Por Leonardo Parrini
Sentirse amenazado es
un acto de paranoia si no se fundamenta el carácter amenazador de una situación
de peligro. El término proviene de la psiquiatría y se refiere al trastorno de
personalidad de un individuo que padece delirio persecutorio. Estos rasgos de
conducta son una baja autoestima, frialdad emocional, incapacidad para la
autocrítica, hostilidad con el entorno, autoritarismo, episodios depresivos,
resentimiento, egocentrismo e importante grado de desconfianza.
Extrapolando el
término psiquiátrico de paranoia a la política, estamos en presencia de un
Estado, o dirigente, que muestra desproporcionada hostilidad en sus relaciones con
otro Estado, institución o persona. El Estado paranoico despliega acciones que
buscan justificar la desconfianza. El Estado paranoico se rearma militarmente,
protege fronteras, expulsa funcionarios extranjeros identificados como de alta peligrosidad
o dicta medidas represivas contra individuos considerados amenazantes.
La orden ejecutiva emitida por Barak Obama declarando la situación de Venezuela como una "amenaza extraordinaria e
inusual para la seguridad nacional y política exterior estadounidenses",
bien podría ser considerada un síntoma de paranoia política, de no ser porque
responde a un protocolo previamente establecido. Obama hizo la declaración
basado en los poderes que le otorga el Acta para la defensa de los
Derechos Humanos y la Sociedad Civil en Venezuela, aprobada el 9 de diciembre
por el Senado estadounidense y ratificada al día siguiente por la Cámara de Representantes.
La orden implica sanciones a siete funcionarios venezolanos y fue dada en
“lenguaje estándar”, usado anteriormente contra funcionarios de Siria e Irak.
La sanción contra los venezolanos bajo acusaciones de estar vinculados con
supuestas violaciones de los derechos humanos en el país y presuntos abusos en
las sangrientas protestas opositoras de 2014, supone el impedimento de entrar a los EE.UU, además de sanciones
económicas.
El régimen de
Nicolás Maduro, en respuesta, procedió a nombrar a uno de los sancionados, el
mayor general Gustavo González López, como nuevo Ministro de
Interior, Justicia y Paz. "He decidido nombrar al mayor general
González López ministro de Interior, Justicia y Paz para que vaya con su
condecoración del imperio estadounidense a garantizar la paz del país, la seguridad
ciudadana y nacional", dijo el mandatario venezolano. Maduro provechó además
la coyuntura para solicitar una Ley Habilitante especial y extraordinaria “para
defender la paz, la soberanía, la tranquilidad y la integridad de nuestra
patria”.
Las reacciones
en Venezuela ante la medida estadounidense no se hicieron esperar. El Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) venezolano ha declarado que EE.UU. "no tiene
jurisdicción para sancionar y promulgar leyes contra Venezuela". Este
organismo considera que las medidas injerencistas tomadas por EE.UU. contra
Venezuela "no solo vulneran los derechos internacionales, principios,
costumbres, tratados y otros instrumentos internacionales, sino que atentan
contra los más emblemáticos criterios jurídicos y éticos de la humanidad". En tanto, los
sectores de oposición al régimen bolivariano han expresado diversas reacciones.
Roberto Enríquez, presidente de COPEI, expresó: “En honor a la verdad es
exageración de Obama decir que nuestro Gobierno es un “riesgo extraordinario”
para EEUU. El riesgo es para Venezuela. Henrique Capriles, gobernador de
Miranda, señaló que quería ver a muchos funcionarios romper sus visas. Además,
criticó la posibilidad de una Habilitante Antiimperialista y pidió medidas
especiales para que aparezcan artículos básicos como el jabón y las medicinas.
En el trasfondo
real del asunto el politólogo Atilio Borón señala que “el reciente decreto de
Obama donde dice que Venezuela es una "amenaza extraordinaria e
inusual" para EE.UU., es nada más que otra "maniobra para crear
condiciones que justifiquen una agresión militar contra el país bolivariano”. Borón
advierte que este tipo
de declaraciones suelen preceder a agresiones militares, explicando
que pueden ser efectuadas "por mano propia" o "puede también ser
el prólogo para operaciones militares donde Estados Unidos actúa de consumo con
sus lacayos europeos, nucleados en la OTAN, y las teocracias petroleras de la
región". Como ejemplo cita los casos de Siria y Ucrania donde el ansiado
"cambio de régimen" (eufemismo para evitar hablar de "golpe de
Estado") que Washington persigue sin pausa para rediseñar el mundo -y
sobre todo América Latina y el Caribe- a su imagen y semejanza, se logró gracias
a la invalorable cooperación de la Unión Europea y la OTAN, y cuyo resultado ha
sido el baño de sangre que continúa en Ucrania hasta el día de hoy".
En el caso
venezolano la paranoia política norteamericana, orquestada en planes de intervención
militar, podría traer imprevisibles consecuencias: "Nadie podría
sorprenderse si en las próximas horas o días Obama autoriza una operación
secreta de la CIA o de algunos de los servicios de inteligencia o las propias
Fuerzas Armadas en contra de algún objetivo sensible de Estados Unidos en
Venezuela. Por ejemplo, la embajada en Caracas", concluye Borón. En ese
caso la locura estadounidense se habrá consumado.
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