Por Leonardo Parrini
Hacia cantar las cuerdas, dijo
un crítico al referirse a Paco de Lucia. Y tenía razón. Nunca otro guitarrista clásico
pudo sacar tales acordes del instrumento de madera y seis cuerdas. Y eso es
poco decir. Paco de Lucía, a la postre, es el instrumentistas excelso del siglo
XX que interpretó todos los géneros, a partir del ancestral flamenco hasta
encumbrarlo a las esferas de la polifonía clásica. El músico de 66 años, Francisco
Sánchez (Algeciras, 1947,) sucumbió a un infarto al miocardio mientras jugaba con
sus hijos, a la orilla del mar, en la costa de Cancún donde se había afincado
en un refugio hace ya veinte años. ¡Vaya forma de morir, acorde con su forma de
vivir!
Y vivió como
quiso, con la vida a flor de piel y la capacidad de aprender de ella sin dejar
de vivirla. En una mirada de sí mismo, Paco de Lucía, en sus últimos tiempos,
dijo: según me hago más viejo, descarto
más elementos, busco la esencia. ¿Quién soy yo? Un guitarrista flamenco. Pero
desde la piel hasta el fondo de su ser, era un niño, en el sentido lúdico,
hasta hiperbólico del término, exaltaba la vida como un loco, pero con ese desvarío
que es sabiduría pura: No me enorgullezco
de la vida que he llevado, ya no tengo tantas ganas de salir por las noches.
Aquellas giras en las que nunca dormía lo suficiente, que llegaba a tocar corriendo…
No tuvo líos con las trascendencias
inmanentes. Dios estuvo en su lugar y Paco en el suyo. Me veo más agnóstico que ateo. Yo rezaba mucho hasta que me di cuenta
de que era un ritual infantil, confesó un día. A partir de entonces la armonía
de actos e ideas rigió su vida, como un acorde de guitarra. El amor se le dio
con sentires de placeres encontrados, no buscados. Amó con el corazón en vilo y
gozó la vida como un adolescente, a riesgo incluso de la vida: Yo no he sido muy putero, pero me encantaban
aquellos ambientes, donde siempre pasan cosas. Y me vi varias veces con una
pistola en el pecho.
La música,
la vida
La música fue su vida, en el más rotundo sentido
del término. Con una trayectoria de cinco décadas dejó grabado 26 álbumes y un itinerario
azaroso e intenso. Ahora estoy en una situación vital en la que
me siento a gusto y quiero aprovechar las energías para componer, reconoció el músico, en armonía
con el ser humano. La vocación musical suya nació en la
infancia, estimulado por su padre, un artista popular a tiempo completo. Mi niñez se pareció mucho a la de los
gitanos, que eran mis vecinos. Además, mi padre llegaba de mañana con sus
amigos, que eran grandísimos artistas, y a cantar en el patio. El padre gravitó
en el artista como una corriente vital insoslayable: En mi familia, era la ley. Cuando yo iba con mi hermano de gira por
América, siempre me amenazaba: "A papá vas, a papá". Y es que yo me
largaba con lumiascas, y,
claro, de lo que se trataba era de llevar dinero a casa y no de gastarlo en
orgías. Mi padre era muy serio, pero estamos hablando de años de hambre, de
pobreza. Le veía irse, aunque estuviera enfermo, a tocar en fiestas de
señoritos. Igual volvía a las diez de la mañana, le daba a mi madre los 20
duros que había sacado, y a vender ropa o lo que fuera. No entendía que sus
hijos perdiéramos el tiempo, había que ensayar y aprender. Mi sentido del
perfeccionismo es herencia suya.
El performance
de Paco de Lucia incluye una serie de formatos, desde el dúo sesentero de
guitarras que forma con su hermano Ramón de Algeciras o con Ricardo Modrego, musicalizando
versos de García Lorca, hasta el coplero que recorre todos los sustratos del arte
flamenco. En los años setenta el artista edita Fuente y Caudal (1973) al que pertenece Entre dos aguas. En ese periodo incursiona
en retos personales y se adentra en la recreación de partituras clásicas de
Manuel de Falla (1978) y en el célebre Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo
(1991). Luego toman forma otras experimentaciones musicales, de fusión jazzística,
junto a músicos cultores del género como Pedro Ruy Blas, Ruben Dantas o Carlos Benavent,
que intervienen en su obra hasta Cositas Buenas. Es el tiempo de creación pura con
obras tan representativas como Almoraima (1976), Sólo quiero caminar (1981), Siroco
(1987), Ziryab (1990) y Luzia (1998). Y los vibrantes directos
registrados en Europa (Live… one summer night, 1984) o Estados Unidos (Paco de
Lucía & Sextet live in América, 1993). En una fase internacional integra dos
tríos con John McLaughlin y Larry Coryell: Castro Marín (1981). Luego intervendría Aldi Meola, en reemplazo de Coryell. Notable
fue su asociación con el pianista Chic Corea en los temas Chiquito y Chick.
El ocaso de su vida lo sorprendió en plena vitalidad. Lúdico, amante del
mar y junto a los seres que amó. En ese instante aun fabulaba sueños: Quiero ver si tengo algo nuevo que decir desde algo
tan minimalista como es la guitarra. A la larga, eso es lo que se va a quedar y
eso es lo que realmente esperan los aficionados y los profesionales, que son
finalmente la razón de mis esfuerzos. Y los gitanos, los mejores jueces de lo
que yo hago. Su corazón se
detuvo sin aviso, como se detienen las cosas buenas, sin estridencias, pero
fulminante. Ese instante, Paco de Lucía retozaba junto a sus hijos, como si la
vida fuera un soplo, un fugaz juego de divertimento.
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