Por Leonardo
Parrini
El pueblo unido jamás
será vencido. Esta frase, verso o slogan, como se la quiera llamar, tiene origen made
in Chile y ha regido la vida de los procesos políticos desde hace ya cuatro décadas
a nivel latinoamericano. Funcionó en Chile en septiembre de 1970 cuando Salvador
Allende ganó la Presidencia y no funcionó en Chile, el 11 de septiembre de 1973 cuando Allende perdió la Presidencia y la vida por un golpe de Estado militar.
En Ecuador se la
canta, se la grita, se la cree vigente y necesaria, pero no se la práctica en
los hechos: en las elecciones del 23 de febrero quedó demostrado que el pueblo
desunido si fue vencido. O al menos el frente oficial no fue con todas las
fuerzas alineadas en un mismo propósito electoral. Lo reconoció el Presidente Correa
al señalar que la falta de alianza con Avanza, al menos mermo fuerzas. Desunido en los frentes amplios y desunidos en
el frente interno del propio movimiento de Alianza País donde las rencillas,
los resentimientos han impedido esa unidad, el desastre electoral se veía venir
aun cuando no en la magnitud que se ha dado.
Si no fuera así,
el gabinete seguiría intacto pero, saludable decisión presidencial ha sido renunciarlo
en pleno para quedar con las manos libres de seleccionar mejores cuadros, no solo
ministros, sino cuadros que lleven adelante el proyecto revolucionario ciudadano con
éxito. Es una
prerrogativa presidencial, pero que intuimos por elemental criterio de verdad y
de inteligencia que la decisión el Presidente no la tomará en solitario. En
primer lugar, porque los procesos políticos son cuestión de equipos y porque, en
este caso, los responsables de la derrota del domingo son muchos, no sólo el líder.
Decir que se ha ganado
cuando las cifras indican otra cosa, puede ser una sobredosis de imaginación,
pero los porfiados hechos dicen lo contrario; es mejor tener sentido político realista
que sentimientos políticos subjetivos. Según últimos datos del conteo rápido
del Consejo Nacional Electoral (CNE), Alianza País perdió en todas las
capitales de provincias de la Sierra, ganó apenas una en la Costa y una en el
Oriente. Esto quiere decir que se pierden los GADs con poder de decisión y acción
local que entrarán en contradicción con la política pública central del régimen.
Los que es peor, el resultado refleja una correlación de fuerzas adversa en calidad y en cantidad.
El Gobierno ha ganado en lugares de segundo orden electoral.
¿Qué se obtiene con mayorías poco influyentes,
en términos de educación política, gobernanza, poder adquisitivo, o decisión de voto? Quedó
demostrado que para influir en las masas influyentes, hace falta más que un
aparato de movilización de masas al estilo de las grandes concentraciones
cubanas o venezolanas. Para aquello, nada más, se requiere de aparatos de choque,
de un equipo de propaganda eficaz y de una orgánica a nivel provincial, cantonal
y barrial. Pero gobernar un país y multiplicar el apoyo demanda de esfuerzos superiores,
ya implica el uso de otros elementos ideológicos, recursos educativos y comunicacionales
de movilización masiva. El mejor ejemplo es la cruzada que llevó al poder a la revolución
ciudadana hace siete años: objetivos claros con resultados claros. Se nos dijo
para dónde ir, porqué hacerlo y cómo hacerlo. Hoy día aquello está difuso y confuso.
Cambios estratégicos
Rafael Correa es
un líder indiscutible, ¿eso quiere decir que no se puede discutir con él, que
no se deja asesorar o que las decisiones primeras y últimas pasan por su
escritorio sin ser analizadas en colectivos de consenso? No queremos pensar que
es así. Pero sí pensamos que existe una falta de cuadros estratégicos capaces
de diseñar, o al menos, implementar una estrategia, una vez que se la ha definido
en el Buró dirigente. El equipo ejecutor
y asesor debe ser político y técnico, dijo Correa y es correcto, y por lo demás obvio. El proyecto revolucionario ciudadano no
requiere políticos por osmosis, ni tecnócratas insensibles, si no cuadros comprometidos
con una estrategia y capacitados para defenderlo con acierto.
No basta con
subirse a la tarima y cantar que estamos unidos y que jamás seremos vencidos o sonreír
indefinidamente para la foto al lado del Presidente. Claro, el pueblo unido jamás
será vencido, a condición de que exista un proyecto político claro, con
estrategias diáfanas que nos digan qué país queremos, para dónde vamos y cómo
conseguirlo sin ser vencidos en el intento. Para eso se requiere reestructurar
la orgánica, más allá del gabinete. Lenin decía que nuestros
errores son la continuación de nuestras virtudes y eso es muy cierto. Virtud
del Presidente Correa es liderar con liderazgo fuerte, error es que eso no
permita el desarrollo de nuevos cuadros. Virtud presidencial es aparecer en
todas, error que eso opaque o vuelva facilistas y oportunistas a los colaboradores que sólo aportan
con la sonrisa para la foto. La reestructuración ministerial debe ir mucho,
mucho más allá de un simple, enrroque político, un cambio de oficina del mismo
tipo de funcionarios que se han mostrado
ineficientes.
Las fichas están
a la vista. No es difícil concluir en que María de los Ángeles Duarte, “no ha podido crear un tejido social en
Guayas, capaz de cuestionar el poder de Jaime Nebot”. El Presidente Correa deberá
examinar la eficacia de Galo Mora, a la hora de organizar las huestes y bases de apoyo social
y político de Alianza País. Betty Tola, Ministra de la Política, debe ser
evaluada en su gestión de ampliar la base de apoyo del régimen y ver si es
real su fracaso como estratega. Las alianzas provinciales no funcionaron por “sectarismo”,
ha dicho el Presidente Correa y lo confirman los protagonistas de ese fracaso.
El caso cuencano es evidente muestra de aquello que señala el Presidente. Por
principio, a la hora de los cambios de gabinete, no se debería premiar a los
que fracasaron renombrándolos con otros cargos estratégicos.
Llegó la hora de
repensar la revolución. Se requiere que una nueva actitud revolucionaria que
empiece y pase por el movimiento Alianza País y se refleje en la nueva composición
del gabinete. Ahora se estrechó el margen de error y no hay todo el tiempo del
mundo para mostrar capacidad de gobernanza revolucionaria. Una revolución que genere
nuevos liderazgos de cara al 2017. Mandos centrales alineados con el líder que
encabece la lucha por el poder en el próximo periodo y mandos medios que
soporten el peso de la responsabilidad de movilizar las voluntades ciudadanas. Ya
se demostró que no se es invencible. Para recuperar la capacidad de influencia política
sobre un país en proceso de cambio, con amplias bases sociales y mandos medios
de calidad, hay que hacer una profunda reestructuración, incluso ideológica, del
estilo y orgánica política. Y así ver si la ciudadanía generosa otorga una
nueva oportunidad, gracias a eso que llaman mística y fidelidad popular. Eso que
permite que unidos jamás seamos vencidos.
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