Por Leonardo Parrini
Corren buenos tiempos para aislados
voluntarios, no contactados, inasequibles personajes encumbrados en las biósferas
del Poder, ajenos a toda sensibilidad ciudadana. Hijos del cuoteo político, herederos
del nepotismo, compinches del poderoso. Son más bien, los bien contactados. Los tocados por la varita mágica del tráfico de influencias,
del pasar de agache en los cargos públicos. En cada familia hay uno enquistado en el Poder
y todo Poder se nutre de esas familias.
Los hay en cada ministerio,
los hay burócratas a tiempo completo; y
los hay políticos diletantes a tiempos parciales, para las horas del cafecito compartido
por especímenes de la misma raza. Son personajes aburridos, sin contraste, de
una sola línea predecible, obsecuentes con todo lo que emana de la maná del Poder. Profesión: adláteres; título:
lameculos.
En otros tiempos actuaban
entre las sombras de Palacio, ahora hasta se retratan con el Jefe y se lanzan
de candidatos. Son los oportunistas que juegan en el área chica, a ver si de un
balón de rebote les sale un gol, laucheros por excelencia, andan a la que pescan
a rio revuelto.
Son indolentes ante el
problema ajeno, solo les importa su propia “problemática”, se liman las uñas en
las ventanillas de las oficinas públicas, toman cafecito a las 10 de la mañana
con recursos del Estado, sin devengar las horas de trabajo incumplido. Sobreviven, no por aislados voluntarios, sino por
bien contactados con las jefaturas de mandos medios. El Presidente les ha
pedido que, además de tecnócratas, sean también políticos, es decir, que se la
jueguen donde las papas queman. Pero ellos nunca han visto una papa quemando,
por tanto la Revolución para sus fueros internos es nada más un concepto. Eso
de luchar por una causa es cosa de cojudos, de tontos útiles. Los bien contactados sonríen para la
foto y se resienten cuando no son convocados a Palacio, como si fueran pocos y
hubiera espacio para tantos.
Tienen la habilidad de ser nómadas
de ministerio en ministerio, entres subsecretarios y secretarías técnicas. Tienen el don de la
ubicuidad burocrática de estar en todos los estamentos del Poder. Pasan desapercibidos de un cargo burocrático a
uno diplomático. Tiene el supino don de la mediocridad y posar de agenciosos. Pero
su habilidad mayor es estar bien contactados con otros símiles que les anteceden en la trepada
arribista hacia el poder absoluto.
Tienen, al final del día, la
tremenda habilidad de agujerear el barco hasta que éste haga agua, peligrosamente.
Por ellos se caen gobiernos, se hunden partidos
y quiebran empresas. Son los obsecuentes de hoy y traidores de mañana. Desfilan
de tienda en tienda, practican el camisetazo a la luz del día. Se revuelcan en el oportunismo, como chancho
en lodo. Comienzan a copar todas las instancias del Poder cuando el Poder se
descompone y algo huele mal en Dinamarca. Con ellos se jode la Grecia y el
Ecuador, país todavía tolerante con los bien contactados e inasequibles voluntarios,
corre el riesgo de irse al carajo por su depredadora presencia. Si usted avista
uno, denúncielo, llame ya. No sea cosa que, el día menos pensado, se tomen
definitivamente el Poder.
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