Por Leonardo Parrini
El humor es revolucionario
decía Vladimir Lenin, conductor de la revolución bolchevique de 1917. Y aunque
de gesto adusto, el lider soviético siempre disfrutó con las ocurrencias de sus
coterráneos tan llamados a ironizar las circunstancias sociales de entonces con
caricaturas, comentarios y rumores que dejaban entrever la crítica popular a
los procesos políticos de la Rusia zarista. Lenin, disfrutaba particularmente
de un clásico chiste ruso:
- ¿Cómo es hacer negocios a la
manera rusa? Es hurtar una caja de vodka, venderlo y gastar la ganancia para
tomar.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, a diferencia de Lenin, concebía el humor como algo muy serio. En su clásico libro El Chiste y su relación con el inconsciente dejó, para consumo masivo, una fórmula infalible: el chiste debe ser corto, debe sintetizar una potente carga humorística de aquello que se quiere decir para provocar la hilaridad del auditorio. El sabroso libro en mención está plagado de chistes judíos, origen del célebre psicólogo.
-Un judío está agonizando y le
dice jadeante a su único hijo: Isaac, como estoy próximo a morir, quiero que
sepas que las siete casas, los tres edificios, los treinta taxis, la fábrica de
telas, las dos fincas, las ocho tiendas… las joyas…los títulos valores…las
esculturas…
- Sí, papi… ¿me los dejas?
- No, te los vendo baratos…
baratos…
Humor político ecuatoriano
Con los criterios de ambos personajes
históricos, Lenin y Freud, se puede amalgamar una verdad perentoria: los países con capacidad
de reírse de sí mismos prolongan una vida social armónica, consolidan la democracia
y generan una buena vibra para el devenir histórico de sus pueblos. Un pueblo
amargado es un pueblo reprimido y un pueblo reprimido, difícilmente, puede
vivir el buen vivir.
Recientemente dos muestras de
humor político ecuatoriano sacaron de las casillas a los candidatos aludidos, que
de inmediato exigieron derecho a la réplica a los medios públicos y privados que los
difundieron.
La Feriatta by Guillermo Cholasso (http://www.youtube.com/watch?v=woeDiOalqv4)
transmitida por los canales estatales, parodia que hace referencia a la relación del candidato del movimiento CREO con el
feriado bancario ecuatoriano; y una caricatura hecha por Bonil, publicada en diario El Universo el 21 de enero pasado, donde se hace alusión a
los plagios y adulteración de títulos y que fue considerada por el binomio oficial
como “un acto de grosera violación a la memoria histórica de los
ecuatorianos".
Lo cierto es que el humor es un arma política de primer orden y, bien usada, pone sabor a las campañas electorales. Aunque tambien es cierto que afecta la imagen y resta credibilidad a los personajes aludidos. En tal sentido, el humor es una arma de doble filo: por un lado genera simpatía a quien lo difunde; y por otro, antipatía a quien alude. La caricatura del Bonil y La Feriatta demuestran un hecho singular: el humor no sólo es eficaz arma revolucionaria, sino también puede ser contestatario y reaccionario.
Lo que sí resulta muy serio y necesario en el Ecuador de hoy: superar
las amarguras políticas y aprender a reírnos más de nosotros mismos como sinónimo
de grandeza espiritual, de tolerancia con los otros y de madurez democrática. Un
país que se ríe de sí con la misma prestancia que se toma en serio el humor,
prolonga sin duda, el saludable síntoma de buena convivencia nacional.
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