sábado, 22 de febrero de 2014

¡AVANCEMOS PATRIA!


Por Leonardo Parrini

Si abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi patria.
Si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra… 

Desde que Paco Ibáñez, prolífero cantautor español, dejó grabado en disco de acetato, allá por los años sesenta, estos versos luminosos, no han sido pocas las veces que he echado mano de ellos como de un machete para desbrozar mis dudas. Me queda la palabra…!Cuántas veces no nos queda, sino solo la palabra! La palabra para avanzar en un camino incierto, construir en un espacio yermo, cruzar un túnel oscuro sin ver la luz. He ahí el valor de la palabra: hacer que las cosas sucedan. Verbalizar es instigar  a la acción. El valor de la palabra es ontológico existencial, por ella el ser humano es lo que dice ser. Se eleva por sobre el estrato de animalidad de su especie, en el literal sentido del término. No en vano, el hombre es el único animal que usa la palabra para construir relaciones.

Pero este instrumento lingüístico, no fuera utilitario sin ese espacio donde la palabra cobra su valor natural: el diálogo. En esa caja de resonancia dialogal de ideas y sentimientos, es que el hombre reivindica su derecho a reconocerse como criatura parlante. Me queda la palabra, como divisa humana de expresión de ideas, también de influjo de ideas. Dialogamos para expresarnos, pero esencialmente para influir.

Diálogo democrático

El debate sostenido por los aspirantes al cargo de Alcalde de Quito, definido como un espacio de diálogo, no habría sido posible en otro contexto que no sea en el de un país que ha profundizado la democracia, dándole un real sentido de pertenencia ciudadana como espacio dialogal y de reivindicación social. Más allá de que los dialogantes en el debate de radio Visión hubieren desaprovechado ese espacio con digresiones descalificadoras de carácter personal; no cabe duda de que tuvieron la opción de expresar sus ideas y propuestas en beneficio de la ciudad. Y la ciudadanía, masivamente, pudo seguir el debate en un ejercicio de comunicación social pocas veces visto y escuchado en el país.

A la hora de tomar decisiones políticas en las elecciones del día domingo 23 de febrero, la ciudadanía ecuatoriana se enfrenta a la disyuntiva de consolidar esos espacios de diálogo, en que la democracia profunda y verdadera permite la libre afluencia de ideas sustentadas en el valor intrínseco de la palabra. O, caso contrario, dar paso a la incierta eventualidad de la confrontación y la inestabilidad nacional. La lección que todos debimos aprender estos días: el valor de la palabra es lo último que una sociedad puede permitirse perder.

En caso de ganar la reelección a la Alcaldía de Quito, Augusto Barrera deberá hacer un serio examen de conciencia y ajuste estratégico de su gestión para recobrar el valor de la palabra como instrumento de diálogo, difusión de su política pública y manejo de su propia imagen. Lo ha reconocido: su mayor problema como Alcalde, es un problema comunicacional. Tendrá que establecer nuevas políticas de comunicación y, de ser necesario, rodearse del equipo adecuado.

En la eventualidad de ganar Mauricio Rodas tiene la opción que continuar la obra municipal en marcha con un sentido de diálogo con los equipos municipales salientes. Y en el plano político debería fomentar la imagen de Quito como una capital de encuentros y abandonar la supuesta idea de convertir a la capital ecuatoriana en escenario confrontacional, como trampolín de ascenso al poder central, en la mira de desgastar políticamente al Gobierno, de cara a las elecciones presidenciales del 2017.

El diálogo o la confrontación. Esa es la cuestión que debe primar en la decisión electoral. Avanzar en una sociedad dialogante y profundamente democrática o abrir la brecha hacia el despeñadero de la disociación social que imperaba antes en el país. Un clima beligerante que nos hizo vivir en la inestabilidad, en la bronca estéril instigada por el odio soberbio de oscuros intereses económicos y políticos hoy desplazados del poder.

El Gobierno central, cualquiera sea el resultado electoral, consciente de que el arte de la política es hacer que las cosas sucedan, deberá avanzar en este espíritu de diálogo imperante y bajar la guardia de absurdos enfrentamientos. La voz parlante del país debe ser, precisamente, la de líderes dialogando en sentido real con los gobernados. Los esfuerzos gubernamentales deben avanzar en hacer sentir a la ciudadana que en este país, la palabra vale. Esa divisa que Ecuador ha recuperado, como estilo dialogal de convivencia democrática nacional. Solo así avanzamos, Patria.

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