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martes, 14 de abril de 2015

LA JUGADA DE BARACK OBAMA


 
Por Leonardo Parrini

Cuando el Crupier de un casino quiere animar a la participación de los jugadores, echa la frase clásica: “Hagan juego señores...”. En política nadie sale a animar a los actores diciendo: hagan gobierno o hagan oposición, señores. No hace falta, porque los políticos profesionales tienen una agenda establecida, una jugada maestra pensada, una actividad programada para el día de hoy.

¿Cuál es la jugada de Barack Obama?

En el escenario panameño de la VII Cumbre de las Américas el mandatario estadounidense dio un paso clave en una “compleja jugada internacional y personal”, cuyo objetivo inmediato era anunciar la apertura de embajadas en La Habana y Washington, de los EE.UU y Cuba, respectivamente. No obstante, la parte de la agenda estadounidense de restaurar relaciones con Cuba tuvo sus tropiezos por la falta de eliminarla de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Situación que sólo ocurrió esta semana con el envío al Congreso norteamericano de un informe presidencial donde Obama señala la "intención de remover" a Cuba de esa categoría.

Otro impedimento fue el infortunado incidente con Venezuela, relacionado con la sanción a siete diplomáticos y declararla “un riesgo para la seguridad norteamericana”. Error atribuido en el Departamento de Estado a Ricardo Zúñiga, responsable de la política con Latinoamérica. Obama se vio obligado a aclarar que, “a pesar del texto de la medida, Venezuela no constituye una amenaza para su país”. El restablecimiento de relaciones con Cuba es tan vital para las pretensiones electorales demócratas, que Washington negoció con Brasil, México, Panamá, Uruguay, Colombia y Chile “para que los países del bloque bolivariano no opacaran el encuentro entre Obama y Castro, con la excusa venezolana” en Panamá.

Otro movimiento de Obama en el tablero fue su acercamiento con los países del Caribe, en especial con Jamaica. De este modo EE.UU disputaría 14 votos en la ONU y en la OEA que antes controlaba Venezuela. Simultáneamente la Casa Blanca se acerca a Felipe González, ex presidente español que decidió ser abogado de los presos políticos venezolanos y que en Latinoamérica, como socialista, cuenta con respaldo de sus coidearios Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos y Julio María Sanguinetti.

La otra jugada de Obama se llama Papa Francisco. El prelado ofreció su casa para las negociaciones estadounidenses con los Castro de Cuba y Pietro Parolin, ex nuncio en Venezuela, estuvo en la Cumbre de Panamá y habló con Maduro y sus opositores, hecho inédito. La carta bajo la manga será echada sobre el tapete el 23 de septiembre, cuando Francisco viaje a Washington. Será el primer Papa en visita oficial a los EE.UU que entra en la sede de gobierno, y se lance “el discurso sobre la teología de la pobreza y denuncie las miserias del capitalismo” en el Congreso norteamericano.

Un poco más a largo plazo, Obama trabaja en una estrategia electoral para Hillary: visitar La Habana en plena campaña presidencial de la abogada Clinton, situación que podría producirse en marzo siguiente. Y esto responde a una obsesión demócrata: presentar a su presidente como el constructor de una “diplomacia posdogmática”, -según el analista Carlo Pagni-, expresado en el acuerdo con Irán y el acercamiento a los Castro.

Hagan juego, señores. Obama está en la jugada de visitar Cuba para cerrar la herida de la guerra fría. Pero, esencialmente, para provocar a los republicanos a poner más “dureza en su discurso electoral”. Una jugada, supuestamente, pensada para captar votos de los “moderados” y de los latinos. Y seguir siendo Obama.

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