementos de disonancia, guitarras fuertemente distorsionadas y feedback a una estructura basada en subgéneros del rock, el metal y el punk”.

“Siempre me ha gustado indagar experiencias sonoras diferentes, -dice Mauricio Proaño-, una tendencia subterránea, underground, de utilizar el ruido como lenguaje, para expresar algo muy visceral como sentimiento o muy conceptual que describe ideas, pero siempre tiene que ser algo inquietante”, cuenta el promotor de esta serie de Instalaciones o sesiones que se viene realizando en Quito. Fabiano Kueva, su partner, complementa la idea: “Se trata de experimentación sonora, a través de un diálogo entre músicos en el que van apareciendo cosas, uno hace cierta textura, otro hace un aporte y van revelándose combinaciones que van emergiendo”. La diferencia radica en la sonoridad de usar el ruido, a partir de una creación propia, como expresión “esencial de arte.”, de atmósferas abstractas, que suelen no ser muy armónicas, pero vinculadas a sonidos de la naturaleza, dice Mauricio Proaño. Cadencias provenientes de un sonido “muy ancestral de rituales primigenios”, donde no había parámetros de repetición rítmica y todo era muy improvisado. Cae la tarde quiteña y en los patios del Centro de Arte Contemporáneo quedan flotando en el ambiente las resonancias de la performance sonora de un sábado diferente. Una expresión musical que hace carne entre una juventud que no le teme a la experimentación.  

Escucha la interpretación de Mauricio Proaño en YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=ORB-z7Si4Kk

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