miércoles, 29 de mayo de 2013

MANUEL CAPELLA, EL ADIOS A UN HERMANO GRANDE



Por Leonardo Parrini

Eran los aciagos días de la dictadura de Pinochet cuando conocí a Manuel Capella en el Quito franciscano y solidario que nos acogió a los dos. En encuentros en peñas nostálgicas y tarimas solidarias del exilio, siempre nos saludamos con un abrazo al que sólo se interponía su guitarra y mi cámara que registraba su rosto rotundo de hombre bueno, de ser humano destinado para grandes causas. Manuel en esos días cantó y luchó con un gesto natural, sin posturas ni imposturas, y lo hizo siempre con su voz poderosa y vibrante, desde donde emergían palabras de denuncia, versos esperanzados, o un poema de amor musitado en secreta voz.

Capella era de esa raza de músicos populares uruguayos que emergieron bajo la égida musical de Daniel Viglietti y Los Olimareños. Había nacido musicalmente en Uruguay Canta, en 1969, un performance que marcó el inicio de la canción popular charrúa en el teatro Odeón de Montevideo. Entrado los años setenta, época oscura de nuestra historia continental latinoamericana, Manuel surge con un destello poético y musical propio junto al poeta Francisco Trelles, con el álbum Luces Malas que evocaba el Uruguay bucólico de su infancia. Al cabo de un tiempo, el llamado de la conciencia y su compromiso de cantautor, lo muestran de cuerpo entero en la obra Se trata de Caminar, donde enarbola su protesta por el clima social y político de esos años.

En 1973, Uruguay y Chile comparten el funesto destino de las dictaduras militares. Es entonces que ambos, desde distintos caminos, decidimos migrar de la tierra natal, ensangrentada y pisoteada por el fascismo. En 1977, nos encontramos un buen día en Quito, a la luz de su repertorio y de la esperanza que manteníamos encendida en mejores días. Dos años más tarde Manuel me concede una entrevista, luego de cantar en el Concierto de la Unidad Latinoamericana donde comparte barricada con los mejores exponentes del canto sudamericano. De esos días data mi admiración por este tremendo ser humano que hoy nos deja más solos en el mundo.

Cuando supe la noticia de su muerte, fui a mis archivos en casetes y escuché en una vieja grabadora el tema Quemando Mentiras en el que Manuel atiza el fuego de sus grandes verdades. Y me quedé pensado en el tiempo de lucha que nos unió y que no ha pasado en vano. Dicen que uno lleva su muertos vida adentro en un largo andar de la nostalgia, que no del olvido. En un recoveco de esa senda espero volver a estrechar en un abrazo a Manuel Capella, antes de que sea demasiado temprano para nacer de nuevo.

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