Por
Leonardo Parrini
Se
ha dicho que el perro es el mejor amigo del hombre, y lo es; pero, cuando el
hombre asume posturas de cancerbero, ya no lo es. Esta verdad calza bien para
definir la actitud de cierta prensa y, en particular, de sus editorialistas que
a falta de políticos de oposición, han asumido un rol beligerante contra todo lo
que huele al Estado. ¡Y vaya que sí tienen buen olfato y vista aguzada para
verle las costuras al régimen, al que dan palos porque boga y palos porque no
boga!
Días atrás, una editorial de El Comercio de Susana Cordero hablaba del silencio en que vivimos y
hacía referencia a que “Idealmente, comunicar supone transmitir
ideas; sugerir, escuchar. Exige disponibilidad a recibir críticas y a
argumentar críticamente, a estar abierto a la opinión de los demás y a demandar
que esa opinión ilumine, trascienda los límites de lo subjetivo”.
Nada más alejado de la realidad de lo que ocurre en la prensa
ecuatoriana, pues aquello que describe Susana Cordero en su editorial es
exactamente lo contrario de lo que se publica en los periódicos, se dice en las
radios y se ve en las pantallas de la televisión: el flagrante subjetivismo
criticista, a cuenta de que ostentan el efímero poder de un micrófono o de una
cámara.
En
un editorial del periodista colombiano radicado en el Ecuador, José Hernández,
se lee a propósito de la oposición del Presidente Rafael Correa al matrimonio
gay: "El Presidente no entiende que el rol de la mayoría política no es
homogeneizar a la sociedad según su modelo…" El mismo editorial, a renglón
seguido, acota: "El Presidente no sólo fue ventajoso: mostró que no entiende
lo que es la democracia contemporánea".
El
editorial alude a un interlocutor al que no se le confiere el derecho a réplica
en el mismo espacio, ni existe en su contexto la confrontación de fuentes: "Ahí
radica el fracaso anunciado de la nueva revolución cultural que se anunció… Hay
subdesarrollo político en el oficialismo". Juicios de valor a destajo.
¿Insidia editorialista o mala fe manifiesta? El
grupo latinoamericano de rock Los Bunkers, parece esbozar la respuesta en una de sus canciones: Llevo una vida de perros. Mastico pan con veneno. Todos ligeros de mente. La
rabia se nos salía por los dientes.
Perro que ladra
no muerde
Con
toda razón Susana Cordero puntualizaba que “La comunicación
no pertenece a un individuo en soledad: se hace, se nutre, se sostiene en
común” Y es, precisamente, irónico que ese ejercicio en soledad de los
editorialistas transformados en políticos de barricada, subyace bastante
alejado del bien común; del común denominador de la opinión ciudadana que, por
añadidura, bien sabemos que ya se ha pronunciado en las urnas y en sondeos de
opinión sobre la gestión del Estado y del Gobierno fustigados por “el
linchamiento mediático” a que están sometidos.
En insostenible postura de cancerberos de la opinión, algunos empresarios de
la información –auto convencidos dueños de la verdad- asoman como el perro del
hortelano que no come ni deja comer. No informan ni dejan informar, inmersos en
la autocensura a que someten a sus medios por voluntad propia.
Y
en eso concordamos, una vez más, con la editorialista Cordero- la autocensura
campea puertas adentro y puertas afuera de las salas de redacción: "Evoquemos
críticamente las conversaciones de coctel; las de las reuniones de amigos, las
de intelectuales y artistas; las de los políticos; releamos comentarios;
averigüemos en revistas las brillantes vidas ajenas. ¿Percibimos algo más que
un triste silencio?"
Silencio,
por temor o favor. Pero, ¿quién los silencia? ¿Dónde están los presos de
conciencia en el Ecuador? ¿No tienen acaso plena libertad de expresarse
aquellos que alzan la voz reclamando falta de libertad de expresión?
Como
corolario al crítico diagnóstico acerca de la situación que vive la prensa,
descrito por la editorialista Cordero, suscribimos su rutilante conclusión: "No
poder preguntar, ni ilustrarnos, ni ilustrar; no poder criticar libremente es
no poder pensar". Sí, puesto que para el pensamiento no debe haber
camisa de fuerza, o peor, mordaza auto infringida como un esparadrapo en los
labios.
El
pueblo dice con sabiduría: perro ladrador, poco mordedor. Y esto acaso es
aplicable a la clase política relevada de su postura opositora por cierta
prensa beligerante. Esa oposición silenciosa que se expresa por la herida de
una prensa ladradora, es en definitiva poco mordedora, acaso sólo brabucona,
cuando proclama a los cuatro vientos que vivimos en el reino de la
intolerancia. A otro perro con ese hueso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario