Por Leonardo Parrini
Cuando el Crupier de un
casino quiere animar a la participación de los jugadores, echa la frase clásica:
“Hagan juego señores...”. En política
nadie sale a animar a los actores diciendo: hagan gobierno o hagan oposición, señores.
No hace falta, porque los políticos profesionales tienen una agenda establecida,
una jugada maestra pensada, una actividad programada para el día de hoy.
¿Cuál es la jugada de Barack
Obama?
En el escenario panameño de la VII Cumbre de las Américas el mandatario estadounidense dio un paso clave en
una “compleja jugada internacional y personal”, cuyo objetivo inmediato era anunciar
la apertura de embajadas en La Habana y Washington, de los EE.UU y Cuba,
respectivamente. No obstante, la parte de la agenda estadounidense de restaurar relaciones
con Cuba tuvo sus tropiezos por la falta de eliminarla de la lista de países
patrocinadores del terrorismo. Situación que sólo ocurrió esta semana con el envío al Congreso norteamericano de un informe presidencial donde Obama señala la "intención de
remover" a Cuba de esa categoría.
Otro impedimento fue el infortunado
incidente con Venezuela, relacionado con la sanción a siete diplomáticos y declararla
“un riesgo para la seguridad norteamericana”. Error atribuido en el Departamento
de Estado a Ricardo Zúñiga, responsable de la política con Latinoamérica. Obama se vio obligado a aclarar que, “a pesar
del texto de la medida, Venezuela no constituye una amenaza para su país”. El restablecimiento
de relaciones con Cuba es tan vital para las pretensiones electorales demócratas,
que Washington negoció con Brasil, México, Panamá, Uruguay, Colombia y Chile “para
que los países del bloque bolivariano no opacaran el encuentro entre Obama y Castro,
con la excusa venezolana” en Panamá.
Otro movimiento de Obama en
el tablero fue su acercamiento con los países del Caribe, en especial con Jamaica.
De este modo EE.UU disputaría 14 votos en la ONU y en la OEA que antes
controlaba Venezuela. Simultáneamente la Casa Blanca se acerca a Felipe
González, ex presidente español que decidió ser abogado de los presos políticos
venezolanos y que en Latinoamérica, como socialista, cuenta con respaldo de sus
coidearios Fernando Henrique Cardoso, Ricardo
Lagos y Julio María Sanguinetti.
La otra jugada de Obama se
llama Papa Francisco. El prelado ofreció su casa para las negociaciones estadounidenses
con los Castro de Cuba y Pietro Parolin, ex nuncio en Venezuela, estuvo en la
Cumbre de Panamá y habló con Maduro y sus opositores, hecho inédito. La carta
bajo la manga será echada sobre el tapete el 23 de septiembre, cuando Francisco viaje
a Washington. Será el primer Papa en visita oficial a los EE.UU que entra en
la sede de gobierno, y se lance “el discurso sobre la teología de la pobreza y
denuncie las miserias del capitalismo” en el Congreso norteamericano.
Un poco más a largo plazo,
Obama trabaja en una estrategia electoral para Hillary: visitar La Habana en
plena campaña presidencial de la abogada Clinton, situación que podría producirse
en marzo siguiente. Y esto responde a una obsesión demócrata:
presentar a su presidente como el constructor de una “diplomacia posdogmática”,
-según el analista Carlo Pagni-, expresado en el acuerdo con Irán y el
acercamiento a los Castro.
Hagan juego, señores. Obama está
en la jugada de visitar Cuba para cerrar la herida de la guerra fría. Pero,
esencialmente, para provocar a los republicanos a poner más “dureza en su
discurso electoral”. Una jugada, supuestamente, pensada para captar votos de los “moderados”
y de los latinos. Y seguir siendo Obama.
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